Bad Education: lecciones sobre corrupción

16 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Bad Education: lecciones sobre corrupción

alejandro aleman

En una de las escenas clave de Bad Education —segundo largometraje del estadounidense Corey Finley—, el superintendente Frank Tassone (extraordinario Hugh Jackman) tiene una tensa conversación con una joven estudiante de periodismo (Geraldine Viswanathan), quien está a punto de publicar una bomba. Sin perder nunca la calma, el profesor le advierte a la chica sobre los costos de publicar aquel texto.

“Lo que tenemos aquí no es perfecto, pero funciona”, remata el respetado Dr. Tassone.

¿Qué quiere publicar la adolescente que tiene tan preocupado al superintendente? Resulta que las finanzas de la escuela —Roslyn High School de Long Island, Nueva York— no cuadran: hay millones de compras no justificadas o hechas con facturas falsas. De hacerse público, el escándalo sería mayúsculo.

La cosa es que el Dr. Tassone parece todo, menos un vil ladrón. Siempre pulcro y bien vestido, amable, elegante y bien educado. Tassone es de esa clase de profesores que no olvida el nombre de ninguno de sus alumnos, que no duda en apoyarlos y guiarlos hacia un mejor futuro.

Bajo su dirección, la escuela ha elevado como nunca el porcentaje de graduados que ingresan a las universidades más prestigiosas del país.

Para nosotros, los mexicanos, una historia así no sería novedad (¿recuerdan a Elba Esther?), pero en aquel año de 2012, el tema se volvió un escándalo en Estados Unidos, mismo que dejó al descubierto muchas grietas del sistema educativo gringo.

Con un guion de Mike Makowsky (quien a la postre es exalumno de Roslyn), lo interesante en esta cinta no es el dilema que plantea: ¿es justificable la corrupción de un servidor público a cambio de un desempeño excepcional?

La cinta evita todo juicio moral hacia Tassone, al contrario, la soberbia actuación de Hugh Jackman (merecería el Oscar, si es que en 2021 hay ceremonia) explota todas las áreas grises del personaje haciéndolo más humano y hasta entrañable. Esto lo aprovecha el guionista para lanzar un pequeño dardo sobre las malas condiciones salariales del sector educativo.

En todo caso, el intento de atraco más interesante no es el perpetrado al erario, sino el del propio cineasta: un Corey Finley, quien junto con la elegante cámara de Lyle Vincent, no duda en tratar de emular el cine de los hermanos Coen o el de Alexander Payne (Education, 1999).

No deberíamos ser tan duros con este ladrón, pues estamos frente a un cineasta que claramente está buscando un estilo y en el camino ha sido capaz de entregar una muy lograda e interesante película. La cinta está disponible en HBOGo.