El diablo entre las piernas: el regreso de Ripstein

19 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

El diablo entre las piernas: el regreso de Ripstein

alejandro aleman

En su mejor etapa como cineasta, la obra de Arturo Ripstein consistía en un cine osado, rebelde, técnicamente impecable. Una filmografía que abordaba temas que muy pocos cineastas se atrevían a señalar. Cintas como El castillo de la pureza (1973), El lugar sin límites (1978), Cadena perpetua (1979) eran espejos de un país corrupto, hipócrita y moralmente derrotado que contrastaba con las arengas políticas de los gobernantes en turno (“arriba y adelante”, “la solución somos todos”).

Hoy en día, el cine de Ripstein está lejos, muy lejos de ser el retrato incómodo de la tragedia nacional y se ha convertido más bien en un recuento de obsesiones estilísticas, temáticas y hasta lingüísticas que desde hace más de una década resultan anacrónicas.

Así, en su más reciente cinta, El diablo entre las piernas (México, 2019) encontramos más de lo mismo: la sagacidad técnica de sus clásicos planos secuencia, la insistencia en el uso del blanco y negro, la fotografía digital, y esos diálogos abyectos que derivan en humor negro: “Dale gracias al cielo que tienes una vieja bien jariosa”.

Beatriz (extraordinaria Sylvia Paquel, probablemente en el papel más osado de su carrera) vive en una gran casona junto con su esposo de muchos años (Alejandro Suárez). El par de viejos ya ni siquiera duerme juntos, y la casa se ha convertido en el escenario de sus peleas: él la humilla constantemente (no se cansa de decirle puta) mientras que ella escribe las peroratas de su marido cuál si fueran los diálogos de una película (el sentido de ironía no falta en el guión de Paz Alicia Garciadiego).

El viejo se queja de la supuesta infidelidad de su mujer incluso en las pláticas que sostiene con su propia amante (Patricia Reyes Spíndola), mientras que Beatriz, cansada de tanto escándalo, decide que es momento de darle la razón a su marido y salir a buscar alguien que la satisfaga.

El diablo entre las piernas entrega una provocación bien armada: sin temor habla del sexo entre viejos. Los personajes de Ripstein y Garciadiego se masturban, se tocan, se desnudan mostrando sin pudor sus carnes flácidas, su gordura y su lujuria, esa que sigue tan rozagante como en los mejores días.

Excesiva en cuanto a la duración del metraje (más de dos horas y media), El diablo entre las piernas se desmarca del cine reciente de Ripstein gracias a la osadía de su temática y el trabajo de sus actores, aunque sigue cargando el lastre de lo peor de sus obsesiones: una estética cansina y la solemnidad de sus diálogos vulgares. Es sin duda, la mejor película de Ripstein en décadas.