La Llorona: juicio a exgobernantes

18 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

La Llorona: juicio a exgobernantes

alejandro aleman

El terror siempre ha sido aliado del poder. El miedo quebranta la resistencia, siembra pánico y paraliza la disidencia. Fascistas, militares y tiranos en general han usado (y lo siguen haciendo) el horror como poderosa arma de control.

En La Llorona (Guatemala, 2019), el cineasta Jayro Bustamante busca revertir —así sea en la ficción— el uso del terror para canalizarlo como herramienta de venganza contra las atrocidades cometidas por un gobierno asesino como lo fue el del dictador Efraín Ríos Montt, acusado de la masacre de miles de pobladores mayas en los años 1982 a 1983 en Guatemala.

En la película, el sádico general Enrique Monteverde (Julio Díaz, en clara referencia a Ríos Montt) es enjuiciado y encontrado culpable por genocidio, gracias a los valientes testimonios de un puñado de mujeres que narran los crímenes cometidos por el ejército.

Viejo y achacoso, Monteverde libra la cárcel gracias a un fallo de la Suprema Corte, pero se ve obligado a guardarse en su gran mansión. Y es que luego de la escandalosa resolución, la población hace un plantón permanente fuera de su casa, gritando consignas, lanzando piedras y exigiendo justicia para los miles de asesinados.

La mayoría de la servidumbre (a la sazón mujeres indígenas) abandona la mansión. Como reemplazo llega Alma (María Coroy) cuya presencia (hermosa mujer de rasgos indígenas), sumada al constante ruido de los manifestantes, hacen que el general comience a desvariar: escucha el llanto de una mujer en la noche, ve habitaciones inundadas y humedad en las paredes. ¿Es la vejez o acaso la presencia de Alma tiene algo qué ver?

Resulta brillante, por decir lo menos, como el guión (escrito por el director junto con Lisandro Sanchez) se adueña de las claves del cine de terror para revertirlas inteligentemente en una película que busca ser una denuncia.

El horror no está en La Llorona, en los fantasmas, o en la presencia ominosa de Alma, no: el horror está en el contexto, en los testimonios de esas mujeres (cameo de Rigoberta Menchú), en las atrocidades de las que fueron víctimas. El horror está en la cámara casi fija de acercamientos lentos a cargo de Nicolás Wong y en la atmósfera que provoca junto al eficiente diseño de producción (a cargo de Sebastián Muñoz).

El horror está en la historia de Guatemala, en su régimen militar, en los miles de asesinatos y en la ausencia de justicia. En un acto de fantasía liberadora, La Llorona cumple la justa condena para los asesinos: que no duerman nunca en paz, que no encuentren descanso.

¿Consultas populares? No, gracias. Ojalá llegara La Llorona a castigar como es debido a los malos gobernantes, los de ayer y los de hoy.

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