Enigma.2000 (Tercera entrega)

20 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Enigma.2000 (Tercera entrega)

fibonacci

La primera parte del cuento de misterio Enigma.2000 puede ser leída en este link  La segunda parte del cuento de misterio Enigma.2000 puede ser leída en este link  Durante tres días jugó Casimiro con aquellos números. Hora tras hora, pensamiento tras pensamiento. No parecían una serie Fibonacci ni aparentaban siquiera mantener una secuencia matemática lógica. Nada tampoco en la Internet. Al menos en la red visible, ésa que todo el mundo conoce gracias a los motores de búsqueda que indexan los sitios comerciales y públicos. Sin embargo, como experto, Casimiro sabe bien que el ochenta por ciento de los sitios de la web son privados y que no están indexados por motores de búsqueda como google o yahoo, por lo que están escondidos fuera del escrutinio normal en los abismos de la telaraña informática, en eso que sólo los muy versados conocen y que se denomina la Deep Web. Usando un buscador similar al TOR, pero que él ayudó a diseñar durante un hacking campus en la India, Aoyama escrutó en dominios que no fueran los comunes .com y demás conocidos, hasta que dio con un foro llamado Enigma2000.smab, donde obtuvo las pistas que tanto había estado buscando. En tal sitio, un grupo de anónimos aficionados explicaba que las emisoras de números, como ésta con la que se topó, son emisoras de radio de onda corta de origen incierto, pero cuya existencia había sido documentada por la sociedad civil desde la Segunda Guerra Mundial. “En general transmiten voces leyendo secuencias de números, palabras, o letras (ocasionalmente utilizando un alfabeto fonético). Las voces que se oyen en estas emisoras son, a menudo, generadas mecánicamente, vienen en una gran variedad de idiomas y normalmente son femeninas, aunque a veces se usan también voces infantiles. Nuestras investigaciones nos llevan a creer (aunque no hemos podido verificarlo), que dichas emisoras son canales de comunicación para enviar mensajes e instrucciones a espías. Esto no ha sido reconocido públicamente por ningún gobierno, pero se hacen algunas referencias en ciertos documentos filtrados en los WikiLeaks. Cabe destacar que a la fecha, nunca nadie ha visto quién ni cómo se generan estas secuencias ni desde dónde se hacen ni con qué propósito.” Acostumbrado a navegar con absoluto anonimato gracias a sus conocimientos tecnológicos y guiado por el espíritu colaborativo del ideal de la era de la información, Casimiro se anima a participar brevemente en el foro antes de apagar la computadora: “Creo que se trata de algo inofensivo”, escribe con soltura. “Tengo prueba en video de una chica que ha escrito el código: 151, 39, 47, 3013, 2, 90, 25, 987, 43, 47, 36, 56, 66, 84, 70, 2, 43, 47 trasmitido en la frecuencia 5082kHz hace tres días a las 12.30 horas y repetido después a las 13.00, 13.30, 14.15, y 16.30 horas”. Casimiro está extático. Nada lo ha emocionado tanto desde que vio una webcam por primera vez. Suena el recordatorio de la agenda de su celular. Es martes, en un rato más tendrá una videoconferencia con sus jefes. Necesita bañarse y aclarar la mente, olvidarse del asunto por un rato. —Me dicen el Diúrex porque pego fuerte y arreglo las cosas, chinito. —Me está confundiendo —imploró Casimiro girando la cabeza porque el aliento agrio de su interlocutor le generó asco—. ¡Y ya le dije que no soy chino! ¡Soy mexicano! —Vales madre —le amonestó con una segunda bofetada, esta vez mucho más fuerte que la anterior—; todos son bien valientes cuando se ponen a investigar cosas en internet, pero bien que lloran y suplican cuando yo llego. —¿De qué me habla? —preguntó el joven Aoyama Duarte con lágrimas de desesperación rodándole por el rostro mientras sentía que se le inflamaba el labio por el golpe propinado. —Están bien pendejos. Todo por andar de curiosos, queriendo saber más. La mejor forma de caerles cuando descubrieron algo que no debían, es poniéndoles un forito dónde puedan presumirlo —le dijo con una amplia y fría sonrisa antes de forzarle una toalla de manos en la boca para que de ella no pudiera salir sonido—. Entonces, el Diúrex le aproximó la enorme caja de regalo con moño dorado que había visto cerca de su puerta más temprano y, de ella, sacó la cabeza cercenada de una mujer.—Lo malo es que me tuve que chingar a la nenita de las webs también —agregó cuando se la puso sobre el pecho desnudo—. No es personal, chinito. Es sólo que no puedo dejar cabos sueltos... ¿Continuará?...