Enigma.2000, por J.S. Zolliker

20 de Abril de 2024

Enigma.2000, por J.S. Zolliker

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Tres entregas de J.S. Zolliker

Se llama Casimiro Aoyama Duarte. Es un hombre joven, delgado y bien parecido. Tiene un auto deportivo y sus ingresos están por arriba de la media en la ciudad de México. No lo sabe ni lo imagina, pero en una semana estará muerto. Goza de aparente salud y acaba de cumplir cuarenta años que no se le notan. Nunca ha tenido una relación de pareja. Ese será el pensamiento que lo atormentará durante los últimos segundos de su vida.

Casimiro, hijo de una veracruzana y un conservador migrante japonés que habla poco y gruñe mucho desde que llegó en un barco mercante al que nunca volvió a subir, disfruta desmedidamente de invadir la privacidad de otras personas a través del fenómeno de las cámaras web.

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La mejor parte de las webcams, sucede cuando las personas no se percatan de que alguien las está observando, cuando olvidan ese detalle. Porque entonces, actúan normalmente, sin esa pesada cortina que nos impone el sabernos vigilados. Como cuando se meten el dedo en la nariz, o se acomodan la ropa interior con total desfachatez. ¿Quién no lo ha hecho nunca? Para mí, vale la pena estar pendiente muchas horas para lograr ser testigo de esos segundos. Eso es lo que pocos entienden cuando juzgan.

Entonces se dio cuenta de que no podía moverse, que estaba fuertemente amarrado y sentía frío en la espalda. A su lado derecho, estaba la tina de porcelana blanca que compró en un sitio web de antigüedades en subasta.

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—Me dicen el Diúrex porque pego fuerte y arreglo las cosas, chinito.

—Me está confundiendo —imploró Casimiro girando la cabeza porque el aliento agrio de su interlocutor le generó asco—. ¡Y ya le dije que no soy chino! ¡Soy mexicano!

—Vales madre —le amonestó con una segunda bofetada, esta vez mucho más fuerte que la anterior—; todos son bien valientes cuando se ponen a investigar cosas en internet, pero bien que lloran y suplican cuando yo llego.

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