Desde hace bastante tiempo, Gabriela Cuevas perdió el empuje y el brillo. De joven política panista con una estrella brillante, pasó a ser una política bastante amargada que se comenzó a aislar del mundo. Dicen los que saben que en medio de sus inconsistencias, tiempo ha que abandonó el barco de Santiago Creel, pero tampoco terminó de subirse bien al de Ernesto Cordero. Y en lugar de resolver las diferencias con Gustavo Madero, se fue al ostracismo. Poca visibilidad –aunque muchos viajes-, pocas iniciativas, poca presencia e influencia. Ya nadie pelea porque doña Gaby esté de su lado y se volvió prescindible. Ella lo debe de saber, pues está escuchando el canto de las sirenas para brincar del barco panista al del Partido Verde.