“Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él”. Louis Pasteur
Es indiscutible que con el paso de los años la ciencia ha contribuido de forma radical para cambiar el mundo, tan solo el año pasado a principios de octubre se anunció como ganadoras del premio Nobel en Química a las científicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, quienes desarrollarlo un método de edición genética, denominado tijeras CRISPR.
Pero, ¿qué permite este descubrimiento? Gracias a este hallazgo investigadores podrían cambiar ADN de animales, plantas y microorganismos con una alta precisión, lo que acerca a los científicos y expertos a la posibilidad de curar el cáncer o eliminar enfermedades hereditarias.
Y es que la ciencia tiene en la medicina una de las áreas más amplias y difíciles, pero de una importancia inmensa, y prueba de ello fue la pandemia a la que aún continuamos enfrentando y que ha significado una transformación en los modelos económico, político, social y de educación, entre otros.
La trascendencia de la ciencia es indiscutible por lo que la Organización de Naciones Unidas ha destinado el 10 de noviembre como el día mundial de la ciencia para la paz y el desarrollo, el cual tiene entre sus objetivos: Renovar el compromiso nacional e internacional para el uso de la ciencia en beneficio de las sociedades; presentar los desafíos que enfrenta la ciencia y fomentar el apoyo a la labor científica y promover la solidaridad nacional e internacional para compartir la ciencia entre países.
Si bien es cierto que el cuidado de la salud y el combate a enfermedades es un rubro sustancial, este año la ONU ha propuesto como tema: “Construir comunidades preparadas para el cambio climático”, lo anterior ya que este problema se ha convertido en una seria amenaza para la vida de miles de millones de personas y del planeta, por lo que acercar la ciencia y la tecnología a la sociedad podría significar el hallazgo de posibles soluciones para desacelerar el calentamiento global y disminuir las emisiones de Co2.
Con el transcurso del tiempo una gran cantidad de empresas e instituciones han colocado a la ciencia y a la innovación como ejes fundamentales, e incluso muchos de los gobiernos han comenzado a digitalizar los servicios públicos y los sistemas de pago, que sin duda ha impulsado una mejora en la prestación de servicios, y a la par han promovido el combate a la corrupción y la evasión fiscal.
Gracias a la transformación hacia una sociedad más digital, han comenzado a volverse comunes temas como las finanzas inteligentes, la telemedicina y la agricultura autosustentable; además de que la robótica, el big data, el Internet de las cosas y la tecnología blockchain convergen con mayor fuerza con la nanotecnología, la biotecnología y las ciencias cognitivas, lo que a su vez permite un desarrollo integral de diversas áreas.
Desafortunadamente y pese al trabajo constante, aún el trayecto es largo y uno de los rubros más preocupantes es el poco recurso que se destina a la ciencia, de acuerdo a datos del informe científico de la UNESCO, La carrera contra el tiempo para un desarrollo más inteligentea pesar de quela inversión en investigación y desarrollo como porcentaje del PIB ha crecido de 2014 a 2018, las cifras continúan siendo bajas, tan solo América Latina se encuentra con un muy por debajo de 1.79 mundial y nuestro país también presenta una cifra deficiente al contar con un 0.39.
Frente a los difíciles momentos que atravesamos es importante renovar nuestro compromiso, e incluso hacer énfasis en que la ciencia debe ponerse al servicio de la sociedad y así conducirnos a un desarrollo más equitativo y sostenible.
No podemos negar que vivimos una era de descubrimientos cruciales, los cuales además gracias a la globalización resuenan en todo el mundo, por lo que la ciencia debe convertirse en una prioridad para las agendas nacional y mundial.