“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan.” Antoine de Saint-Exupéry
La infancia se ha convertido en una parte de la población con una significativa trascendencia, en ella se han apoyado sueños pendientes, ideales, nuevos paradigmas y cambios generacionales que podrían dar un nuevo giro a la vida como la conocemos.
La imaginación, la creatividad y la tenacidad han sido rasgos distintivos de las niñas y niños a lo largo del mundo, y es que cuando somos pequeños concebimos la realidad de una manera diferente, probablemente con una simplicidad que nos parece mucho más fácil, tan solo basta recordar a un joven Louis Braille, quien con 13 años inventó el sistema de lecto-escritura para personas ciegas o débiles visuales usado hasta la fecha; o más recientemente Danny Sarsfield quién creó una pulsera salvavidas que al presionar un botón infla un globo que de forma automática te lleva a la superficie.
Desafortunadamente, pese a su actual reconocimiento e impulso, aún se encuentran dentro de los sectores más vulnerados, de acuerdo a datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, mejor conocido como UNICEF, y quien emite el documento anual Estado Mundial de la Infancia, de seguir las tendencias y continuar así, para 2030, se prevé que 750 millones de niñas se casarán aun siendo niñas y 167 millones seguirán viviendo en la pobreza.
Contrario a lo que podríamos pensar, todavía queda mucho camino por recorrer e incluso esta misma institución afirma que las vidas de millones de niños y niñas están en peligro solo por haber nacido en un país y no en otro, en una comunidad y no en otra, con un sexo y no con otro. Es decir, la desigualdad amenaza el presente de estos niños y el futuro del mundo.
Pese a todos los avances tecnológicos, sociales, educativos, políticos y en la ciencia, este 2021, la UNICEF en su informe En mi mente, promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia aborda un tema de suma importancia, y es que la pandemia del COVID-19 quizá solo mostró la punta del iceberg de un problema que se ha ignorado durante muchos años.
Mantenerse durante largos periodos sin asistir a las escuelas, con poco contacto externo de amigos o familiares y aislados de la alegría cotidiana ha provocado incrementos en los casos de depresión y ansiedad. Y es que pareciera que la cuestión no es de mucha importancia, sin embargo, dejar de lado la salud mental socava la capacidad de la infancia de aprender, de establecer relaciones significativas y lo más preocupante refuerza un estigma social sobre el tema que ha costado bastante comenzar a eliminar.
La salud mental se ha transformado en un área de amplio impacto en las diferentes esferas de la vida, sin embargo, a pesar de la demanda de apoyo, el gasto gubernamental promedio en este sector es de apenas el 2,1% de la inversión que se hace en temas de salud en general; y en algunos de los países más pobres del mundo, los gobiernos gastan menos de 1 dólar por persona en el tratamiento de este tipo de enfermedades.
La cuestión ha sido analizada a consciencia en el informe de este año, pero, existen otros problemas dignos de reflexión: Niños soldados, infancia que ha abandonado la escuela por conflictos armados, discriminación, matrimonio infantil, violaciones graves a sus derechos, desnutrición, obesidad y acoso escolar, entre otros.
Por lo que a la respuesta que podría responder a la pregunta que le da título a esta lectura, podríamos decir que todavía nos encontramos con rezagos importantes, con acciones pendientes, aún enfrentamos conflictos serios, pero una de las medidas más importantes es que en comparación con otros años, éste se ha convertido en un sector significativo, por el cual estoy seguro que múltiples gobiernos alrededor del mundo apuestan con especial atención y continuarán velando por nuestro futuro: la niñez.