“El e-learning está cambiando. Veremos nuevos modelos y surgirán nuevas tecnologías y nuevos diseños. Entonces dejemos atrás la e, o al menos démosle una definición nueva y más amplia.” Elliott Masie
La pandemia originada por el COVID-19 ha transformado muchas de las actividades imprescindibles en nuestra vida, una de ellas ha sido la educación; actualmente y de acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) hasta el 30 de marzo, 166 países han cerrado escuelas y universidades en sus territorio, impactando al 87% de la población estudiantil mundial, esto es un aproximado de 1,520 millones de personas, así mismo, alrededor de 63 millones de maestros en el mundo han dejado de trabajar en las aulas.
El cierre de planteles en todos los niveles educativos ha suscitado desafíos que no se consideraban hasta hace unos días, ya que si bien este rubro ha ido evolucionando y el modelo tradicional ha sido complementado con tecnología, hoy tanto docentes, personal administrativo, alumnos y padres de familia tendrán que adaptarse a un sistema totalmente en línea.
Y no es que las plataformas para dar clases, los cursos en internet o las videoconferencias sean un tema nuevo, sino que la rápida expansión del coronavirus planteó acciones sin presentes que dejaron a la vista importantes cuestionamientos: ¿Los docentes y las instituciones están preparados para nuevas formas de enseñanza? ¿La educación a la que han sido sometidos los alumnos hasta el momento permite que con esta modalidad absorban adecuadamente los conocimientos? ¿Cuánto tiempo se debe dedicar al estudio online? ¿Qué pasará después, las clases vía internet sustituirán gran porcentaje de las presenciales?
Ha comenzado, de manera imprevista y abrupta una época a distancia, que a pesar de existir no se había instaurado tan intensamente, y uno de los principales retos radica en que no todos están igual de digitalizados; es decir, ni muchos docentes saben usar las plataformas o planear clases dinámicas a distancia, ni los alumnos cuentan o saben utilizar las herramientas tecnológicas necesarias.
Esta modalidad no sólo cuestiona paradigmas educacionales, sino que nos enfrenta a una realidad difícil, la desigualdad socioeconómica, ya que muchos estudiantes no cuentan con la solvencia monetaria y con el espacio o el ambiente necesarios para poder cumplir con sus expectativas académicas; el reto no sólo radica en la liquidez sino incluso en la imposibilidad de algunos padres para desempeñarse por momentos como sustitutos de los docentes.
Analizando lo anterior, la RAND Corporation en su texto Coronavirus forces colleges online. Will learning ever be the same?Además de plantear la posibilidad de que esta pandemia sea un parteaguas para la educación en línea o híbrida abordan un tema importante: el costo e inversión; de acuerdo a este artículo, las clases en línea e híbridas con el tiempo pueden ahorrar costos para los estudiantes y las universidades. Los alumnos podrían economizar en gastos de viaje y potencialmente acceder a materiales en línea a precios más bajos que los libros de texto tradicionales. Las universidades pueden obtener ahorros a lo largo del tiempo, especialmente si se puede atender a más estudiantes con un solo curso a través de la entrega en línea y esos ahorros a la larga podrían beneficiar a los estudiantes en forma de mensualidades más bajas.
Es indudable que hoy en día gran porcentaje de los alumnos tienen dominio de lo digital pero el desarrollo de pensamiento lógico y razonamiento no se está cubriendo con el mismo ahínco que solía hacerse con las generaciones pasadas, es así como la comunidad educativa debe ser consciente sobre la necesidad de actualizar las competencias básicas en los procesos educativos de las generaciones actuales.
Probablemente esta pandemia nos ha orillado a tomar decisiones precipitadas, pero ¿no los grandes cambios de paradigma siempre vienen de forma intempestiva?