Juchitán, entre el abuso y la escasez

18 de Abril de 2024

Juchitán, entre el abuso y la escasez

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Fotos: Jair Avalos López/Enviado

El tiempo parece suspendido en el Istmo, donde sus pobladores, entre la reconstrucción y la crisis sanitaria, padecen la escalada en los precios de materiales para edificar sus casas

Juchitán es aún una masa de escombros, tierra y aire caliente. El viento que corre al mediodía hace respirar un polvo espeso, mezcla de cemento, ladrillo y arena. Se enrojecen los ojos y arde la garganta.

En esta temporada el tema de conversación entre los habitantes es la reconstrucción y el calor que hace sudar hasta la médula y sube la temperatura de las carnes como si se cocieran con su propio hueso. A seis meses del terremoto de septiembre de 2017, las familias han enfrentado enfermedades, precios elevados y escasez en la mano de obra para levantar las casas destruidas.

A lo lejos se escucha un estribillo muy popular en la ciudad. Es un rap en zapoteco tomado de un poema Ne qui zuuyu naa gate’, ti zácanu nadipa’ (No me verás morir porque seremos fuertes), frase que repite José, de 20 años, quien levanta escombros de la casa de sus padres, apenas con una gorra que cubre su frente. De una pequeña nevera saca una botella de cerveza oscura que bebe como agua de tiempo. Son las nueve de la mañana y el día promete un calor de 35 grados.

El mejor suero para el calor es esto. La gente bebe para mitigar el calor, para convivir, para aclararse la garganta (...) desde hace unos meses, el juchiteco bebe para olvidar un poco la desgracia en la que se encuentra”, mencionó.

El tiempo parece suspendido en Juchitán. Hay barrios donde pareciera que transcurrió un día después del terremoto.

Para los istmeños no hay diferencia entre el español y el zapoteco, con eso expresan su amor, su tristeza y su coraje. Por eso, el rap ha sido bien recibido entre los jóvenes y niños que no distinguen un idioma de otro.

A Tito no le preocupa ni la reconstrucción ni los sismos, sino que su esposa y sus tres hijos no quieren regresar al interior de sus cuartos ni dormir ahí. Sus hijos tampoco desean regresar a la escuela provisional, pues el material con el que están construidas, tubos de acero y forradas de tablarroca blanca, atraen el calor.

De ser el centro mediático del desastre, Juchitán es ahora un lugar donde la gente vive con precaución a causa de la violencia, impulsando el sistema comercial que aún no se restablece y con la incertidumbre de saber si el dinero del gobierno federal alcanzará para las construcciones.

Opacidad

El gobierno de Alejandro Murat aseguró que habían ocho mil millones de pesos destinados a la zona de desastre, y que “cada peso que se inyecte tendrá una plataforma pública” para conocer su ruta y aplicación.

Durante una reunión pública celebrada el pasado 3 de octubre, Jorge Gallardo Casas, titular de la Secretaría de Finanzas estatal, dijo tener “cuatro fuentes de financiamiento identificadas”.

La primera es el Fondo de Reconstrucción de Entidades (Fonrec), adscrito a Banobras por mil 200 millones de pesos, así como el Seguro de Riesgo Catastrófico que aportó mil 414 de pesos.

Entre ambos fondos sumaban dos mil 614 millones de pesos que fueron duplicados por el Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) como pari passu, por lo que se duplicaría la cantidad erogada por el gobierno estatal.

Oaxaca dispondría de cinco mil 228 millones de pesos, además del acceso al Bono Catastrófico por 150 millones de dólares, aunque la Secretaría de Finanzas estatal aseguró que tenía “una capacidad de ocho mil millones” para atender la contingencia.

Consultados por ejecentral, personal de la vocería del gobierno estatal oaxaqueño refirió que “el recurso fue manejado por la Federación, con las tarjetas de la Sedatu (Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano) y en material de apoyo entregado por la Sedena”.

En una tarjeta informativa entregada a este medio, indica que obtuvieron del Fonden por “daño total: más de ocho mil millones”. Por seguros “deducible: 628 millones de pesos y una cobertura de 786 millones de pesos”. Además del crédito del Fonrec-Banobras de mil 200 millones.

Seis meses después las plataformas especiales para hacer públicas las aplicación de los recursos no fueron creadas, sólo se reciclaron los sitios existentes de la Secretaría de Finanzas.

En el Congreso del estado existen disputas por el manejo de los recursos, pues con la creación del artículo especial 11 de la Ley de Egresos se generó un Fondo Especial de Reconstrucción y Desastres por 200 millones de pesos.

Este dinero será utilizado para apoyar con 15 mil pesos a damnificados a quienes las réplicas de los sismos dañaron paulatinamente sus viviendas, así como a quienes el terremoto del 7 de septiembre no los afectó, pero sí el resto de los temblores.

Otro uso del recurso derivaría en el financiamiento de un estudio geológico o geofísico en zonas donde los sismos han ocurrido de forma atípica. La Secretaría de Finanzas estatal no ha emitido los lineamientos de beneficiarios que prometió el 31 de enero pasado.

https://youtu.be/9A_R3e2bBUk

Damnificados, capital político

El tiempo electoral se empalmó con la reconstrucción. Las organizaciones y los partidos políticos se funden en una larga negociación de grupos de votantes al mejor postor. En Juchitán, la elección promete un enfrentamiento entre fuerzas divididas de la histórica Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo (COCEI) principalmente con la vieja corriente del PRD y Morena.

En la etapa de censo, Gloria Sánchez López, alcaldesa juchiteca y fundadora de la COCEI —junto con su hermano Héctor Sánchez— tuvo enfrentamientos con Rosario Robles, titular de la Sedatu y contra el gobernador Alejandro Murat. La presión de los líderes de colonias la llevaron a intentar la imposición de su propio censo ante la Federación y el gobierno estatal.

Sin ayuda del clima, Juchitán ya es tierra caliente. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el reporte de homicidios en septiembre y octubre fue de sólo un caso. En noviembre y diciembre se mantuvo en tres y en enero pasado remontó a siete asesinatos, cada uno más sanguinario que el anterior. “Aquí te matan de gratis”, reza un dicho local que corre en las mesas del centro de Juchitán, donde habitualmente se bebe champurrado. Públicamente no se habla de violencia y “la ciudad de las mujeres se convirtió en la ciudad de los ladrones”, sentenció una extranjera víctima de asalto.

Vender para construir

Al menos, 15 mil 87 familias que fueron beneficiadas han levantado sus casas lentamente; y de las cantidades que entregó la Sedatu para la reconstrucción de viviendas —entre 120 mil y 15 mil pesos— se ha visto mermado por los altos costos de materiales básicos y la escasez de la mano de obra.

Aunque fue una promesa del gobierno federal, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) no vigiló el aumento de los precios que en promedio subieron en 70% de su costo original. Tan sólo el costo de un oficial albañil subió de mil 900 pesos a tres mil pesos a la semana y el ayudante pasó de mil 300 a mil 600 pesos.

Juan Jiménez e Isabel, su esposa, ambos de 70 años, tuvieron que vender una porción de su terreno para costear los gastos de construcción. Después de seis meses, apenas encontraron albañiles dispuestos a trabajar con los precios anteriores al terremoto.

Son tres albañiles que vienen de Acayucan, Veracruz. Nosotros estamos tristes porque el dinero no alcanza para comprar todo para la casa. Si vas a la casa constructora y quieres pagar con tarjeta, te quieren cobrar el costo del impuesto por transferencia, y por todo te quieren cobrar. Antes no cobraban el flete de trasporte y ahora sí”, aseguró Isabel.

El matrimonio de septuagenarios, junto con sus tres hijos y sus respectivas parejas, viven bajo un pequeño árbol de mango y un almendro que sostienen una carpa cuadrada de metro y 20 de alto que con el calor que irradia al mediodía podría percibirse como un sauna gigante.

Ya nos está haciendo daño este calor, los dos estamos dializados por problemas renales y a mi esposa, el calor le está afectando la presión arterial”, mencionó Juan, un hombre rubio de pómulos anchos, nariz aguileña y ojos verdes que mantiene abrazada a doña Isabel.

La queja del matrimonio se constata con la verificación de los precios: el cemento subió 50%, el costal de 120 pasó a 180 pesos, en tanto que la tonelada de cemento, cuyo precio estaba en dos mil 200 pesos, ahora se vende en tres mil 600 pesos, mientras que la tonelada de varilla reforzada subió de 13 mil a 18 mil pesos.

A esto se suma la escasez de arena, cuya tonelada se consigue por arriba de dos mil pesos, cuando antes costaba mil 200 o hasta mil pesos por viaje.

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Los sindicatos obreros afiliados a la COCEI o a la Confederación de Trabajadores de México (CTM) obligan a contratar sus servicios, aunque “a veces te entregan los viajes incompletos”.

En competencia con los albañiles istmeños, grupos de veracruzanos, chiapanecos y tabasqueños comenzaron a llegar a los municipios con la tarifa anterior al sismo de septiembre.

Pedro, Juan y Mariano son originarios de Comalcalco, Tabasco, y llegaron desde hace un mes tocando la puerta de las casas damnificadas. “Respetamos los precios de antes, en apoyo a las familias de Oaxaca (…) sólo pedimos un lugar donde dormir, asearnos y un poco de comida”, dijeron los trabajadores.

Ni bebidas energéticas ni electrolitos, para soportar el golpe de sol los albañiles consumen entre cuatro y cinco botellas de 940 mililitros de cerveza al día.

Cada quien en el Istmo construye como puede, sabe y le alcanza y la autoconstrucción ignora las medidas para reforzar las estructuras de las casas.

Al respecto, Jaime Martínez Mier, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en estudios geotécnicos, determinó que “debe existir un reglamento para el diseño de construcción y de cimentaciones acorde a cada zona (…) es importante que se tomen en cuenta las zonificaciones de las características físicas y geotécnica de cada suelo en Oaxaca”.

A seis meses del terremoto, ni los municipios ni el gobierno estatal han gestionado un reglamento de construcción local que instruya a los albañiles y constructores sobre una nueva normatividad.

Al respecto, sólo hay un Reglamento de Construcción y Seguridad Estructural que fue publicado en febrero de 1998, pero que no hace referencia alguna a los procesos de edificación en zonas especiales de Oaxaca.

Para Armando Saldaña, director General de Ordenamiento Territorial y Atención a Zonas de Riesgo de la Sedatu y responsable en la entidad de la reconstrucción sí hay garantía en el control de calidad de las viviendas.

Hemos pedido apoyo a la Comisión de Vivienda de Oaxaca para que se vigile la autoconstrucción y la gente ha tomado mucha conciencia; y en pláticas hemos orientado para que la gente construya con Armex, construya con acero”, sostuvo el funcionario.

Asegura que hay “72% de avance, y este porcentaje es lo que nosotros buscábamos, que las familias comenzaran a trabajar en la autoconstrucción” y dan “dos o tres meses” para que “la gente termine de edificar todo el Istmo”.

Los recursos de 120 mil pesos alcanzan para construir una habitación de 43 metros básicos que es la norma mínima con estándares internacionales. Son dos habitaciones: una sala comedor cocina en un espacio y un baño, para eso sí alcanza muy bien”, aseguró el funcionario de la Sedatu.

Crisis en salud

Herminia, una mujer morena y de ojos grandes, espera su turno en un clínica privada de Juchitán para que vean a su hija de cinco meses, contagiada por sarna costrosa. “Esta enfermedad te deja unas costras y se secan y se hacen manchas oscuras”, pronunció la habitante con un español entrecortado.

La gente en Juchitán prefiere curar sus enfermedades en clínicas particulares que en los servicios de salud de la entidad, en los que la crisis sanitaria se agravó con la contingencia por los sismos.

Durante un mes, el sindicato de trabajadores de la salud se mantuvo en paro en las dependencias. Una deuda de dos mil 400 millones de pesos en pagos a la Secretaría de Hacienda e Instituciones Privadas fue ocultada en el sexenio de Gabino Cué.

Lo que hacía el gobierno del estado es descontarnos (…) pero el dinero no llegaba a donde debía. Cuando nos empezamos a dar cuenta de que estábamos en el buró de crédito” comenzaron una serie de manifestaciones que incluyó un paro general, aseguró Yolanda Ulloa, delegada regional del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Sistema de Salud.

El Hospital de Especialidades de Juchitán, que daba servicio a una población de casi 200 mil pesos, entre la cabecera y otros seis municipios, colapsó después del terremoto.

Cuando finalizó el apoyo de los Titanes de la Salud de Hidalgo, los médicos despacharon en un campo deportivo bajo carpas que fueron destruidas por los vientos de 210 kilómetros por hora que soplan en el istmo, similares a un huracán categoría tres; y ahora en una galera de techo de lámina y divida por tablarroca.

Los médicos oaxaqueños atendieron 75 mil 586 consultas durante la contingencia hasta el paro de labores ocurrido en enero pasado.

Según datos del sistema de salud oaxaqueño, entre los principales motivos de atención destacan la Infección Respiratoria Aguda (IRA) 13 mil 687 (18.11%), diabetes mellitus siete mil 965 (10.54%), hipertensión arterial seis mil 642 (8.79%), embarazo cuatro mil 123 (5.45%) y otros 28 mil 348 (37.36%).

Espacios públicos, a la deriva

En Juchitán, por orden de la alcaldesa Gloria Sánchez, hasta pasada la contingencia están prohibidas las Velas, una de las fiestas más importantes de la cultura istmeña, y las bodas. Ahora, por las tardes, la gente se reúne en sus patios para convivir, pues los salones sociales están suspendidos, mientras que los parques son ahora el mercado municipal.

El bochorno de la tarde es combatido por los vendedores que riegan un poco de agua en los pasillos del nuevo mercado, lo que hace una masilla de polvo y sangre que corre entre las carnicerías y las aguas negras, su olor se mezcla con el de la comida de las “fonderas”, quienes sirven adobo de puerco, pollo llamado “garnachero” y tlayudas de tasajo de res.

En este momento sólo hay un pequeño consumo local, las fiestas están prohibidas y el dinero corre en pequeños flujos (…) nosotros pugnamos por llamar al turismo e ir a donde el turismo para ofrecer nuestra mercancía”, dice María Villalobos, comerciante de trajes típicos istmeños.

Información oficial del ayuntamiento refiere que la reconstrucción del mercado finalizará a finales de este año, con el auspicio de Fundación Televisa, Alfredo Harp Helú y Fomento Social Citibanamex.

De las 58 escuelas primarias, sólo se muestra reconstruido el Centro Escolar Juchitán, el más antiguo de la ciudad y que fue levantado por militares, también responsables de la construcción del Hospital de Especialidades Juchiteco.

Viene Semana Santa, la festividad más importante para los istmeños, y la Iglesia de San Vicente Ferrer, construida en 1551, está hecha añicos. Su campanario izquierdo es sostenido por una estructura de metal, una de sus torres cayó y sumió la tierra donde golpeó.

“Ahí íbamos desde niños a escuchar misa, a tomar el cuerpo de Cristo. ¡Ay no, no quiero ni voltear a ver lo requete feo que se ve!”, exclamó Magdalena, quien se enjuga las lágrimas. “Pero no importa. Guiranu guindisanu (a levantar el espíritu)”.

En un mototaxi se escucha a todo volumen la voz de la poetisa juchiteca Irma Pineda incluida en un rap zapoteco: “porque nuestro canto será eterno, porque seremos nosotros y tú, y los hijos de nuestros hijos, y el temblor de la tierra que sacudirá el mar y seremos muchos corazones aferrados a la esencia de los binnizá (en zapoteca, gente que proviene de las nubes) y no me verás morir”.

Los juchitecos tratan de regresar a su cotidianidad y entre los escombros sopesan la incertidumbre del azote de un nuevo sismo que destroce lo avanzado.

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Antes y después del terremoto en Juchitán (Fotos)