“Me quieren matar; evítenlo, por favor”: Greta Mariana Martínez Corona

23 de Abril de 2024

“Me quieren matar; evítenlo, por favor”: Greta Mariana Martínez Corona

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Foto: especial

Después de 14 meses, un juez determinó que no había elementos suficientes que comprobaran la violencia que sufrió Greta Martínez

Greta no encuentra la paz. Teme morir. Pero hay algo que le aterra aún más: que maten a su hijo de 11 años. Hugo los amenazó. No fue la primera vez, pero ésta fue la más violenta.

Para el juez fueron insuficientes las pruebas que Greta ofreció sobre las amenazas, las golpizas, los encierros y las violaciones a las que fue sometida por Hugo, su pareja por 14 años y padre del pequeño. Quedó en libertad, a pesar de que esta historia encierra un intento de feminicidio.

Al mirar sus fotografías, Greta no se reconoce. Su sedosa cabellera, sus rizadas pestañas y la esbelta figura que lucía con atuendos de moda se han ido. Hoy se ve demacrada, su rostro tiene cicatrices, el cabello se decoloró y tiene dificultades en el habla. Greta ya no es la misma.

Greta Mariana Martínez Corona, actualmente de 42 años, es una jalisciense que desde hace 28 años reside en Mérida, Yucatán. Ella misma se describe como “una luchadora social, independiente, autodidacta y fuerte, pero lo más difícil fue aceptarme como víctima”. Se rehúsa a convertirse en un número más, en un caso más de feminicidio, que se advirtió y no se hizo nada. Por eso vive aterrada.

Sin dinero, sin un empleo fijo, ni el apoyo de familiares, Greta Martínez pierde las esperanzas de que “el agresor”, como ahora llama a Hugo Cardoso Villaseñor, con quien vivió en unión libre durante 14 años y procreó a su hijo después de dos años de vivir juntos, los deje vivir en paz.

Su temor es fundado: “Sé de qué es capaz, si no, no estuviera desgastando mi vida porque tengo la seguridad de lo que viví y lo que vivió mi hijo”. Las autoridades no le creyeron.

“Necesito que volteen a ver, estoy avisando, evítenlo por favor, porque ya (después) somos números, estadísticas; y estas instancias a las que se les fue a ver y que finalmente no hicieron nada, porque en 14 meses no se hizo nada y lo que se hizo estuvo mal. El juez (Antonio Bonilla Castañeda) teniendo el poder de cambiar la situación decidió no hacerlo, y me regresó al principio del sistema, al mismo sistema que cometió todos los errores, para que yo encuentre pruebas. No tengo más pruebas”, contó a ejecentral.

Aún con las fotografías, videos, y audios de las agresiones y abusos de los que fue víctima, incluyendo el testimonio de su hijo, la resolución del juez de control, Antonio Bonilla Castañeda, del Juzgado Primero de Control del Primer Distrito Judicial de Mérida, determinó que no se habían presentado las pruebas suficientes y de las que se conoció no se procuró la debida cadena de custodia para fincar alguna responsabilidad contra Hugo Cardoso, y así vincularlo a proceso.

El dictamen judicial señala que la Fiscalía General de Yucatán no integró debidamente la carpeta de investigación, pues aún y cuando la denuncia de Greta la hizo por intento de feminicidio, la fiscalía puso a disposición del juez el caso, pero por el delito de violencia intrafamiliar.

Soy Greta, viajé a varios países, tuve empresas, soy luchadora social antes de él y ahora después de él, independiente en todos los aspectos, autodidacta, fuerte, lo más difícil fue aceptarme como víctima. Me anuló, estoy regresando, necesito ayuda y justicia”.

Pese a contar con las pruebas que Greta les dio desde el momento en que se decidió denunciar, la dependencia tardó más de un año en turnar el expediente al juez de control. Finalmente, ni por violencia familiar encontraron las pruebas suficientes.

“No puedo regresar el tiempo, ni puedo hacer que me dé golpes más fuertes que queden grabados, no hay forma. Lo que hay en la carpeta (de investigación) es suficiente para ver el grado de violencia de esta persona porque son videos, fotos, palabras de mi hijo, que él mismo graba y le dice ‘por favor ya no vengas a golpear a mi mamá’. Es un niño con una consecuencia psicológica del abuso del agresor, pero también de las instituciones, porque les dices una y otra vez que te intentaron matar, lo transcriben, pero no lo toman en serio”, acusó Greta.

Fueron 14 meses que, en voz de Greta, estuvieron repletos de complicados y desgastantes procedimientos judiciales, con pruebas psicoforenses, psicológicas, físicas, memoriales de los abusos, trámites y oficios de una carpeta de investigación con más de tres mil fojas, que después de tres audiencias llevaron a Greta al mismo punto de partida; le pidieron que recolecte más pruebas porque las presentadas son insuficientes. Catorce meses “que nos quitaron la vida a mí y a mi hijo”, lamentó.

›“Seguimos cada instrucción, las audiencias se realizaron el 21, 26 y 27 de noviembre, cada una duró entre seis y 10 horas; llego a la última audiencia y por errores, negligencias, omisiones de la fiscalía, de lo que he denunciado desde un principio, desde hace 14 meses, se toma la decisión de no vincularlo a proceso, y de forma increíble quedó completamente libre”.

Justamente entre los días que se celebraron las audiencias en las que Greta pretendía que fuera vinculado a proceso Hugo, el 24 de noviembre pasado, la asociación Equis: Justicia para las Mujeres, que dirige Ana Pecova, suscribió en Mérida un convenio de colaboración con el Instituto Municipal de la Mujer, en el marco del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

En su intervención, la activista señaló que si bien la ciudad yucateca no presentaba la misma tendencia de violencia que se percibe en el resto del país, sí había un problema constante de casos de violencia doméstica o familiar, y advirtió que este tipo de violencias “son la antesala del feminicidio”. Muchos casos acaban así, señaló Pecova, al pronunciarse porque “debe existir una labor de prevención del feminicidio, para abordarlo desde la violencia familiar, a través de políticas que traten los conflictos entre parejas”, puntualizó.

“Si bien no hay índices altos de violencia en la vía pública (de Mérida), en el hogar y con la pareja o expareja es una constante, década tras década, sin importar las políticas públicas impulsadas”, lamentó la directora de Equis al reconocer que el caso que sufría Greta Martínez no resultaba atípico en la entidad.

13 estados tienen tasas de lesiones superiores a la media nacional: Querétero, Guanajuato, BC, BCS, Edomex, SLP, Michoacán, Colima, Coahuila, Hidalgo, Q. Roo, Zacatecas y Oaxaca.

El temor y la desesperanza que abruman y paralizan a Greta se deben a la realidad en la que casos como el de Abril Pérez Sagaón, el de Ema Gabriela Molina Canto o el más reciente de Rocío Mendoza Estrada siguen un mismo patrón: las tres fueron víctimas de abusos, violencia y amenazas por parte de sus parejas, alertaron del peligro mortal que corrían, pero finalmente fueron asesinadas.

Principio del fin

Las ganas de trabajar y sobresalir siempre fueron cualidades de Greta. Lejos de considerarse una soñadora, desde muy joven la mujer originaria de Guadalajara, Jalisco, supo valerse por sí misma, y a sus 26 años llegó a dirigir Visage, una empresa dedicada a organizar eventos con edecanes y modelos que se posicionó como la principal y más prestigiosa de Mérida por varios años; también estuvo a cargo de otros negocios como boutiques y un cibercafé.

Fue precisamente al encabezar la compañía de edecanes, cuando la vida de Greta Mariana cambió al conocer a Hugo Cardoso Villaseñor, un administrador de empresas originario de la Ciudad de México, de unos 35 años en ese entonces, quien también había decidió radicar en tierras peninsulares. Se hicieron novios.

El viacrucis de Greta: Además de soportar la violencia de su pareja, Greta se ha enfrentado al desdén de las autoridades, que han subestimado las pruebas presentadas.

Al paso de dos años de haber formalizado su relación, en enero de 2006, Greta y Hugo deciden vivir juntos, pero una vez que compartieron el mismo techo, Hugo mostró su verdadera personalidad. En su denuncia de hechos, Greta reveló que la anulación y asilamiento que vivió con su expareja comenzó prácticamente desde que quedó embarazada, y se agudizó cuando su bebé nació, en noviembre de 2008.

“Estando dentro de esta violencia no te percatas de cómo te van aislando y te quitan todo, tu dinero, familia, amistades, ya eres ajeno de tu propia identidad. Yo veo fotos mías hace ocho años y ahora, y no me reconocen las personas que ahora intento volver a ver. En los años que vivimos juntos jamás se celebró un cumpleaños, nadie conoce la casa, entonces a la hora de pedir auxilio nadie podía acudir porque la violencia fue aumentando de psicológica, a patrimonial, a humillaciones, amenazas, aventar objetos”. Ese sólo fue el inicio.

La violencia aumentó al grado de asilarla por días y al enclaustrarla en una habitación, oculta dentro de la casa que el mismo Hugo adecuó para tenerla incomunicada, sin comida, con golpes, violaciones y vejaciones que llegaron al grado de que él le exigía que se hiciera la dormida para ultrajarla y así tomarle fotografías.

“Cada vez que yo le decía que me quería separar, se ponían más fuertes las agresiones hasta llegar al punto de los golpes donde, ya no hubo una parada hasta llegar al grado de tenerme encerrada, atada, sin comer y totalmente incomunicada. Por estos abusos, de estos golpes perdí la capacidad de hablar, me lastimé un ojo; entonces, muda, sin ver bien y con 39 kilos, sin nadie que me apoyara, en ese momento sin familia ni amistades. Me aisló por completo”.

A mi hijo, no

El 27 de septiembre de 2018 fue el día que Greta sólo había concebido en pesadillas. Luego de la violencia, el aislamiento y las vejaciones de las que había sido víctima desde que en junio de 2017, Greta vio a su hijo en peligro, por lo que no tuvo otra opción que reaccionar para pedir ayuda. Así lo hizo y las autoridades no le dieron la razón.

“Cada vez que yo le decía que me quería separar, se ponían más fuertes las agresiones, al grado de llegar a los golpes y tenerme encerrada, atada, sin comer y totalmente incomunicada”. Greta Mariana Martínez Corona, víctima

Ese día, Hugo amenazó al niño con un cuchillo. “Ese mismo cuchillo lo volteó colocando la punta en mi cuello y me dijo: primero lo mato a ese cabrón, (refiriéndose a nuestro hijo) para que tú observes, después te mato a ti, luego me mato yo, y que todo chingue a su madre. Hugo baja el cuchillo, sin soltarme la mano y me dijo voy por él, pero yo logro quitarle el cuchillo y le dije: ‘ya no hables de matar’”, se lee en el extractó que Greta denunció ante el Ministerio Público.

Fue hasta esa última noche, relata Greta, cuando su hijo presenció ese momento muy fuerte con la amenaza de “te voy a matar, pero primero lo voy a matar a él”, cuando dijo que pudo tener la fuerza para quitarle el cuchillo de la mano, y aunque la alcanzó a agarrar otro y se fue contra ella, consiguió escurrirse para huir de él subiendo y bajando de la mesa para que no la alcanzara y así poder llegar a las escaleras.

“Por supuesto que trataba de correr, esconderme, escapar, pero hubo muchos momentos en que no pude hacerlo. Él mide 1.87, yo mido 1.60, él pesa más de 100 kilos y yo llegué a pesar 39, o sea lo máximo que llego a pesar son 50 kilos”, relata Greta.

Sobre este y otros episodios que tuvo Greta, ella asegura que pudo captar videos y fotografías, incluso varias de las imágenes quedaron resguardadas en las cámaras que él mismo colocó al interior de su casa para monitorearla y asegurarse de que no saliera.

Aunque Hugo llegó a destruir varios teléfonos que contenían las evidencias de sus abusos, el hecho que se hayan registrado con fechas distintas, y las fallas del MP para integrarlas provocaron que el juez Bonilla Castañeda las anulara en la audiencia del pasado 27 de noviembre.

Oscuro historial

Asiduo por ejercitarse con pesas, Hugo Cardoso, el “administrador y representante de múltiples empresas” quien hoy en día tiene 51 años, procuraba mantener bajo control a Greta con base en chantajes y amenazas, pero a la vez ocupaba un doble discurso en el que le prometía amor incondicional y que la situación para cambiaría para bien de ambos.

›El temor por las obsesiones, celos, fijaciones sexuales y la violencia física y psicológica que cada vez evidenció de una manera más agresiva Hugo, al encerarla en una habitación aislada por hasta cinco días; maniatarla y colgarla para violarla, y obligarla a posar semejando que estuviera muerta, se agudizaron por el círculo y respaldo de personas poderosas, con las que Greta denuncia que Hugo mantiene relación

Desde que Hugo tenía 17 años, cuenta su expareja, ha trabajado con Ricardo Nevárez Ocampo, “es una persona que tiene muchísimo poder y dinero”, y precisamente al estar cobijado por él, apunta, es que él ha podido pagar abogados más eficaces para ganar este tipo de asuntos.

Ricardo Nevárez Ocampo, junto con su paisano yucateco, el hoy exbanquero, Carlos Cabal Peniche, estuvieron involucrados en el caso del Grupo Havre, fundado por Ocampo, que en la década de los 90 protagonizó un fraude financiero por varios miles de millones de pesos al fisco. A la fecha, el propio Hugo Cardoso utilizó la imagen de poder de “el ingeniero”, su jefe, para hacerle llegar mensajes de sometimiento a Greta.

“Te extraño mucho, confío en ti, en tus promesas. Eres una gran mamá compensaré todo esto y siempre lo estoy cuidando, lamento mucho lo pasado, pero no sabes de lo que es capaz el ingeniero y no sé si podré seguir protegiéndote ya haz visto cómo se las gasta, amor no sé qué sería de mí si algo te pasara, cada vez está más loco”, se lee en uno de los mensajes que recibió Martínez Corona justo una semana antes de que el mismo Hugo la amagara con un cuchillo en la garganta.

Gritos en el desierto

Desde la Fiscalía de la Mujer, el Instituto para la Mujer, Derechos Humanos, “he recorrido todas las instancias a nivel Yucatán, Derechos Humanos, la CEAV (Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas), pero sólo ha sido un discurso desde diciembre de decir sí, desde este momento hacemos el registro tuyo y de tu hijo para acceder a los apoyos que se dan, tanto psicológicos, ayuda económica. Estoy en una situación deplorable porque el agresor no ha dado un solo peso en todos estos meses”.

La situación empeora, pues encima de que las pruebas que presentó Greta y que obran en el expediente, su excónyuge ha interpuesto en su contra dos denuncias para quitarle la patria potestad. El terror se agrava porque, aunque ha buscado ser escuchada, el riesgo de que le quiten los policías que la custodian a ella y su hijo, para evitar que Hugo se les acerque puede perderlo en cualquier momento, luego de que el juez desestimara el proceso que por más de un año mantuvo Greta.

“Es muy frustrante ir viva a denunciar que te intentaron matar y por el hecho de ir viva no te crean. Las medidas —de restricción para Hugo— fueron por ayuda de activistas que me están asesorando, y se tardaron en dárnosla más de tres meses, mientras nos escondíamos en cuartos de hoteles de 50 pesos. Ya no es sólo una violencia de esta persona, ahora es una violencia institucional”, acusó Greta.

La zozobra embarga a Greta al recordar que, aunque le habían otorgado policías antimotines para resguarda, a su victimario poco le importó. “A pesar de la denuncia, a pesar de que esta persona con todo y que me otorgaron policías antimotines la persona me perseguía con los antimotines detrás, me manda mensajes de amenaza directa, de violencia psicológica donde por un lado me dice que todo se va a arreglar, y por otro me dice que su jefe (Nevárez Ocampo) me va a mandar a hacer algo”.

Se trata, dice Greta, de sobrevivir con miedo en el que si bien pueden pasar tres, cuatro meses sin que ocurra nada, “pero va a suceder porque conozco a la persona, sé de lo que es capaz”.

“Quiero un día de paz”

El hijo que Greta Martínez concibió con Hugo Cardoso tiene 11 años y aparece en un video en el que le pide a su padre que haga lo posible para tener una vida tranquila y en paz.

“Hola, papá, no sé si estés viendo esto, si te llegue el mensaje, sólo quiero decirte que no sé si tengas que romper con mamá, no sé que tenga que pasar, pero yo quiero una vida tranquila.

“Yo no quiero un teléfono, yo no quiero ninguna de esas cosas, yo sólo quiero una vida normal; sólo quiero un día de paz, un día en el que tal vez no estén juntos, pero un día en el que sepa que vas a estar tranquilo, que no tenga que tener miedo a que vengas a golpear a mamá o que vengas a hacer cualquier otra cosa. Que no tenga que esconderme, que no tenga que reservarme tanto, sólo quiero eso”, dice el menor de pie en lo que parece se trata de su habitación.