Mitos

23 de Abril de 2024

Luis Alfredo Pérez

Mitos

Una canción de Gustavo Cerati dice que las cosas brillantes suceden de repente, “como la geometría de una flor.” A veces las fuentes de inspiración y conocimiento son también inesperadas.

Hace unos días, investigando sobre cómo Nike, RedBull, Apple y Coca Cola utilizan historias para crear un aura alrededor de sus productos, leí un libro sobre la importancia de los mitos escrito por uno de los autores seminales en el tema, el norteamericano Joseph Campbell (1904-1987).

Hasta entonces, cuando yo pensaba en “mitos”, las palabras que mi mente añadía a continuación eran “griegos” o “católicos”. Y tras varias experiencias con profesores culteranos hablando de cosas que ni ellos entendían, esperaba que el libro fuera una piedra que me ayudara a recuperar el sueño perdido en los últimos años.

Pero me encontré con que, cuando Campbell hablaba de mitos, no se refería a una tradición particular; le interesaban todos los mitos. Quería comprender su origen, pero no sólo histórico y social, sino último: ¿Por qué el ser humano tiene necesidad de crearlos? ¿Por qué tantos mitos esenciales en diferentes culturas aluden a situaciones semejantes? ¿Por qué son tan importantes, y trascienden épocas, fronteras y civilizaciones?

Lo que late en los mitos, descubrió Campbell, ha ido formándose desde la época de los neandertales. Igual que el miedo que sentían nuestros ancestros aún nos hace sobrecogernos cuando escuchamos un trueno, los mitos cargan con códigos que se han acumulado durante los miles de años que el ser humano ha estado sobre la faz de la Tierra. Por eso aún resuenan en nosotros, e inmediatamente nos identificamos con la historia de un héroe que se ve forzado a salir de la seguridad de su mundo y luchar por algo valioso.

Campbell descubrió que los mitos tienen varias funciones.

Los grandes mitos de todas las culturas reflejan las dos dudas esenciales que ocupan al ser humano desde un principio: por qué estamos vivos –– y por qué tenemos qué morir. Estos mitos nos hacen ver la maravilla y el misterio que representa nuestra existencia, y la de todo lo que nos rodea.

Los mitos sociológicos, por su parte, sirven para validar y mantener un orden social particular. Como se originan en cada sociedad, no hay buenos ni malos; dependiendo donde hayamos nacido, encontraremos mitos que sustenten la poligamia o mitos que sustenten la monogamia. El gran problema es que muchos están desfasados, porque siguen tomando como referencia condiciones sociales, económicas y culturales de sociedades de hace cientos o miles de años, sin relación con el mundo actual.

Por último, los mitos tienen una función pedagógica, que consiste en enseñarnos cómo vivir. Su influencia es más sutil de lo que parece. Si crecemos escuchando que nuestros antepasados ofrecían sacrificios humanos a sus dioses para que no los mataran, quizá nos parezca lo más natural del mundo dar moches a los poderosos para que no se meten con nosotros.

Cada individuo, dice Campbell, debe encontrar la manera en que los mitos se relacionan con su propia vida. Pero hace notar que el sentido último de los grandes mitos es ayudar a los seres humanos a convertirse en adultos y enfrentarse a la vida y al misterio de su existencia. Y que los mitos son pistas a las posibilidades espirituales de nuestra existencia.

En otras palabras, si levantamos las antenas y escuchamos lo que late detrás de ellos, nos daremos cuenta de que desde siempre, el ser humano ha percibido que hay algo más allá de lo aparente; que su vida tiene una dimensión que va más allá de lo material; y que si abre su espíritu, escuchará la música del universo.

Pero en otro libro leí estos días que, en un mundo que ya no da importancia a los grandes mitos, son las marcas las que están creando los nuevos. Coca Cola nos asegura, por ejemplo. que si encontramos una botella con el nombre de nuestra madre, novia, amante o jefa, y la destapamos juntos, compartiremos la felicidad. Es lo que podríamos llamar un mito de plástico, y una felicidad bastante ligera: como de agua azucarada.

Twitter: @luisalfredops www.librosllamanlibros.com