Más que una guerra

19 de Abril de 2024

Gabriela Sotomayor

Más que una guerra

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Parece la Tercera Guerra Mundial o algo así. En los libros de historia no será catalogada con ese nombre, pero para efectos prácticos así lo estamos viviendo y ya se vislumbra un escenario de posguerra.

Una guerra impensada en la que el enemigo es desconocido, invisible, para el que no hay arma de destrucción masiva. La única defensa es el agua, jabón y una mezcla rara de gel con alcohol.

Increíble ver al mundo de rodillas ante un patógeno, “el enemigo número uno de la humanidad’’, tal como lo calificó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud, ahora acribillado por los proyectiles lanzados por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

La primera batalla la libró Xi Jinping. Al inicio, Beijing escondió información vital sobre la neumonía atípica que surgió en diciembre, reprimió a los denunciantes hasta que la verdad salió a la luz y el héroe, el doctor Li Wenliang, murió en el campo del honor en Wuhan abatido por el virus.

Tedros, convertido en el general a cargo de la avanzada para eliminar al enemigo, con el estallido en Europa entre fuego cruzado de China y Estados Unidos, planea emboscadas para atrapar al Covid-19.

Ha sido blanco de innumerables ataques, de amenazas de muerte y al genio de la Casa Blanca, quien es racista, no le gustó que un sencillo y amable médico etíope de raza negra le dé ordenes.

“Ponga en cuarentena la politización del Covid-19”, lanzó Tedros advirtiéndole que de lo contrario “tendremos muchas bolsas para cadáveres frente a nosotros si no nos comportamos”.

“Me llaman nombres, soy negro, estoy orgulloso de ser negro’’, dijo Tedros reconociendo que pudo equivocarse, “pero no es el momento de apuntar con el dedo”.

El conflicto pega ahora en las Américas, librado por soldados de batas blancas que necesitan un armamento que escasea. Hubo tiempo para prepararse y almacenar. México vendió el equipo, ahora está desesperado por conseguirlo.

Se marcaron alianzas, algunos países se unieron, otros se blindaron, algunos le dieron la mano al narco.

Ese golpe dolió.

Hacia fines de febrero la OMS lanzó una guía a los gobiernos para enfrentar al coronavirus:

“¿Están listos para el primer caso?¿Tienen unidades de aislamiento listas para funcionar?¿Cuentan con suficiente oxígeno, respiradores mecánicos y otros equipos vitales? ¿El personal de salud tienen la capacitación y el equipo que necesita para mantenerse a salvo? ¿Saben cómo tomar muestras de los pacientes?

“¿Tienen las medidas adecuadas en los aeropuertos y cruces fronterizos para evaluar a las personas que están enfermas?

¿Los laboratorios tienen los productos químicos adecuados que les permiten analizar muestras, hacer pruebas? ¿Están listos para tratar pacientes con enfermedades graves?

“¿Los hospitales tienen procedimientos correctos para prevenir y controlar infecciones? ¿La gente tiene la información correcta?, ¿sabe cómo es la enfermedad?, ¿están listos para luchar contra la información errónea? ¿Tienen a la gente de su lado para combatir este brote?’’. Estas son algunas cuestiones que marcarán la diferencia, remarcó Tedros, “cualquier error puede ser fatal, esto es literal”.

Tedros advirtió que “si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es no, su país tiene un hueco que explotará este virus”.

Así, la OMS tendrá que revisar sus decisiones por la pandemia, tal como hace después de una emergencia sanitaria. Un proceso que se hace para evaluar y marcar las pautas hacia el futuro. Lecciones aprendidas, le llaman.

Algunos líderes fallaron en el frente, no fueron a la caza del virus, y por ello hay más de cien mil muertos, los soldados están abandonados a su suerte en la línea de fuego mientras los civiles se encierran en su casa, algunos con miedo de morir de hambre. La humanidad sigue hundida en la incertidumbre, esperando la última ofensiva: la guerra por la vacuna.