Nuestros apetitos insanos y quienes los fomentan

25 de Abril de 2024

Nuestros apetitos insanos y quienes los fomentan

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La historia del tabaco: la primera planta que gracias al cultivo y la adicción humana fue global, tiene lecciones que llegan hasta el uso de las redes sociales

A principios del siglo XVII, Opechancanough, un jefe powhatan cuyo nombre significa “él, que tiene el alma blanca”, había logrado unir a 31 tribus locales para combatir a los ingleses en el sur de lo que actualmente es el estado de Virginia en Estados Unidos; en particular a la Compañía de Virginia, cuyo negocio era el cultivo y la exportación a Europa de tabaco.

La derrota inglesa fue de tal magnitud que el rey Jaime de Inglaterra e Irlanda y VI de Escocia decidió no mandar a más de sus súbditos a la muerte y revocó los estatutos de la compañía el 24 de mayo de 1624, a pesar de que con ello renunciaba a la posibilidad de recuperar las 200 mil libras esterlinas que se habían invertido en ella.

Según cuenta Charles C. Mann en su libro 1493. Uncovering the New World Columbus Created, Opechancanough no ordenó un asalto final que habría empujado a los extranjeros al mar.

La razón de su vacilación nunca se sabrá con certeza, porque los relatos ingleses proporcionan la gran mayoría de los registros históricos”, relata Mann. Pero una posible explicación es que Opechancanough, en realidad, ya había perdido el territorio. “Al cultivar tabaco, los ingleses habían transformado el paisaje en algo irreconocible”.

Hasta antes de la llegada de los europeos, los habitantes de la zona habían cultivado tabaco en pequeñas cantidades, una especie llamada Nicotiana rustica, misma que tomaban en infusiones. En América del Norte se han encontrado especies diferentes de tabacos indígenas, como N. quadrivalvis, N. attenuata, y N. obtusifolia, que son algunas de las alrededor de 100 especies de plantas de 55 géneros distintas que se fumaban y de las que la principal era el kinnikinnick o gayuba (Arctostaphylos uva-ursi).

A sugerencia de John Rolfe (quien por cierto fue el marido de la famosa Pocahontas), los colonos ingleses, interesados en vender tabaco en Europa y competir con los españoles, empezaron a sembrar Nicotiana tabacum, la especie de mejor calidad que se cultivaba en la zona del Caribe, y con ella habían ido sembrando, y destruyendo grandes áreas, pues las plantas de tabaco empobrecen terriblemente los suelos de potasio y nitrógeno, por lo que quizá Opechancanough dio por perdidas las tierras.

No es exageración decir que la de Nicotiana tabacum es una de las mayores historias de éxito que se conoce, ya que fue la primera planta que, gracias al cultivo y la adicción humanas, fue realmente global. En la época de Opechancanough, el tabaco era tan valorado en Virginia que era moneda de cambio; hay evidencias (pipas) de que se fumaba en el sur de China desde 1549, y en poco tiempo se convirtió en un artículo de lujo en China, India y otros países.

En Europa, durante la década de 1640, el Vaticano recibía quejas de que los sacerdotes celebraban la misa con cigarros encendidos, al punto de que el papa Urbano VIII, el mismo que condenó a Galileo a arresto domiciliario, prohibió fumar en las iglesias. Pero el tabaco fue muy exitoso desde mucho antes.

Fumando desde el pleistoceno

El 11 de octubre de este año se publicó en la revista Nature Human Behaviour el reporte de una investigación que podría cambiar por completo lo que se sabe sobre cómo y cuándo se domesticaron por primera vez las plantas de tabaco del género Nicotiana.

Daron Duke y sus colegas del Far Western Anthropological Research Group en Davis, California, encontraron en el sitio histórico de Wishbone, en Utah, un hogar con cuatro semillas de plantas de tabaco quemadas, entre otras cosas. Estas semillas, según las pruebas de radiocarbono, tienen aproximadamente 12 mil 300 años de antigüedad, nueve mil años más de lo que se había documentado hasta ahora.

Esta investigación podría también llegar a modificar el sitio de origen del cultivo del tabaco, que hasta ahora, por la evidencia arqueológica, se situaba en la región amazónica, desde donde se habría llevado hasta el Norte. Ahora se puede pensar que el camino tuvo el sentido contrario.

Aunque el equipo de científicos no puede decir con certeza cómo se usó el tabaco, el hecho de que solo queden semillas implica que se consumieron las hojas y los tallos de la planta, que son justamente las partes que tienen el efecto intoxicante. “La gente en el pleistoceno probablemente fumaba o masticaba tabaco de manera similar a como se usa hoy”, comentó a Nature Jaime Kennedy, arqueólogo de la Universidad de Oregon no relacionado con la investigación.

El equipo de Duke también encontró semillas carbonizadas de otras plantas tradicionalmente consumidas por las comunidades nativas americanas, en particular de los géneros Chenopodium, entre cuyas especies hay varias que en México se conocen como huauzontles, las quinuas y que en inglés reciben el nombre de goosefoot (pata de ganso); Deschampsia, conocida como hairgrass, y Calandrinia que actualmente no se usan como alimento.

Para Kennedy, es especialmente interesante que se haya encontrado tabaco junto con semillas de plantas comestibles, y el descubrimiento “destaca la antigua relación simbiótica entre las personas y las plantas como el tabaco que florecen en suelos alterados antropogénicamente”.

Hay una multitud de ejemplos de plantas no comestibles con las que los humanos hemos entablado relaciones simbióticas por sus efectos estimulantes, las más exitosas en la actualidad son la coca, de origen sudamericano; el té, asiático, y el café, africano. Curiosamente, estas dos últimas plantas se relacionaron con nosotros, y nos convencieron de cultivarlas a nivel mundial, a través de la misma sustancia, la cafeína, que recibió ese nombre, y no el de teína, por ser más abundante en los granos del café que en las hojas de té.

Pero la más exitosa es sin duda el tabaco pues incluso se ha planteado la hipótesis de que las plantas del género Nicotiana fueron las primeras en ser domesticadas en las Américas, no solo antecederían al cultivo de maíz sino que posiblemente habrían sentando las bases para el mismo.

Una revisión de 2018 hecha por un equipo de la Universidad de Washington, encabezado por Shannon Tushingham, retoma la hipótesis de que el proceso de domesticación del tabaco comenzó quizás hace entre seis y ocho mil años en la región de los Andes; así especies como Nicotiana rústica y N. tabacum, que tienen hojas más grandes y mayor contenido de nicotina que las variedades silvestres, serían producto de la selección humana.

De momento no hay forma de saber si las cuatro semillas que se encontraron en Wishbone son producto del cultivo, pero parece razonable suponer que las poblaciones tanto de América del Sur como del Norte desarrollaron su cultivo.

La perdida mística del tabaco

Sea como haya sido, el tabaco se convirtió, como dice Mann, en “el vicio favorito desde Mesoamérica a Maine”, aunque por lo que se sabe parece un tanto injusto llamarlo vicio, pues el tabaco tenía connotaciones religiosas y espirituales, mismas que empezaron a desaparecer después de 1493.

Mann cuenta que en 1635 en Manchuria el khan Hongtaiji descubrió que sus soldados “estaban vendiendo sus armas para comprar tabaco”; que se convirtió en el sello distintivo de los ricos en China, quienes se jactaban de su incapacidad para comer, conversar e incluso pensar sin una pipa encendida, y que hasta surgió el subgénero poético del himno al tabaco (...zarcillos azulados que nacen del humo sutil, el compañero del caballero, calienta mi corazón y deja mi boca sintiéndose como un horno divino).

›Fue hasta mediados del siglo pasado que se empezó a averiguar que fumar tabaco era la principal causa de muerte evitable, oscuro honor que mantiene hasta la fecha, aunque el azúcar le hace competencia en muchos países, como México.

Alrededor de 1950 empezaron a salir los primeros reportes que sugerían que fumar podía ser causa de cáncer de pulmón. Entonces, en diciembre de 1953, representantes de la industria tabacalera de Estados Unidos y la agencia de publicidad Hill & Knowlton generaron lo que se conoce como “el libro de jugadas de las tabacaleras”.

La primera “jugada” se dio en 1954, cuando se pagó en cientos de periódicos estadounidenses la publicación de la “Declaración franca a los fumadores de cigarrillos”, donde la industria afirmaba que la salud pública era su preocupación principal y prometió una variedad de cambios de buena fe. “Lo que siguió fueron décadas de engaños y acciones que costaron millones de vidas”, señala un análisis de Kelly Brownell y Kenneth Warner de 2009, que calcula hasta ese año 16 millones de muertes tan solo en Estados Unidos, más los millones de personas que tienen enfermedades debilitantes.

El manual de jugadas, resultó tan exitoso que ha sido adoptado y adaptado con éxito por las industrias petrolera y de comida. De hecho el análisis de Brownell y Warner se titula Los peligros de ignorar la historia: las grandes empresas tabacaleras jugaron sucio y millones murieron. ¿Qué tan similar es la Big Food? Y la respuesta es: igual y hasta más eficiente.

En 2016, gracias a una filtración a la Universidad de California en San Francisco (UCSF), se dio a conocer que la Asociación del Azúcar pagó, en 1965, a científicos de Harvard para que desviara la atención del azúcar como causante de problemas cardiacos y que culparan a las grasas, cosa que hicieron con un artículo publicado en la revista New England Journal of Medicine y lograron desviar la atención durante décadas.

Estas prácticas han seguido y han llegado a México. A principios de septiembre, un estudio de la propia UCSF reveló que la industria pagó a científicos mexicanos para hacer investigaciones que indicaran la inutilidad como medida de salud pública del impuesto que se puso en el país a las bebidas azucaradas en 2014, ya que México fue uno de los primeros países en adoptar esta medida (que estudios independientes ya han mostrado que sí funciona).

Epílogo de jugadas de manual

El tabaco comercial moderno tiene una amplia gama de aditivos que sirven para mejorar la liberación fisiológica de nicotina y la adicción, enmascarar los olores ambientales de los cigarrillos y ocultar los síntomas nocivos y las enfermedades asociadas con el tabaquismo” señala el equipo de Tushingham.

Pero quizá esto es menos grave que la vigencia del manual de jugadas y de las amplias posibilidades que sigue habiendo de ponerlo en práctica, como acaba de mostrar Facebook, que, en palabras de Christia Spears Brown, profesora de psicología de la Universidad de Kentucky, “ha sido sorprendido robando una página del libro de jugadas de la industria tabacalera: niegue que su producto es dañino, incluso cuando sus propios investigadores prueban que lo es”, en referencia al daño que Instagram causa sobre todo a las adolescentes, según reveló el Wall Street Journal hace poco más de un mes.

En este caso, como con la industria petrolera y la de alimentos y bebidas, conviene recordar que otra jugada del manual es hacer promesas de autorregulación… y, por supuesto, no cumplirlas.