En el lejano 1958, en preparación para la Copa Mundial de Futbol, México jugó un partido en Lisboa contra Portugal.
En la cena, de repente, un gran defensa, José Villegas, al que apodaban El Jamaicón, se paró sin que nadie lo viera hasta que lo fue a buscar el entrenador Ignacio Trelles, quien le preguntó qué sucedía y por qué estaba melancólico.
El Jamaicón estaba triste por la comida. “Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes o un rico pozole, y no esas porquerías que ni de México son”.
Aquella anécdota dio origen al popular “síndrome de El Jamaicón Villegas”, que describe la nostalgia y depresión por lo mexicano. Pues don Andrés Manuel López Obrador no pasó por eso mismo, natural de quien ha hecho su vida prácticamente en su tierra, y para compensar el menú de la cena en la Casa Blanca, en la Embajada de México en Washington, le prepararon un repertorio ad hoc para que ni de chiste extrañara la cocina mexicana que tanto aprecia.
