1.
La estrategia adoptada por Suecia para enfrentar el nuevo coronavirus no podría haber estado ajena a la polémica, pues implica un juicio moral sobre si las muertes acaecidas podrían haberse evitado o no. Tal sucede en todo el mundo, pues ningún gobierno pudo anticipar el impacto de algo tan imperceptible e imprevisible como es un virus, habida cuenta que en la naturaleza coexistimos y tenemos relaciones simbióticas o antagónicas con una enorme diversidad de virus y microorganismos. Ante ello, la peor estrategia adaptativa sería el aislamiento, siendo aquellos seres que desarrollan inmunidad quienes hoy pueblan el planeta. En realidad, lo que la OMS ha tratado de hacer es mitigar el impacto y reducir las pérdidas, pero el objetivo último es desarrollar algún medio para lograr la inmunidad general, sea el obtener una vacuna o un tratamiento eficaz, como sucede con otros virus letales enfrentados en el pasado, el VIH proveniente de Africa y el Caribe en los ochenta, el SARS de China al despuntar el siglo XXI o el AH1N1 en 2009, cuando dicho virus surgió en las granjas porcinas de México y Estados Unidos.
2.
Ahora Suecia enfrenta por igual críticas y valoraciones por haber hecho lo que hizo. Cada día, nos dice Josh Michaud (“Sweden’s strategy should not be the World’s”, Foreign Affairs, mayo 20 de 2020) las opiniones se sitúan en cualquiera de dos campos; los que sostienen que el país adoptó una efectiva manera de enfrentar la pandemia, tal como se refiriera en la entrega anterior de Foreign Affairs por Karlson, Stern y Klein, y quienes dicen lo contrario, al considerarlo una riesgosa forma de poner en riesgo la salud de la población.
3.
Con los datos tomados del campo clínico y de actuación de las autoridades suecas no podría establecerse si la estrategia debiera ser adoptada por otros países; es claro que no puede serlo, pues ninguna autoridad en ninguna parte puede simplemente decir que habrá de arriesgar la salud de los habitantes. Por definición, los gobiernos eluden la posibilidad y enfrentan la contingencia con un enfoque total para evitar las bajas. Sin embargo, la realidad no funciona así, menos en el campo de la microbiología, cuando los adversarios son simplemente intangibles.
4.
Al final de la historia de esta pandemia deberá suceder algo similar a lo que pasó antes con VIH, SARS ó AH1N1, esto es, ya no causan pánico no obstante saber que ahí siguen infectando y causando miles de muertes según lo muestran las estadísticas de la OMS, quien refiere que tan sólo las gripes estacionales infectan cada año de cinco a seis millones de personas y causan la muerte de 300 a 650 mil personas. Es decir, al final de la historia deberá haberse alcanzado la anhelada inmunidad de grupo porque los humanos, seres sociales y colectivos por naturaleza, no podríamos vivir aislados o en burbujas por un largo periodo de tiempo. Baste ver el impacto severo en la economía que el virus de Wuhan ha tenido, causando la pérdida de unos 65 millones de buenos empleos en el mundo y la muerte hasta el momento de 380 mil personas, invaluables todas ellas.
5.
En México estamos próximos a entrar a otra fase de la estrategia de contención y mitigación de los efectos del coronavirus. Como muestran las cifras publicadas, el sistema de salud no ha sido rebasado si bien se encuentra muy cercano a la saturación, en tanto que las lamentables muertes muestran que se debe trabajar en las comorbilidades, notoriamente hipertensión, diabetes, obesidad mórbida y enfermedades pulmonares crónicas. En tanto no se tenga una vacuna o un tratamiento eficaz, habrán de seguirse las recomendaciones de la OMS para reanudar gradualmente las actividades económicas y sociales, fortaleciendo el sistema de salud con los equipos y materiales necesarios para otra ola previsible en el próximo invierno, así como las medidas de sana distancia, higiénicas y de espacios laborales, escolares, recreativos y de transporte.