Un destino común

25 de Abril de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Un destino común

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1. La relación con los Estados Unidos nunca ha sido fácil y siempre ha estado caracterizada por las asimetrías y no pocas veces, antagonismos. En una época, estuvo determinada por la confrontación y la distancia. En otra, por la gran cicatriz del gringo viejo con el que Carlos Fuentes definiera nuestra frontera norte. Más recientemente, por los intentos de comprender la complejidad de las interacciones en una de las vecindades más complejas de la historia moderna, significada con el oso y el puercoespín del embajador Jeffrey Davidow. En todo caso, pocas veces parece estarse a gusto con lo que sucede no obstante están obligados a coexistir de la mejor manera posible.

2. Hace 26 años, el país dio pasos fundamentales hacia algo diferente, que de alguna manera perfiló un destino común en el bloque de América del Norte. El mundo cambiaba aceleradamente, la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética terminaron con la lógica bipolar del mundo de posguerra y se estaban gestando bloques políticos y comerciales en Europa, el sudeste asiático, el mercado común sudamericano y la consolidación de Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica como naciones emergentes en busca de un espacio propio. Los mercados abiertos, la innovación tecnológica, la portabilidad de las inversiones y factorías y la revolución de la información y las comunicaciones perfilaban lo que nunca se había visto, un mundo sin fronteras, libre circulación de bienes y mercancías y ampliación irreductible del bienestar y el conocimiento.

3. Pero los Estados Unidos seguían siendo la única gran superpotencia mundial, con el poder financiero, tecnológico, militar y del conocimiento suficiente para sostener la hegemonía en el incipiente Siglo XXI. Por ello la relevancia y la tensión interna generada al abrir las fronteras e integrarnos en un tratado comercial con los Estados Unidos y Canadá, para pasar de ser un país proteccionista a una de las naciones con mayor disposición al libre comercio, pero sin la integración política que se vivía en la Unión Europea. Es decir, no seríamos España en la Unión Europea, sujeta a las reglas supranacionales de la zona euro, pero sí tendríamos reglas comunes para alinear políticas e intercambiar bienes y servicios.

4. La decisión no fue sencilla. La puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte corrió aparejada a la rebelión del EZLN en una región de Chiapas en un periodo muy trágico de la historia política reciente, pues 1994/1995 fueron años de conflicto interno, asesinatos políticos y la más profunda caída de la economía de que tengamos memoria, de la cual salimos, por añadidura, con el apoyo económico del gobierno de Bill Clinton. Tras ello, el gobierno de la primera alternancia con Vicente Fox contó con la frialdad de George Bush al no respaldar la guerra de represalia con Irak por los atentados del 11-S; el gobierno de Felipe Calderón está siendo enjuiciado con el caso de Genaro García Luna y el de Enrique Peña Nieto por las constantes de corrupción.

5. La administración Trump ha sido una de las más duras con el exterior. Cautela obliga pues ha presionar por igual a sus aliados y adversarios, rompiendo las reglas del comercio y la diplomacia internacionales. El concepto del “comercio justo” es en realidad un objetivo de comercio controlado para obtener ventajas en otros mercados más allá de la buena vecindad y la libre competencia. El nuevo Acuerdo de Comercio trilateral no es el TLCAN si bien hereda buena parte de su contenido. Significa, sobre todo, reglas obligatorias para los próximos 16 años, se extiende a lo jurídico, lo laboral y medioambiental además de la seguridad nacional y hemisférica. Pero es una relación estratégica convertida en ley con la que tendremos que funcionar con Trump o Biden y quienes les sigan en los próximos 16 años.