Lo que nos deja la COP26

25 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Lo que nos deja la COP26

juan antonio leclercq

Se cierra la COP26 dejando un resultado ambiguo y lleno de incertidumbre. La meta específica de esta COP era impulsar las decisiones necesarias para mantener con vida el objetivo de evitar aumentos en la temperatura por encima de los 1.5 ºC, lo cual implica el reconocimiento internacional de que apostar por un umbral de 2 ºC involucra riesgos inadmisibles, en especial para países pobres o aquellos cuya ubicación geográfica los coloca en una posición altamente vulnerable.

¿Qué fue lo que puntualmente se alcanzó en esta COP26? Lo primero que cabe destacar, es la firma del Pacto Climático de Glasgow, un acuerdo de carácter político donde la comunidad internacional afirma explícitamente la necesidad de articular una respuesta climática más ambiciosa.

Esta declaración es buena en sí misma, pero su relevancia estará determinada a final de cuentas por la forma en que se traduzca en los próximos años en compromisos nacionales de mitigación más agresivos.

En este sentido, el documento establece el mandato de revisar y fortalecer los compromisos nacionales hacia finales de 2022, lo cual también está bien.

Sin embargo, y de acuerdo a lo reportado por las naciones Unidas antes del inicio de la COP26, con todo y la reciente actualización de las contribuciones nacionalmente determinadas, los recortes a las emisiones globales son absolutamente insuficientes y nos llevan a una trayectoria de aumentos en la temperatura cercanos a los 2.6 ºC.

El principal problema del Pacto Climático de Glasgow no son sus intenciones, sino su capacidad para traducir el discurso en acciones de mitigación efectivas, medibles, verificables y reportables antes de 2026.

Para muchas de las organizaciones, especialistas y activistas que participaron en actividades paralelas y en las protestas contra la COP26, el riesgo es que todo quede nuevamente en mucho ruido y pocas nueces, mucho discurso y poca acción. Y tienen razón.

Si el alcance y cumplimiento de la declaración en torno a mitigación deja dudas, el resultado de la COP26 es mucho más decepcionante al respecto de financiamiento e impulso a acciones de adaptación.

Si bien se reconoció que no se ha cumplido con el compromiso de transferir 100 billones de dólares anualmente hacia países pobres y en desarrollo, todo queda en una promesa que no es claro se vaya a cumplir en los años inmediatos.

De igual forma, se llama a aumentar los esfuerzos para mejorar las capacidades de adaptación y movilizar recursos a este fin, lo cual a estas alturas suena a declaraciones descafeinadas sin impacto real en beneficio de los países más vulnerables.

Finalmente, la COP26 evidenció el creciente divorcio entre los negociadores, por un lado, y las organizaciones sociales y especialistas, por el otro.

Ante la poca ambición de los objetivos y el incumplimiento de compromisos, sumado al enfoque excesivamente gradualista de Glasgow, quedó muy en claro el fastidio ante el blablablá climático y la apuesta por acciones de movilización y protesta para impulsar una agenda de acciones más ambiciosas y urgentes.

A pesar de que hay algunos resultados interesantes de la COP 26, el modelo mismo de las COP y el tipo de acuerdos que generan parecen haber quedado ya obsoletos ante la magnitud de la emergencia climática.

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