Una nueva normalidad de alto riesgo

20 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Una nueva normalidad de alto riesgo

Le Clercq

Luego de que China logró controlar los contagios de Covid-19 y poner en cero la cifra de los fallecimientos producidos por esta enfermedad, esta semana se ha vuelto a imponer un confinamiento obligatorio en algunas zonas residenciales de Beijing como respuesta a un brote calificado como “extremadamente severo”. Lo que se suma a la irrupción de nuevos brotes en las provincias de Guangdong, Liaoning, Hebei, Sichuan y la Mongolia interior.

No está demás señalar que las medidas implementadas en Beijing para contener la epidemia, fueron especialmente estrictas en un país que se destacó por tomar medidas prácticamente draconianas.

Esta misma semana, Nueva Zelanda, país que desarrolló una política extraordinariamente efectiva para detener los contagios y reducir al mínimo los fallecimientos, reporta dos casos de contagio producidos por viajeros provenientes del Reino Unido. Si bien la cifra es todavía mínima, ha puesto en alerta a las autoridades que han suspendido algunas de las medidas que relajaban la cuarentena.

Un par de semanas después de relajar las medidas de confinamiento, permitiendo incluso la reapertura de cafés, restaurantes, gimnasios y museos, se han incrementado en forma importante los casos recientes de contagio en Turquía. Situación que ha obligado a decretar el uso obligatorio de máscaras protectoras hasta en 42 de las 81 provincias del país.

En un contexto marcado por la reapertura gradual de actividades en Alemania, España, Italia e incluso Reino Unido, el país europeo con los peores números en lo que se refiere a contagios y fallecimientos, los casos a nivel mundial han rebasado los ocho millones y los decesos comienzan a acercarse al medio millón. De todos los contagios a nivel mundial, tres millones y medio se concentran en cinco países del continente americano: Estados Unidos (dos millones 115 mil 79), Brasil (888 mil 271), Perú (232 mil 992), Chile (179 mil 436) y México (150 mil 264), según cifras de la universidad John Hopkins al martes 16 de junio.

México concluye tres meses de “sana distancia” y arranca una apertura gradual de actividades en un contexto crítico y de muy alto riesgo. Nuestro país ocupa el lugar 14 en el total de contagios acumulados, pero el séptimo en decesos registrados con 17 mil 580. De acuerdo a proyecciones del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (https://bit.ly/3dcjsTD), se calcula que para el 4 de agosto alcanzaremos un total de 51 mil 912 fallecimientos, con un escenario extremo de 75 mil 516 muertos. Cifras de terror.

Entre lo ocurrido esta semana hay una advertencia importante para México. Los países que lograron aplanar su curva gracias a los meses de confinamiento y a la aplicación masiva de pruebas, siguen enfrentando un alto riesgo de nuevos brotes a pesar de que el regreso a actividades ha sido gradual y de acuerdo con protocolos estrictos. Nosotros no logramos aplanar la curva después de tres meses de “sana distancia” (al parecer las autoridades tampoco logran ponerse de acuerdo en el significado de “aplanar la curva”), no hemos realizado pruebas masivas y los escenarios nos advierten que los fallecimientos podrían triplicarse en los próximos dos meses. Bajo estas condiciones, el retorno a actividades, aunque sea gradualmente, representa un escenario de muy alto riesgo para la población.

No cabe duda que nuestro país difícilmente puede seguir resistiendo el parón económico. Millones de personas requieren retomar sus actividades para generar su ingreso o proteger el empleo de otros. Pero no podemos engañarnos y suponer que estamos iniciando la nueva normalidad en las mismas condiciones que aquellos países que efectivamente aplanaron su curva. Lo mínimo que tendríamos que esperar ahora de las autoridades es un mensaje coherente y mejor coordinado (como ha pedido la OMS), la implementación de protocolos rigurosos para contener contagios, la definición de un programa contracíclico que respalde y proteja económicamente a los quienes se van a jugar el pellejo y el de los suyos en esta nueva normalidad, así como mecanismos de evaluación y rendición de cuentas de la política gubernamental ante la pandemia. Los discursos y arengas sobran en estos momentos, el nombre del juego es responsabilidad política.