Trump contra la humanidad

20 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Trump contra la humanidad

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En lo que sólo puede calificarse como un discurso delirante por la combinación de verdades a medias, mentiras completas y teorías conspirativas, Donald Trump cumplió su amenaza de campaña y retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París. En todo momento quedó claro que Trump era no sólo contrario a la participación de su país en la definición de un acuerdo climático, sino que rechazó la existencia misma del calentamiento global como una amenaza potencial para la humanidad. El cambio climático “es un engaño que proviene de China”, ironizaba en su momento el magnate neoyorquino a través de un tuit que es parte de la historia universal de la infamia. Trump podía simplemente no cumplir con las metas comprometidas sin la necesidad de arrastrar a su país a una crisis de credibilidad internacional. Se percibe la intención de crear una cortina de humo en torno a la trama rusa y enviar un guiño a sus bases más radicales ante el riesgo del impeachment. El asunto relevante será lo que ocurrirá en los próximos años con el Acuerdo de París: ¿estarán dispuestos otros países a cumplir sus propios compromisos luego del default estadunidense? Después del anuncio la comunidad internacional, con la excepción de Rusia, se unió al rechazar una renegociación. Más allá de los discursos y los tuits comprometidos de otros jefes de Estado, la retirada de Estados Unidos tendrá consecuencias ine- vitables a mediano plazo. El Acuerdo de París es un tratado que enfrenta la amenaza del calentamiento global con acciones graduales que se incrementen a lo largo del tiempo. La decisión de Trump evidencia la vulnerabilidad de este modelo al shock externos y cambios en el ambiente internacional. Las posibilidades de éxito de la arquitectura internacional, cuyo margen se reduce aceleradamente, depende de que la cooperación internacional se sostenga con el tiempo. El incumplimiento de obligaciones de Estados Unidos puede convertirse en el pretexto para que otros países, una vez que pase la tormenta diplomática y el interés mediático evadan sus propios compromisos o abandonen el Acuerdo. Película ya vista en la historia del Protocolo de Kioto. Sin dejar de lado la parte más fea: París vincula compromisos de reducción de emisiones adquiridos voluntariamente por la comunidad internacional con la meta de contener el aumento en la temperatura del planeta por encima de 2ºC y así evitar el riesgo de escenarios catastróficos. Aún si todos los países cumplieran las metas que pusieron sobre la mesa, se ha que esto no suma lo suficiente para cumplir el objetivo de 2ºC y, por lo mismo, demandaba de esfuerzos adicionales. ¿Es esto posible después de la decisión de Trump? ¿Quién va a asumir esta carga después de la traición de los Estados Unidos? Más allá de la reacción momentánea, ¿está dispuesta la comunidad internacional a sancionar comercial o diplomáticamente al gobierno de Trump? A nivel local, diferentes empresas y gobiernos locales han señalado que cumplirán sus obligaciones de reducción de emisiones a pesar de lo que diga y haga su presidente. Pero, ¿tiene esto sentido en el marco de una política energética orientada a promover agresivamente los hidrocarburos, incluida la posibilidad de ver muy pronto la explotación de reservas en el Ártico? No hay duda que Estados Unidos enfrenta el riesgo de perder liderazgo y presencia en la definición de la agenda internacional. Otros actores se mueven rápidamente para ocupar el vacío que dejan los dislates del trumpismo. Independientemente de quién se mueva en el tablero internacional para ocupar el lugar de Estados Unidos, el golpe de Trump al Acuerdo de París nos pone ante el peligro de perder la oportunidad de acotar el crecimiento de emisiones en próximas décadas y abrir la puerta a aumentos en la temperatura global cercanos a 4ºC. Lo que debemos entender es que permitir la muerte por irrelevancia de la cooperación climática internacional es un riesgo inaceptable para la humanidad.