Guerra contra el crimen

24 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Guerra contra el crimen

Hoy mis detractores se burlan de mí en internet y me caricaturizan por órdenes de su jefe. Es un ataque propagandístico y es tiempo de que yo aclare algunas cosas.

Una de ellas es que, cuando apenas llegué al máximo puesto de poder de este país, me encontré de pronto con una situación fuera de control: gente de los pueblos más pobres de mi propio estado me buscaron para decirme que no podían vivir en paz y que se estaban armando hasta los dientes, porque todos los días les robaban desde sus cosechas —que les costaban meses lograr y que incluso aparecían en barcos de exportación horas después— hasta sus hijas menores de edad, quienes aparecían violadas y descuartizadas días después.

Ni un paso atrás, me dijeron. O nos matan o los matamos. Convoqué, entonces, a todo mi nuevo gabinete de seguridad. El escenario era peor de lo imaginado. Incluso me dijeron que por mi seguridad no podían permitirme ir a esas zonas que conocí de chamaco, porque no podían garantizar la seguridad —ni la vida— de quien, se suponía, era el hombre más poderoso del país. Tienen hasta más submarinos que nuestra marina, me dijeron. Me valió madre. Fui. Y entonces amenazaron a mi familia y conocí el verdadero poderío que tiene el crimen organizado.

No, no estamos hablando del narco que produce y exporta sustancias prohibidas. Esos siempre han existido. De los que estamos hablando son secuestradores, violadores, cobradores de derecho de piso, ladrones de cosechas, gente que vende piratería de discos y películas, personas que no tienen ningún respeto por la palabra ni por el honor. Son nuevas generaciones que matan niños como si fueran pollos. No están buscando un negocio como antes; ahora quieren el poder y lo han estado arrebatando por la fuerza y por las malas. Es la inercia.

Guerra es, según el diccionario, una desavenencia y un rompimiento de la paz entre dos o más potencias. ¿Desde cuándo el crimen organizado es una potencia? ¿En México? Desde hace décadas. Y si no se le confronta, terminarán mandando en todos lados. Pero yo no declaré ninguna guerra. Sólo lancé un operativo de seguridad. Y de ahí, a quienes les conviene el término, pagaron para colocar el tema como eso. Sépanlo: tienen más dinero de lo que recaudamos en impuestos o lo que podemos ganar con el petróleo. No siguen reglas comprensibles, cambian según el jefe de cada zona; no hay ley válida, sino la del que sobreviva cada mes. Y no me culpen a lo pendejo. Los muertos que hay hoy, 12 años después, no son yerro mío. Si ese argumento sirviera de algo, yo felizmente lo asumía. Pero no me atribuyan cadáveres, porque la semana pasada arrasaron con policías en determinada zona o porque desaparecieron a cualquier persona si les gustó la camioneta que manejaban o porque no comprenden que ni la pobreza ni la de desigualdad justifican atentados.

Negociar con el crimen organizado es un camino a seguir. No lo dudo. Yo decidí algo diferente para combatirlos de frente y tratar de componer las cosas. Ahora, los tiempos y los gobiernos son otros. A ver cómo les va. Espero, por el bien de nuestros connacionales, que les funcione. Lo dudo, pero lo deseo. Lo importante es que no se nos olvide una cosa: una de las funciones fundamentales del gobierno es el ejercicio legítimo de la fuerza pública para la protección del pueblo. Que nos protejan. Porque cada día hay más problemas, y culpar a mi gobierno de hace 12 años es rehuir a la responsabilidad del actual gobierno y de siquiera corregir lo que pude haber hecho mal. Pero si van tan bien como dicen, ¿por qué los números y estadísticas van cada día peor?