Soy epidemióloga. Al estornudar, el cuerpo arroja aire con mucosa y saliva, que puede superar los 70 kilómetros por hora y ello puede ocupar un rango de hasta siete metros a la redonda. Una persona asintomática cuando tose o estornuda puede contagiar a todos aquellos que los rodeen.
Imaginemos un ascensor. Si no están ahí mismo durante el estornudo, lo más probable es que el paciente cero ya haya salido y ustedes hayan entrado y respirado el mismo aire o, lo peor y más común, tocar superficies contaminadas; al poco rato, se tallan los ojos o se tocan la boca porque les pica el labio. Y después, al llegar a la oficina, saludan de mano o beso a sus compañeros. Vida normal. Hasta irían a servirse un café.
Claro que hay variables que involucran partículas y la cantidad de las mismas que son pasadas de unos a otros y un largo etcétera. Pero imaginen que llegan infectados a su computadora, con las manos sucias, se tocan el pelo, estornudan por el polvo y son ya un foco de contagio en el aire acondicionado de todos.
Después se van al lugar regular de comida corrida. Comen lo de siempre en la mesa de siempre y antes de pagar, se rascan la nariz. Pagan en efectivo y se van. El efectivo, lo lleva el mesero a la cajera y hasta se persigna la propina. La mesa la limpian con un trapo húmedo. Estornuda él y, siendo correcto, lo hace por debajo del codo. Salpica sus gérmenes a 70 kilómetros por hora, en su uniforme y corbata. Pero la corbata, no la ha lavado nunca. Ni lo hará. Es más fácil que lo corran del trabajo y cambie de uniforme.
Esto, por dos o tres semanas, sin presentar síntomas ningunos. Acaso, sentirse cansados un día. Cosa de dormir más de lo normal y se acabó, a lo que sigue, como seguir la ruta del dinero con el cual pagaron y un camino infernal de contagios, donde un estornudo en un aeropuerto o hasta hospital, se puede convertir en una veintena de portadores contagiosos.
Súmenle y multiplíquenle a eso, la cantidad de personas que usamos el transporte público en este país. Agréguenle la gente que no usa jabón saliendo del baño. Afortunadamente, la naturaleza nos ha vuelto resistentes a ciertas infecciones. Pero, ¿qué tal que llega un virus con mayor capacidad de supervivencia que la de los humanos? Pues muy pensantes y todo, pero nos jodimos si no lo controlamos, porque estamos hablando de seres vivos cuya naturaleza es buscar sobrevivir. No estamos charlando de tontadas simples como rifas de aviones presidenciales, sino de pandemias. De esas que hicieron que, por ejemplo, desaparecieran, casi borrados del mapa, los pueblos originales de México, o las que casi eliminaron unos cien millones de personas, como la gripa española.
Hoy se puede dar la vuelta al mundo en unas horas. Y se puede traer virus y bacterias no identificables de inmediato. Nuestra capacidad de respuesta es muy deficiente. Estamos ante un gobierno que no previó que iba a necesitar medicamentos indispensables y material de curación (del de cáncer de los niños, mejor ni hablamos). Cuando apareció el AH1N1, México hizo lo que tenía que hacer y el impacto en la economía fue, según algunos, hasta del 3% del PIB. ¿Qué pasará ahora con una economía frenada y en recesión? ¿Estamos listos? ¿Cómo nos preparamos para un covid-19 con un gobierno al que no le importas como individuo, sino como parte de un colectivo? ¿Te rifas?