Nosce te ipsum

23 de Abril de 2024

Rebeca Pal

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¿Realmente somos libres de decidir sobre nuestras acciones? Esta pregunta ha sido considerada por filósofos como Platón. A simple vista es una pregunta sencilla, pero resulta que en realidad es una incógnita que está presente en la estructura jurídica que forma a las sociedades modernas. Para saber si alguien es responsable de una acción, primero hay que analizar si tenía la capacidad para comprender lo que estaba haciendo, y después si tenía la posibilidad de tomar otra decisión. La inocencia deriva de esta norma.

Lo que nos dice la neurociencia

En 1980, el psicólogo Benjamín Libet, de la Universidad de California en San Francisco, hizo un experimento en el cual puso a prueba la capacidad de las personas para identificar, en tiempo real, la decisión que los individuos, sujetos al experimento, tomaron. La conclusión fue que hasta casi un segundo antes de que se tomara consciencia de la decisión tomada, los investigadores ya sabían cuál iba a ser por la actividad de las neuronas. Libet también descubrió que, antes de ejecutar la decisión, había una pequeña fracción de tiempo en la que la acción podía no ser ejecutada. Los experimentos se ampliaron y refinaron por otros investigadores a lo largo de los últimos años, para confirmar el descubrimiento que sacudió la base de lo que se consideraba libre albedrío. “Estudios previos ya habían descubierto que a cada acción consciente le precede una señal cerebral inconsciente, fenómeno que muchos expertos interpretaron como que la libertad de elección no es más que una ilusión. Nosotros hemos sido capaces de demostrar que, mediante un veto consciente, se puede detener a voluntad una acción iniciada de forma inconsciente” John-Dylan Haynes, director del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín.

La pregunta es, si mi cerebro es capaz de tomar decisiones antes de que yo sea consciente de ellas, ¿cómo puedo ser responsable de mis acciones? Nuestro cerebro es una máquina que recolecta y procesa información para tomar decisiones, actuar rápido y con eficacia. Es por eso que tiende a automatizar todo lo que puede, incluso las diferentes respuestas que va encontrando. Desde este punto de vista podemos decir que no hay libre albedrío porque somos muy parecidos a un autómata. Sin embargo, no debemos olvidar que el cerebro es un órgano con una enorme capacidad para analizar y entender los procesos internos, lo que permite que se desarrollen nuevos procesos mentales que actúan sobre él mismo y modifican las respuestas que están automatizadas. Con esto quiero decir que el libre albedrío podría ser la capacidad que tenemos para adquirir conocimiento de nosotros mismos, y nuevos hábitos que sean capaces de modificar nuestras respuestas automatizadas.

Lo que yo entiendo y con el concepto que me quedo, es que el libre albedrío es la reflexión que nos muestra el camino para conocernos mejor. El autoconocimiento es una herramienta que nos permite desarrollar nuevos procesos que a su vez nos ayudan a tomar decisiones certeras, y a cambiar hábitos que pueden ser incluso nocivos. La persona que es lo suficientemente valiente como para conocerse a sí misma, es quien sabe tomar las mejores decisiones, y eso también es libertad. Estaba escrito en la entrada del Templo de Delfos en Grecia, “Nosce te ipsum” que significa “conócete a ti mismo”. Hoy más que nunca creo que quien no se conoce es un barco en altamar, sin capitán, sin timón y a la deriva.

Uno toma malas decisiones, no por ignorante, sino por falta de autoconocimiento.