Revistas y confetti

23 de Abril de 2024

Luis Alfredo Pérez

Revistas y confetti

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La revista Time acaba de publicar su edición anual de las cien personas más influyentes en el mundo. Dicho lo cual, comencemos aclarando que todas las guías del tipo “Las cien personas” (o canciones, ciudades, universidades…) “más influyentes” (o importantes, sexys, gloriosas, o lo que sea) son subjetivas y por lo tanto material para crearse ansiedad, si uno se las toma muy en serio. Pero si se leen tomándoselas con algo de distancia, resultan entretenidas: es posible encontrar en ellas información valiosa y, si uno observa con atención, y se concentra en lo que la lista refleja más allá de la selección en sí, aprende cosas interesantes.

Así que comencemos dando contexto. Time es una de las cien revistas más estadounidenses que existen, y no se distingue por ser audaz. No podría ser de otra manera con una revista que está entre las más vendidas de un país tan conservador como Estados Unidos. Y aunque su lista se supone mundial, la inmensa mayoría de las personas que aparecen en ella están íntimamente relacionadas con este país, sea porque nacieron, viven, estudiaron o han desarrollado su carrera ahí.

Pero uno de los objetivos de Time es presentar personas influyentes que el lector quizá desconozca, para que busque más información sobre ellas. En la lista de este año hay, en efecto, muchas personas inspiradoras. La simple existencia y trabajo profesional de actrices transgénero, activistas contra el machismo en los videojuegos, y doctores que atienden a pacientes en situaciones límite, ilumina aspectos de nuestra sociedad.

Ahora bien, la inmensa mayoría de los perfiles de estas “celebridades” no está hecha por periodistas profesionales, sino por personas cercanas a ellas. De ahí que lo que puede leerse entre líneas sea muchas veces más interesante que la información en sí, porque refleja los universos mentales en los que los personajes se mueven.

Con esta perspectiva en mente, en la mitad de los recuentos se advierten dos denominadores comunes.

El primero es una aplastante exageración. La gente que aparece en Time 100, si hacemos caso de los perfiles, es “una mezcla completamente original de energía juvenil, cultura callejera y alta costura.” O “La estrella de una de esas películas de adolescentes donde los padres salen de la ciudad y el niño toma el control de la situación” (?). O gente que “Sabe como golpear los nervios del zeitgest.” O que “piensa. Constantemente. Sobre todo.”

Como puede ver, Time 100 también podría llamarse “La Edición Confetti.”

El segundo denominador común es el delirio de grandeza. Un ejemplo: Airbnb es un sitio de internet que permite rentar casas privadas como si fueran hoteles, pero el perfil de su fundador lo ensalza porque “ha creado millones de conexiones entre personas”, en un “viaje amable pero emocionante.”

Hay sin embargo algo peor. Gran parte de las personas que hablan de las “celebridades” pierden de vista que lo importante es exponer el trabajo y los logros de la persona en cuestión, y se limitan a contar anécdotas idiotas –– o terminan hablando de ellos mismos. A veces mencionan de pasada que la celebridad es su amiga, pero con más frecuencia lo remarcan de maneras que resultan divertidas. Una actriz, por ejemplo, escribe un perfil que pone a la cantante Taylor Swift por las nubes por la “sabiduría de sus canciones”, porque posee un corazón “fiero, curioso, sin fronteras y hermoso”, y en fin, por su “talento megawatt y espíritu extraordinario, mezcla imposible y encantadora de travesura y aplomo” (!).

Después redondea el perfil de esta manera: “También ayuda que haya bautizado a su gato en mi honor.”

Twitter: @luisalfredops www.librosllamanlibros.com