Desigualdad y equidad

19 de Abril de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Desigualdad y equidad

La semana pasada, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la mexicana Alicia Bárcena, presentó un libro denominado La ineficiencia de la desigualdad que, como se dijo en la reunión celebrada en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no es un libro más sino que señala uno de los principales y más ingentes problemas que afectan a nuestra región. En la presentación, Alicia Bárcena mencionó que “es la hora de la igualdad para nuestro continente”, que por cierto es el más desigual del mundo, e hizo hincapié en uno de los temas que más se debate en la economía política: la necesidad de tomar en cuenta que hay que ser iguales para crecer porque se ha demostrado que se puede crecer económicamente sin igualar. El rector, Enrique Graue, subrayó que la desigualdad es brutal y lacerante y que tiende a perpetuarse, por lo cual hay que combatirla, porque si no, nos va a destruir. El libro dice que “la igualdad es también una condición para avanzar hacia un modelo de desarrollo centrado en la innovación y el aprendizaje que debe traducirse en una distribución más equitativa del ingreso y la riqueza” con una mayor participación del ingreso de los trabajadores en el producto. La desigualdad no es sólo un resultado, también es un determinante clave del funcionamiento de la economía. Como recuerda el documento, en la segunda parte del siglo pasado algunos economistas pontificaban que un menor crecimiento económico era el costo que la sociedad debía pagar para reducir las desigualdades que surgían de la competencia en los mercados. Afortunadamente esta idea ha sido rebasada y hoy hay consenso en que la desigualdad se percibe como una barrera al desarrollo. El libro introduce un concepto que, a mi juicio, es de los novedosos y valiosos, y es el referido a lo que han denominado la “cultura del privilegio”, porque se ha encontrado que las desigualdades pasadas se transmiten y reproducen en el presente. Como comprobamos en nuestro país, la pobreza pasa de una generación a otra y hay escasas posibilidades de avanzar a otro nivel de bienestar si no se hacen las reformas necesarias. Menciona que esta “cultura del privilegio” se origina en América Latina desde la Conquista y la colonización con el sometimiento de indígenas y las personas afrodescendientes, con la expropiación de los bienes y riquezas de los pueblos originarios, es decir, hace más de 500 años. Se insiste en uno de los temas de mayor debate, el que plantea que el sistema tributario de la región expresa esta cultura, al persistir privilegios tributarios que se concretan en exenciones, evasión, elusión y bajos impuestos sobre la renta, donde la mayor parte de la carga tributaria es indirecta y recae en el consumo, mientras que el Impuesto Sobre la Renta es inferior al que existe, en promedio, en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Aporta un dato que refleja la realidad imperante: la tasa efectiva de la carga tributaria en los ingresos del decil más alto fue apenas de 4.8% en 2014, en contraste con un promedio del 21.3% en los países de la Unión Europea. Esto lo sabemos bien en México, donde las 10 personas más ricas acumulan un patrimonio equivalente al de la mitad de nuestra población En su intervención, el doctor Gerardo Esquivel, designado en el futuro gobierno como subsecretario de Egresos, mencionó que el gasto público que propondrán al legislativo tendrá contemplados recursos para combatir la desigualdad, por lo que se va a empezar por el uso de este gasto. La propuesta es buena, pero no va a fondo, ya que será necesario utilizar los instrumentos de una reforma fiscal que haga pagar más impuestos y de manera progresiva a quienes más tienen porque sólo con el gasto no será viable reducir la terrible desigualdad que nos azota.