Ele não

24 de Abril de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

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Se ha escrito mucho, y espero que se siga escribiendo, sobre lo que puede pasar el próximo 28 de octubre en la elección brasileña, ante la posibilidad de que gane el excapitán del ejército Jair Bolsonaro —quien ha demostrado ser un ferviente defensor de la terrible dictadura militar que azotó a su país — misógino, sexista, racista y demás perlas que queramos agregar, pues las tiene todas. Muchos se preguntan cómo esa gran nación hermana ha podido llegar a este extremo, después de haber logrado recuperar la democracia tras el golpe militar consumado por los gorilas del Ejército que derrocaron al presidente João Goulart en 1964, y después de haber tenido un régimen encabezado por el hoy encarcelado presidente Lula, quien fue la esperanza de muchos y logró sacar de la pobreza a millones de brasileños, como no se ha realizado hasta ahora en ningún otro país de nuestra América con un programa que ha servido de ejemplo para muchos, aspecto que nadie le puede negar. Cómo es posible que el fenómeno Lula, seguido por Dilma Rousseff, haya sido apagado por este siniestro personaje de la ultraderecha. Lula ganó las elecciones en el año 2002 con el 60.5%, algo nunca antes visto en Brasil y las acciones de su gobierno siempre estuvieron guiadas por la atención a los más pobres. Hemos leído y escuchado muchas explicaciones que se pueden dar y se están dando, desde aquellas que acusan a algunos de los partidos demócratas, sobre todo el encabezado por el expresidente Fernando Henrique Cardoso, quien ha permitido desde el juicio político a Dilma y el encarcelamiento de Lula sin haber dicho mayores cosas, hasta aceptar la situación, creyendo que con ello su partido iba a ganar votos. Los resultados de esta primera vuelta han demostrado lo equivocadas que estaban todas la fuerzas de la llamada izquierda sobre lo que quiere realmente el pueblo brasileño. La casi arrolladora victoria del fascista Bolsonaro, pero también la derrota de Dilma para el senado, así como el hecho de que el diputado más votado sea un hijo de Bolsonaro y que el otro hijo llegue al Senado son, a mi juicio, claras consecuencias de que los miembros del Partido de los Trabajadores de Lula hicieron algo mal, muy mal, en estos años. Y el tema central se reduce a dos situaciones que afectan a la población casi en todos sus niveles: la inseguridad y la corrupción. Es decir, en esos dos temas Brasil y México se parecen mucho. Afortunadamente para nosotros, aquí ganó un presidente que por lo menos dice estar decidido a acabar con estos temas de una manera racional y con la ley en la mano, no matando como pretende Bolsonaro en Brasil. Lo que está pasando en el mundo es muy preocupante, porque los ciudadanos están hartos de la afectación a sus vidas y cuando llegan personas que les ofrecen soluciones con métodos incluso fascistas, votan por ellos. Así tenemos lo que está sucediendo en Argentina, Alemania, Hungría, por citar países que están eligiendo a personajes indeseables. Lo que los gobernantes deben entender es que la inseguridad y la corrupción son asuntos que nos tienen a todos hartos. Es muy lamentable que en el caso brasileño un partido que se decía de izquierda haya caído en asuntos de corrupción que han manchado hasta a su líder principal, a quien no le ha sido demostrado algún hecho concreto; pero esto ha provocado que todo el aparato de la derecha se haya volcado en contra de él para llegar a lo que estamos viendo. Un personaje como Jair Bolsonaro no puede dirigir a la gran nación que es Brasil, a pesar de todos los apoyos que tenga, incluyendo los de los futbolistas y corredores de autos. Las mujeres brasileñas han salido a la calle por millones utilizando la música de la gloriosa canción partisana italiana en contra del fascismo Bella Ciao y diciendo simplemente “él no”.