A principios de este mes se dio a conocer un reporte sobre las crisis globales de alimentos, denominado Global Report on Food Crises (GFRC), elaborado con apoyo de la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Comunidad Europea y varias agencias más que trabajan para eliminar o reducir las crisis alimentarias. En la presentación del documento, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), António Guterres, señaló que esta quinta edición del GFRC lo ha hecho sentirse horrible, al conocer el número significativo de personas que en muchos países están enfrentando la inseguridad alimentaria y requieren urgentemente comida.
Según el reporte, nos encontramos con una crisis en la que se han conjuntado factores tradicionales con otros nuevos. Los principales han sido: la inestabilidad política que ha provocado migraciones masivas; diversos aspectos del cambio climático que han producido tremendas sequías y, sin duda, la aparición de la pandemia provocada por el Sars-Cov-2.
Para elaborar el informe utilizaron una metodología que describe cinco fases de inseguridad alimentaria, desde la primera, en la que se considera mínima la afectación y que con algunas medidas simples se puede salir de dicha inseguridad, hasta la fase 5, considerada como catastrófica, porque puede ocasionar la muerte.
En el reporte se escogieron los 55 países en donde la situación es más grave, y los resultados son efectivamente escalofriantes de acuerdo con los datos obtenidos y que reflejan la situación que había el año pasado, misma que, sin duda, se habrá agravado este año. Algunos de los números indican que en los países considerados había 155 millones de personas en la fase 3, la cual ya es de crisis y requiere de apoyo inmediato. Sin embargo, también había otros países, como por ejemplo Burkina Faso, Sudán del Sur y Yemen, en donde había más de 100 mil personas que estaban en la fase 5, es decir, en riesgo de morir de hambre.
Se consideró que había 75 millones de niños y niñas menores de cinco años que estaban malnutridos y que tendrían irremediablemente retrasos en el desarrollo de sus vidas, y las proyecciones para estos lugares fueron que la situación se iba a recrudecer, sobre todo por la pandemia y los conflictos de guerra, tanto interna como externa.
Para nuestra América Latina, el informe indica que cinco países, a saber, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua, ya tenían a casi 12 millones de personas en la fase 3 de la clasificación, y detalla que en 2019 había al menos ocho millones en dicha situación, es decir, que en un año creció el problema en cuatro millones de habitantes. Asimismo, se menciona que no se incluyó a Venezuela porque no se proporcionaron los datos, aunque se sabe que en 2019 había nueve millones de venezolanos que requerían de asistencia alimentaria.
Según el informe, uno de los grandes temas en los países centroamericanos que se encuentran en esta crisis es el de la migración, producto de años de sequía consecutiva, pobreza y deterioro del entorno de seguridad.
De acuerdo con los cálculos que se tienen hasta julio de 2020, cerca de 470 mil guatemaltecos, salvadoreños y hondureños habían emigrado al extranjero. Asimismo, más de 300 mil personas de tuvieron que abandonar sus casas a principios del año pasado y consideran que la pandemia, los desplazamientos y la crisis en Venezuela provocarán que cinco millones de personas necesiten asistencia de emergencia para su seguridad alimentaria en el curso de este año.
Lo anterior constituye un problema mayor para nuestro país, pues por un lado tenemos nuestros propios problemas de pobreza y, por el otro, tenemos la migración de nuestros hermanos centroamericanos, quienes lo único que buscan en tener mejores condiciones de vida y este gobierno se ha mostrado dubitativo entre apoyarlos mínimamente y rechazarlos mayormente.
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