I,Tonya: histeria desafiante

25 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

I,Tonya: histeria desafiante

alejandro aleman

De todas las copias que puede haber del cine de Martin Scorsese, I, Tonya, del australiano Craig Gillespie es, definitivamente, una de las mejores (o al menos una de las más disfrutables). La cinta está basada en el testimonio de la propia Tonya Harding respecto no sólo a su carrera como patinadora, sino a la rivalidad con Nancy Kerrigan (allá por la bonita década de los 80), misma que terminó con un atentado del cual los medios declararon como autora intelectual a Harding.

Pero, parafraseando un clásico, ella tiene otra versión de esa historia. Interpretada con lujo de intensidad técnica, Margott Robbie impregna a su Tonya con varios lances de violencia incontenible, histeria desafiante y dolorosa frustración. El guion escrito por Steven Rogers dibuja a Harding como víctima: de su terrible madre (impresionante Allison Janney), de su violento y estúpido marido (Sebastian Stan), de la pobreza intelectual y monetaria de la América profunda y en última instancia, de sí misma, por no ser una princesa en un deporte que exigía muñequitas guapas.

La Tonya de Robbie es un pirata que insulta, que recibe golpes y golpea de regreso, que no sabe maquillarse, que no tiene sentido de la “moda”, que es criticada por no ser lo suficientemente femenina para este deporte. “¿No debería importar lo que hago y no cómo me visto?” pregunta una furiosa Tonya que se sabe excluida no por su talento, sino por su forma de vestir y de hablar.

La estructura del relato abreva sin pudor del Scorsese más clásico: voz en off del protagonista, edición fragmentada, ruptura de la cuarta pared, un soundtrack preciso. Trazas obvias de Goodfellas (1990) , Casino (1995), y de The Wolf of Wall Street (2013).

I, Tonya no se conforma con ser sólo una biopic. Este relato, ya olvidado por muchos, sirve de pretexto al director para contar una historia que resulta extrañamente contemporánea: hacer un retrato de la América profunda, lanzar dardos sobre la discriminación a las mujeres, así como una crítica a los juicios mediáticos.

“Querían alguien a quien odiar”. Para los medios, Tonya Harding siempre fue cómplice del atentado a Kerrigan, aunque nunca hubo pruebas contundentes. El castigo fue brutal: prohibirle patinar y una reputación destrozada. Es hasta hoy, más de 20 años después, que los medios reconsideran. El juicio mediático rara vez es justo, pero siempre aniquila.

I, Tonya merecía la nominación a Mejor Película, pero la Academia la dejó fuera, tal vez —en un eco macabro a la propia Hardy — por no ser linda, bonita y dulce; dicho de otra forma, por no llamarse Lady Bird.

@elsalonrojo