LION: el peso del pasado

19 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

LION: el peso del pasado

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Alejandro Alemán

La historia de Saroo Brierly es de esas que por increíbles merecen ser contadas. Nacido en un barrio pobre de la India, el pequeño Saroo de apenas cinco años sale junto con su hermano a una estación de tren cercana. Ambos se pierden de vista y, por error, Saroo sube a un tren que empieza a moverse con rumbo desconocido. Miles de kilómetros después, el niño baja en Calcuta. Perdido, sin saber si quiera el nombre de su barrio natal, el pequeño queda a su suerte en una ciudad hostil. Sobrevive como puede hasta que es encontrado por el personal de un orfanato y es dado en adopción por una amorosa familia de Australia.

La primera parte de esta cinta ya la habíamos visto antes en Slumdog Millionaire (Boyle,2008), aunque en este caso sin el tamiz optimista y esperanzador de aquella, al contrario, el director Garth Davis no se tienta el corazón al mostrar la dura realidad de estos niños de la calle que deambulan entre la basura, viven en la miseria, huyen de los tratantes de blancas y también de la policía. Un auténtico infierno.

En la segunda parte Saroo, que es ya un adolescente (Dev Patel) decide buscar a su madre biológica quien, de estar viva, seguiría habitando en la aldea de cuyo nombre Saroo no se acuerda. Aquí la cinta cambia de ritmo, se empantana en una subtrama sobre la vida amorosa del adolescente y la búsqueda (en Google Maps) por encontrar su viejo hogar.

La cinta despierta muchas reflexiones respecto a los orígenes -¿el pasado miserable de Saroo lo ha marcado para siempre o existe escapatoria a ese infierno de pobreza absoluta?-, sobre cómo se cambia la vida al dar asilo a los refugiados y sobre la tecnología como medio para efectivamente conectar a la gente.

Pero no por tener una gran anécdota quiere decir que tienes una gran película. La primera mitad de Lion es sin duda la más efectiva (¿efectista?) y conmovedora. pero en la segunda parte reemplazan los temas importantes por un drama intimista con una estructura muy convencional que no engancha de la misma manera que el prólogo extendido de la película.

Sin duda, el final resulta en una eficiente y honesta provocación hacia las lágrimas, pero queda la sensación que esta historia merecía una mucho mejor película.