Si persisten las molestias, engañe a su cerebro

24 de Abril de 2024

Si persisten las molestias, engañe a su cerebro

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El mejor conocimiento del efecto placebo
pudiera ser la única esperanza para quienes viven
con dolor crónico o con afecciones de salud mental

No es que los papás del pequeño Erik no creyeran en la medicina o en la ciencia, es sólo que tenían más fe en Dios y en que un buen cristiano tiene la misma capacidad curativa que tuvo Jesucristo. Pero cuando su hijo de año y medio contrajo la llamada enfermedad del legionario, la fe de la joven pareja se tambaleó.

Una noche, la cara de Erik se puso color ceniza y sus ojos en blanco. La madre pensó que moriría en sus brazos. A punto de ir al hospital, le dio una última oportunidad a su fe y llamó a su sanadora de la iglesia Christian Science: “No sé si esta religión funciona o no —dijo casi gritando— pero, maldita sea, más vale que funcione ahora”.

“No importa que esta religión funcione o no —contestó la sanadora—. Dios ama a tu hijo”. La calma invadió a la joven madre.

Así cuenta Erik Vance que sobrevivió a la devastadora enfermedad bacteriana, pero ni eso ni todas las curas milagrosas que presenció después le impidieron, eventualmente, perder la fe, dejar Christian Science y convertirse en uno de los más reconocidos periodistas de ciencia del mundo y escribir el libro Suggestible You (Tú, sugestionable).

Existe un floreciente campo de la ciencia poblado por una comunidad ecléctica de pensadores de vanguardia dispuestos a mirar críticamente lo que llamamos vagamente curación mente-cuerpo. Después de pasar los últimos años inmerso en su trabajo, finalmente he comenzado a comprender las prácticas curativas que presencié durante mi infancia. Estos científicos están arrojando luz sobre el poder único que tiene el cerebro, para bien o para mal, de engañarse a sí mismo”, escribió Vance en el libro.

Ese efecto placebo, “es la fuerza que curó a un niño pequeño del mal del legionario, que se ha relacionado con el mal de Parkinson y las memorias falsas, y que podría ser la máxima esperanza para quienes viven paralizados por la depresión o el dolor crónico”...

El histórico combate al dolor

Se desconoce el lugar de origen de Papaver somniferum, la única amapola de entre las cerca de cien especies que existen capaz de producir suficiente opio para que sea purificado y utilizado. Probablemente fue en torno al Mediterráneo, pero las culturas antiguas hicieron tanto uso de la planta y esta es tan fértil, que pronto se difundió por todo el viejo mundo.

Opio viene del griego y significa “jugo de amapola”. Se cree que hay algunas referencias a las semillas de esta planta y sus efectos narcóticos y eufóricos desde la Odisea (siglo VIII antes de Cristo); aunque su uso era probablemente anterior. Se tiene constancia en el compendio botánico medicinal que hizo Dioscórides, otro griego, en el siglo I.

En el siglo VIII, los árabes llevaron el opio a China, donde la producción llegó a alcanzar niveles industriales y, junto con la India, dominó el mercado de ahí en adelante.

También el nombre de la principal sustancia activa del opio, la morfina (descubierta en 1805 por el químico alemán Friedrich Wilhelm Sertürner), viene del griego, del dios Morfeo; aunque éste parece haber sido invención del escritor romano Ovidio, quien hizo la primera mención conocida al dios del sueño a principios del siglo I, en su libro Las metamorfosis. Morfeo era el único de los mil hijos de Somnos capaz de tomar forma humana, escribió.

La amapola no es, por supuesto, la única planta que produce sustancias con efectos analgésicos y narcóticos (Dioscórides, de hecho, recomendaba más la mandrágora), y la morfina no es la única sustancia activa del opio, varios de sus alrededor de 30 alcaloides tienen efectos tóxicos, estimulantes o analgésicos, como la codeína.

Sin embargo, sea por su gran eficacia, por su presencia en el mercado mundial o por la adicción que provoca, cuando se descubrió que nosotros mismos generamos nuestras propias sustancias narcóticas y analgésicas se les llamó opioides y endorfinas (que literalmente significa “morfinas internas”, aunque sus estructuras químicas sean distintas a la morfina).

Estas sustancias son una parte importante del efecto placebo con efectos analgésicos y narcóticos.

Analgesia por convencimiento

Hasta ahora, los estudios que han tratado de descubrir cómo funciona el mecanismo neuronal del efecto placebo analgésico, y en realidad de los mecanismos cerebrales en general, han sido pequeños y limitados, pues la tecnología necesaria para hacerlos es muy cara.

Sin embargo, a principios de este mes de marzo se publicaron en la revista Nature Communications los resultados de una investigación que compiló 20 estudios con centenares de imágenes de los cerebros completos de 600 participantes sanos con una resolución que no se tenía hace apenas unos años.

Algunos de los hallazgos no fueron sorprendentes, como que “los participantes que mostraron la mayor reducción del dolor con el placebo también mostraron las mayores reducciones en las áreas del cerebro asociadas con la construcción del dolor”, según explica Tor Wager, del Placebo Neuroimaging Consortium, uno de los coautores del estudio.

Pero también encontraron que las experiencias de dolor involucran otras áreas del cerebro, como las que procesan la información del cuerpo y las involucradas en la motivación y en la toma de decisiones. El tratamiento con placebo redujo la actividad en esas áreas no relacionadas específicamente con el dolor.

Sin embargo, además de la participación de ciertas endorfinas y zonas concretas del cerebro, el equipo quería averiguar si el placebo cambia la forma en que una persona construye la experiencia del dolor o la forma como piensa sobre él después del hecho, y, sobre todo, si la persona realmente siente menos dolor.

Así, el efecto placebo en los ganglios basales “puede afectar lo que haces con el dolor y cómo te motiva actuar”, dice Wager. El placebo también reduce la actividad en una zona llamada ínsula posterior, que es una de las áreas que, junto con el tálamo, están involucradas en la construcción temprana de la experiencia del dolor.

Una zona relevante es la corteza prefrontal, de la que se sabe que se activa en previsión del dolor; pero la activación de esta zona por efecto del placebo es heterogénea, lo que parece indicar que los diferentes pensamientos y mentalidades condicionan los efectos del placebo.

Un trabajo previo del laboratorio de Wager descubrió que el uso de imágenes y narraciones normalmente activa la corteza prefrontal y altera la percepción del dolor, pero la aceptación consciente no lo hace. Quizá por eso el efecto placebo depende de los detalles de cómo se administra y las predisposiciones de las personas.

Estos resultados pueden sugerir, por ejemplo, cómo manejar mejor las dosis que se administran de medicamentos con graves o incómodos efectos secundarios o que generan adicción.

Placebo y depresión

En 2002, un equipo de investigación dirigido por Helen Mayberg publicó un descubrimiento que no le gustó a la industria farmacéutica: encontró que los placebos tenían el mismo efecto benéfico que el antidepresivo fluoxetina en el control de la depresión.

De alguna manera esto revela uno de los conflictos esenciales para el uso farmacológico de los placebos: la industria farmacéutica completa depende de funcionar mejor que los placebos. De hecho, en la historia, el arte de curar pasó de ser hechicería, curandería, herbolaria o la búsqueda de balance de los cuatro humores del cuerpo a ser medicina científica cuando se desarrolló un método para poder distinguir los efectos curativos de las sustancias de los efectos curativos de nuestro propio un cerebro.

Actualmente, el mundo entero está presenciando cómo, por ejemplo, la eficacia de las vacunas y medicamentos contra Covid-19 se reportan como “por encima del placebo”, después de hacer pruebas clínicas que sólo los grandes consorcios farmacéuticos pueden financiar (aunque en este caso en general han recibido mucha ayuda de algunos gobiernos) y llevar a cabo. Esto ha hecho que el uso de los propios placebos en el cuidado de la salud haya sido un tema espinoso.

Esto es, en el caso de problemas de salud mental, similar a lo que ha sucedido con prácticas como las terapias psicológicas o de prácticas como la meditación, que a pesar de contar con evidencias que respaldan sus resultados equivalentes a los de los medicamentos psiquiátricos, difícilmente tienen avales y seguimiento de organismos regulatorios, ni apoyo o recursos de sistemas de salud pública.

Pero una nueva tendencia se está abriendo paso entre la confusión y los prejuicios: el uso en microdosis de drogas psicodélicas para tratar la depresión, la adicción, los trastornos obsesivo-compulsivos, la ansiedad

y otras afecciones.

Así, hay estudios, como uno reportado recientemente en la revista Psychopharmacology, que encuentran que, en un ambiente adecuado y propicio, 61% de los participantes del grupo placebo informaron haber tenido alguna forma de experiencia psicotrópica.

Los médicos pueden aprovechar estos factores contextuales para obtener experiencias terapéuticas similares a partir de dosis más bajas, lo que mejoraría aún más la seguridad de los medicamentos”, comenta Jay Olson, autor principal del reporte de investigación.

Buena parte de los medicamentos milagro, la medicina alternativa o las dietas de moda funcionan porque desencadenan un poderoso efecto placebo, debido al contexto en el que se administran, que en general es más amable, atractivo, convincente, sin efectos secundarios y fácil de comprender (aunque suela ser falso) que la medicina científica. Aprender cómo funciona éste puede contribuir, como señala Erik Vance en su libro, a una vida más sana y feliz.