Una Navidad para tocar fondo

19 de Abril de 2024

Vicente Amador

Una Navidad para tocar fondo

vicente amador

“Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando” Joan Manuel Serrat @CitasfamosasES Terapias fantasmales

En mi infancia, además de las posadas y las vacaciones, la llegada de la Navidad se anunciaba con la transmisión de Cuentos de Navidad (A Christmas Carol), en la versión protagonizada por George C. Scott. Seguro conoces la historia, por la novela corta de Charles Dickens o por alguna de sus adaptaciones: en la madrugada del 25 de diciembre el avaro Ebenezer Scrooge es visitado por los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras. Tres espíritus pasean al empresario cicatero por diferentes momentos de su vida, para que advierta las consecuencias de sus mezquindades.

Los fantasmas que visitan a Scrooge buscan que cambie su actuar egoísta por una existencia más generosa, abierta a los demás. El anciano toma conciencia de la necesidad de transformarse en una mejor persona cuando el último espíritu, un siniestro encapuchado, le muestra su muerte, el poco aprecio de los conocidos quienes se niegan a asistir al funeral si no hay comida, su estéril legado. Don Ebenezer paladea la superficialidad de las posesiones materiales, se siente solo, se atraganta de miedo y de tristeza. Toca fondo. Únicamente entonces decide cambiar.

En la víspera navideña, el recuerdo de Cuentos de Navidad me ha llevado a preguntarme si los mexicanos requerimos la visita de atemorizantes fantasmas que nos provoquen una experiencia traumática para decidirnos a cambiar el rumbo hacia un país con mayores oportunidades para todos. ¿No son suficientes para el viraje los cientos de miles de víctimas de la violencia o los más de 53 millones de personas que en México viven en pobreza? Si quieres más historias macabras, hay montones.

Para el frío, ponche y esperanza

Al leer las noticias de las últimas semanas ―y no más tiempo porque se me sube el dramatismo― tengo la impresión que, como a Scrooge, los espíritus navideños ya azotan sus cadenas en el marco de nuestras puertas: “Raúl Salinas ¡es inocente!” (Reforma), “Se dan diputados aguinaldo de 90 días” (Reforma), “Policías municipales participaron en la masacre de San Fernando” (MVS), “Tendremos otro año con salario mínimo estancado” (El Financiero), “Mil cien fosas clandestinas ligadas al crimen organizado han sido contabilizadas por la CNDH de 2009 a la fecha” (Crónica).

¿Necesitamos más titulares periodísticos como los mencionados para sentir el agua hasta el cuello? Si de plano buscas experiencias tenebrosas, puedes intentar hacer el cambio de propietario de un automóvil, ¡sin pagar mordidas!, en alguna de las delegaciones del Distrito Federal. Seguro tocas fondo. Mi amigo Guillermo Rías dice que las personas cambiamos porque aprendimos demasiado, porque sufrimos lo suficiente o porque nos cansamos de lo mismo. ¿Cuál quieres?

Aunque la primera parte de Cuentos de Navidad tiene pasajes tristes ―seguramente influenciada por graves problemas sociales vividos en la época victoriana como fue la pobreza, la prostitución y el maltrato obrero― el final es positivo porque Scrooge sabe decir “hasta aquí”. La salida de su egoísmo, el vuelco hacia el bienestar de su entorno, endereza el rumbo y da paso a mayores alegrías. Creo que no es necesario explicar la parábola. Al buen entendedor, pocas palabras.

Agradezco a Octavio M. el impulso para iniciar esta columna. A él y a cada uno de los lectores, un fuerte abrazo y los mejores deseos para esta Navidad y Año Nuevo. Nos leemos en el 2015.