Veinte mil días de Nick Cave

25 de Abril de 2024

Luis Alfredo Pérez

Veinte mil días de Nick Cave

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El mundo está lleno de documentales sobre músicos y grupos; generalmente sólo los fans necesitan uno más. Si existiera un Oscar a la producción que mejor alimente egos e infle leyendas, cada año estaría nominado un documental que hablara sobre lo grandioso, pero difícil, incomprendido y solitario que es ser U2, Metallica, Madonna o Foo Fighters.

Por esta razón,“20,000 Días Sobre la Tierra” resultó memorable para los espectadores cuando se presentó hace un año en Sundance.

Este documental agrupa en un sólo día ficticio diversas situaciones alrededor de Nick Cave. Más que mostrar lo maravilloso que ellos crean que es (cosa que a nadie le interesa), da la impresión de que sus autores, Iain Forsyth y Jane Pollard, querían atisbar ellos mismos en la manera de estar en el mundo de este músico y escritor.

Por eso todas las situaciones en las que lo muestran, sea escribiendo en su estudio, grabando un álbum, o comentando fotografías de su juventud, están elegidas con cuidado, y enfocadas en la creación artística: en qué consiste y cuál es su sentido.

Parte del placer de mirar este documental tiene qué ver con lo imaginativo de sus planteamientos y la creatividad con la que está resuelto; incluso cuando Nick Cave va de un lugar a otro en su automóvil conversa mentalmente con personajes que han sido importantes para él –– y que de pronto aparecen de la nada, sentados a su lado.

Pero otra parte del placer que produce es que jamás cae en el barrio de “nuestro héroe en pantuflas”. De lo que se trata es de que un artista reflexione y muestre lo que para él significa lo que hace.

Para quien esté interesado en estos temas, “20,000 días” está lleno de pequeñas joyas. Una de tantas tiene qué ver con la admiración que un artista puede sentir por otro.

Durante una sesión con un psicólogo, Cave reflexiona sobre la transformación que los artistas sufren al subir a un escenario, y pone como ejemplo a Nina Simone. Antes de que comenzara un concierto que dio con ella, explica, Simone apenas podía moverse y no parecía tener humor para actuar; su expresión era tan de malas pulgas, que nadie en backstage se le quería acercar. Cuando subió al escenario se sacó un chicle de la boca y miró a la gente con odio; luego comenzó a tocar y todo cambió: al final del concierto, explica Cave, el público estaba tan metido en su música que parecía a punto de caer sobre ella, y Simone tocaba a la gente que estaba en las primeras filas.

“Ese concierto fue una experiencia transformativa para todos los que estuvimos ahí”, concluye Nick Cave. “Y eso es lo que siempre he buscado. El poder del arte para transformarnos en personas diferentes.”

Más tarde va a visitar a Warren Ellis, uno de los músicos de su banda; el afecto que hay entre ellos se percibe en su saludo, y es conmovedor. Cave sigue dándole vueltas a aquella experiencia, así que le pregunta a Ellis, como si quisiera estar seguro de que sus recuerdos son correctos: “¿Recuerdas aquel concierto, con Nina Simone?” “Sí”, le contesta Ellis. “He visto muchísimos, y ese fue uno de lo mejores.” “¿Recuerdas”, le pregunta Nick Cave, “que se sacó un chicle de la boca?” Ellis le contesta, “Yeah”, sin que esté muy claro si le está dando el avión. Así que Cave continúa: “¿Y lo pegó en el piano antes de comenzar?” “Sí”, dice Ellis. “Lo pegó en el piano.” Cave continúa, “Cogió el chicle y lo pegó en el piano de esta manera”, y mientras hace el gesto Ellis lo interrumpe, “Sí. Yo tengo ese chicle.” Nick Cave se detiene y se le queda mirando: “¿Tienes ese chicle?” “Sí”, dice Ellis. “Fui por él después del concierto. Lo pegué en la toalla con la que se secó el sudor Nina Simone. ¿Recuerdas?” Para entonces el lenguaje corporal de Nick Cave ha cambiado: es como si le hubieran sacado el aire. “¿Lo tienes, en verdad?” Se le queda mirando a su amigo, como si no pudiera creer lo que está escuchando. “Ah, diablos”, le dice finalmente. “Ahora estoy muy celoso.” Twitter: @luisalfredops www.librosllamanlibros.com