En medio del Caribe colombiano se levanta una de las islas más densamente pobladas del mundo. Alrededor de 500 personas viven en 0.01 kilómetros cuadrados. Aquí, el distanciamiento social es casi imposible.
“Nosotros estamos aislados, lejos del virus, pero sí sentimos miedo (...) de que una persona contagiada llegue a la isla, nos infecte a todos y nos muramos todos”, comenta el guía Adrián Caraballo, de 22 años.
Santa Cruz del Islote ha lidiado por décadas con la falta de un médico, agua potable o electricidad permanente. Aquí la población alivia las penurias cotidianas con ingenio y solidaridad. A dos horas del islote está la ciudad de Cartagena, con una de las peores tasas de contagio en el país.
Antes de que el virus desembarque, los líderes de la isla instauraron un protocolo de cuarentena para cualquier lugareño.
Suburbio sin ciudad
Un mar traslúcido de verdes y azules cerca este territorio de chabolas sin playa. En el centro está la plaza de la cruz, alrededor, cien casas, un par de puertos y el colegio.
Para la antropóloga Andrea Leiva, “la pandemia revela problemas estructurales de tiempo atrás”. Aunque no se han hecho pruebas de detección del virus, los nativos aseguran estar libres de contagio. Adentro no hay mascarillas ni restricciones. Los niños corren por todas partes, los adultos juegan dominó, grupos de amigos conversan. Alexander Atencio se despidió de sus estudiantes a comienzos de marzo, cuando Colombia registró el primer contagio. Se confinó en el pueblo de Tolú, a una hora en lancha, donde antes sólo pasaba los fines de semana.
El gobierno anunció la continuación del año escolar a distancia, pero el islote “no está adaptado” para “una educación cien por ciento virtual”, explica el profesor.
Con el desempleo “no circula la plata” y se estanca la economía, precisa la antropóloga Leiva.
Los isleños que pueden, por ejemplo, aportan dinero para que todos tengan luz en las noches. Aunque no siempre lo logran.
“Es una isla que no la cambio por nada”, asegura Caraballo. “Nosotros podemos correr hasta el último lugar del mundo, pero volvemos al lugar donde empezamos”, concluye.