#ZonaCero | De la incredulidad al luto

19 de Abril de 2024

#ZonaCero | De la incredulidad al luto

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La pandemia de Covid-19 ha dejado huella en cientos de familias, entre ellas las de José, que negaba la existencia del virus, y Mario, que cuando despertó estaba intubado

El dolor por la partida repentina, la vuelta a la vida desde el umbral de la muerte, la osadía de salvar a otros, el
desasosiego por un futuro incierto. La pandemia en México deja hondas huellas.

Aquí dos testimonios de la crisis, cuando el país superó las 50 mil muertes, que lo convierten en el tercero más enlutado después de Estados Unidos y Brasil.

La pérdida

José Pérez, panadero de 40 años, pasó de la incredulidad al luto. “Pensábamos que no existía o que exageraban, hasta que nos enfermamos y murieron mis dos hermanas”, cuenta.

Vive en Iztapalapa, la alcaldía de Ciudad de México más golpeada por la epidemia. En un mismo terreno están las casas de cinco hermanos. En mayo, todos enfermaron. Adriana, de 43 años, y Guadalupe, de 48, fallecieron.

Fue muy duro, no sé qué pasó con ellas, no sé por qué no reaccionaron, ¡rápido que se fueron!”, se lamenta Pérez, confrontado también a la angustia de ver a otros enfermar.

“Dos de mis hijas tuvieron síntomas leves y mi mamá más fuertes, pero aguantó y eso que tiene 75 años”.

Tras morir Guadalupe en un hospital público de la zona, entre las más deprimidas de la capital, decidieron enfrentar la enfermedad en casa.

“Ese hospital es una porquería, aunque no traigas el virus, nomás entrar te mueres”.

Apego a la vida

Mario Landetta, ginecólogo de 60 años, pasó tres semanas hospitalizado por Covid-19. Cuando recuperaba la conciencia, creyó estar secuestrado y entonces se descubrió bocabajo y entubado. Deliró durante 48 horas.

Empecé a tener sentimientos paranoicos, creí que estaba secuestrado, que tenía siete meses internado. Sentía el tubo en la tráquea, me lo quería quitar”, recuerda.

Aislado en casa una semana después de salir del hospital, habla decidido, pero se mueve trabajosamente y requiere oxígeno.

“Estuve muy cerca de morirme, pero estoy aquí”, dice.

Mario no teme volver a trabajar a la clínica, pese al riesgo de enfermar nuevamente en un momento en el que los contagios suman cerca de 470 mil en todo el país. “La vida sigue, no puedes meter la cabeza en un hueco como avestruz”.