EPN aún no entiende que no entiende

25 de Abril de 2024

Lorena Becerra

EPN aún no entiende que no entiende

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Esta semana el periódico Reforma publicó su encuesta de seguimiento de aprobación presidencial en donde muestra que la popularidad Enrique Peña Nieto no repunta ante la ciudadanía y además continúa en un franco deterioro en el segmento de líderes de opinión. ¿La respuesta del Presidente? Él no gobierna para colgarse medallitas. Pero por lo visto, tampoco gobierna para dar resultados.

En México los movimientos en aprobación presidencial se explican principalmente por el estado de las cosas en dos temas: economía y seguridad. La economía incluye desde la preocupación por el alza en los precios, el desempleo y la pobreza hasta el movimiento de los indicadores macroeconómicos. La inseguridad abarca todo lo relacionado con delitos del fuero común hasta episodios más graves de violencia a gran escala y sus efectos.

Podemos decir que si la economía no va muy bien el mandatario podría registrar resultados en seguridad para mitigar los efectos negativos de la primera tendencia. El problema radica en episodios como el actual, en donde no existe un buen desempeño en ninguno de estos rubros o, peor aún, en donde incluso se observan deterioros importantes en otras dimensiones.

Si bien Enrique Peña Nieto no fue culpable de los trágicos eventos de Ayotzinapa, su manejo del tema sí fue garrafal. Aunado a eso la economía se encuentra en un muy mal momento, no sólo por la caída en el precio del petróleo, sino por el mal manejo del gobierno en términos de gasto y planeación presupuestal. El ánimo de haber logrado las reformas al inicio del sexenio se ha diluido y, hoy por hoy, el Presidente no tiene un logro claro que reportar en ninguno de estos temas.

Pero lo increíble de nuestro mandatario es que, además de su desempeño mediocre en cuestiones fundamentales, fue capaz de generarse a sí mismo un tercer frente: el de la corrupción. Esta dimensión nunca se había presentado como una de las más relevantes para evaluar al ejecutivo en turno en los tres sexenios anteriores. Es más, en estudios de opinión destaca cómo la población está dispuesta a tolerar ciertos niveles de corrupción a cambio de tener un gobierno que genere resultados. Es cuando la economía anda mal y las víctimas de delitos se encuentran en niveles muy altos, cuando no se tolera la corrupción.

Ahora bien, los mandatarios no deben gobernar únicamente con base en encuestas. En particular en momentos críticos en donde deben imponerse medidas impopulares, como programas de austeridad en épocas graves de crisis, es muy importante que un gobernante sacrifique su popularidad para llevar a cabo estas políticas. No obstante, más en esos momentos, es importante que exista una comunicación que informe a la población y le permita mantener un vínculo con su líder.

Desafortunadamente, en el caso de Enrique Peña Nieto, los escándalos de corrupción han exacerbado las malas noticias económicas. Fue sorpresivo que en año electoral se hayan anunciado recortes presupuestales importantes y la cancelación de obras que habían sido calificadas como necesarias para el crecimiento del país. Es de esperarse, incluso, que pasadas las elecciones realmente se observe la situación crítica que vive el país en términos económicos.

Por otro lado, tampoco se observa un Presidente enterado o incluso preocupado por la situación de inseguridad que vive el país. Recientemente el gobierno intentó comunicar de manera fallida que nuestro país tiene los mejores niveles de inseguridad en los últimos diez años. Estas cifras son completamente falsas cuando se plantean en términos de delitos por cada cien mil habitantes y no en número de delitos totales como engañosamente anunció el gobierno. Por el contrario, la incidencia delictiva registrada por encuestas de victimización continúa agravándose de manera alarmante; los delitos violentos no han disminuido como proporción del total de delitos; y existen fuertes cuestionamientos respecto a la calidad de las cifras con las que estamos evaluando la inseguridad.

Finalmente, en el tema de corrupción, más allá del nombramiento de un nuevo Secretario de la Función Pública, el Presidente y sus funcionarios actuaron de manera cínica e incluso autocomplaciente respecto a acciones que en otros países del mundo son consideradas ilegales. No sorprende entonces que el 54% de la población considere inservible el Sistema Nacional Anticorrupción.

La impopularidad del Presidente y la falta de resultados de su gobierno sí es de preocuparse. Enrique Peña Nieto es, cada vez más, un presidente desvinculado de su población; una figura lejana que se torna más y más inefable. Algunos explican su falta de capacidad para manejar la crisis como resultado de su inexperiencia, otros como cinismo absoluto. Es un mandatario que ofrece respuestas irrisorias, propuestas huecas y que no parece entender que debe recurrir a acciones contundentes para frenar el rechazo creciente por parte de su población. El hartazgo de la población se observa en la pérdida de intención de voto del PRI. En las encuestas de mediados del año pasado el tricolor aventajaba en una proporción de casi dos a uno al PAN, su rival más cercano. Ahora se encuentran virtualmente empatados. De igual manera, el PRI mostraba ventajas enormes en las gubernaturas que se disputan este año, con la excepción de Sonora. Actualmente estas elecciones se vaticinan como competidas, sino es en que en algunas el PRI está en clara desventaja. Enrique Peña Nieto está a punto de sufrir un grave debilitamiento, como le sucedió en su momento a Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Vicente Calderón cuando sus partidos sufrieron derrotas fuertes en elecciones intermedias y elecciones estatales. El Presidente hasta ahora ha demostrado que no le interesa mucho lo que la ciudadanía opine de él. Vamos a ver si sigue sin entender lo que eso implica después de del próximo 7 de Junio.

@lorena_becerra