Romance por algoritmo

26 de Abril de 2024

Mauricio Gonzalez Lara

Romance por algoritmo

mauricio gonzalez lara

Cuelguen al DJ, cuarto episodio de la temporada más reciente de Black Mirror, serie creada por el británico Charlie Booker, cuenta la historia de Amy y Frank, dos solteros que se conocen a través de un sistema digital que les aconseja a sus usuarios cuánto tiempo deben relacionarse con alguien para determinar si han encontrado al compañero romántico ideal. Una vez pasado el periodo recomendado, el cual puede ir de unas cuantas horas a varios años, los participantes deben elegir si están satisfechos con la pareja indicada o ir en busca de alguien más. Situado en un universo cerrado, donde los amorosos se encuentran constantemente vigilados por un no muy amistoso personal de seguridad, el romance en Cuelguen al DJ es fuente de angustia y exasperación. No todo es desalentador: Amy y Frank descubren eventualmente que el amor es posible sí se confía en la certeza de compatibilidad que brindan los algoritmos cibernéticos. La tecnología, irónicamente, termina siendo la mejor aliada de la pasión. La distopía de Cuelguen al DJ recuerda por momentos a La Langosta, cinta de Yorgos Lanthimos que imagina un mundo donde los solteros son llevados a un hotel donde se les da un plazo de 45 días para encontrar pareja. De no conectar con nadie, la persona es obligada a transformarse en el animal de su preferencia, con la esperanza de que encuentre la felicidad en su nuevo estado existencial. Al ingresar, David, uno de los protagonistas, elige ser langosta (“viven más de 100 años y tienen sangre azul, igual que los aristócratas”). Si bien los huéspedes del hotel comparan información que les permita justificar la ansiada compatibilidad, la tecnología no desempeña un rol sustancial en la cinta. El amor, como lo sugiere la poderosa imagen final, es un juego de ciegos, así sea inventado o una cuestión de mera conveniencia. La búsqueda de pareja en línea solía ser considerada como algo vergonzoso. Las cosas han cambiado a pasos agigantados. De acuerdo con Modern Love: Dating in the Digital Age, un reporte publicado este mes por The Economist, por lo menos 200 millones de personas utilizan mensualmente algún servicio de citas alrededor del mundo. Tan sólo en Estados Unidos, un tercio de los matrimonios actuales empezó con un encuentro en línea. Internet se ha convertido en la segunda forma más popular que tienen los estadounidenses para conocer a personas del sexo opuesto. La tecnología también ofrece beneficios para quienes buscan una relación homosexual, sobre todo en comunidades donde aún se penaliza socialmente el “ligue” en lugares públicos. Las ventajas no terminan ahí: según un estudio de 2013 realizado por las universidades de Harvard y Chicago, los matrimonios que se conocieron en Internet registran niveles de satisfacción superiores a los que iniciaron como consecuencia de encuentros físicos. Hoy las personas intercambian puntos de vista antes de encontrarse físicamente, por lo que aprenden más sobre el otro en menos tiempo. La tasa de divorcio, por tanto, es menos pronunciada en matrimonios que se conocieron online. La investigación también establece que Internet promueve la diversidad racial en el romance, pues muchos individuos conocen gente de un origen étnico distinto al que habrían encontrado en sus comunidades. Sea para un “acostón” o un compromiso a largo plazo, en 2018 el romance y la tecnología se encuentran entrelazados. Tampoco hay que engañarse: el desencanto que va aparejado a la relación amorosa nunca va a desaparecer, por preciso que sea el algoritmo que nos une. Lo que nos lleva a lo que quizá debería ser el siguiente paso: ¿algún día podremos prescindir del otro y relacionarnos con un programa diseñado para amarnos las 24 horas del día, sin dolor ni acuerdos prenupciales? La idea dista ya de ser descabellada.