La agonía del PRI

12 de Mayo de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

La agonía del PRI

Le Clercq

El triunfo de AMLO ha sido motivo de celebración para la mayoría de los votantes; para otros, atestiguar la derrota del PRI valió la jornada. Tal vez sea demasiado pronto para organizar funerales, el PRI ya ha demostrado que puede levantarse y andar de nuevo, pero lo cierto es que ha quedado herido de gravedad como nunca antes.

Los números son contundentes y reflejo fiel del 20% de la aprobación de Enrique Peña Nieto. De acuerdo con el PREP (con 92% de las actas), José Antonio Meade pierde en todos los distritos electorales con 16.4% de la votación, menos de la mitad de lo obtenido por Peña Nieto en 2012.

Para la Cámara de diputados obtendría 8 diputados de mayoría y 37 plurinominales, convirtiéndose en la quinta fuerza política con 9%, por detrás de PT y PES. Mientras que en el Senado su coalición gana únicamente en Yucatán y consigue 11 posiciones como primera minoría, lo que se traduce en 13 senadores en comparación a los 48 que tiene actualmente. A lo que hay que añadir que no ganan ninguna gubernatura en disputa.

Para poner las cosas en perspectiva, en el Estado de México, el PRI obtiene la mitad de los votos de Morena para la Presidencia, no logra ni siquiera la primera minoría para el Senado, gana en tres distritos para diputados federales, conquista 23 municipios y consigue un diputado local. En contraparte Morena se lleva los dos senadores, 37 diputados federales por mayoría, 48 alcaldías y 41 diputados locales. El vendaval de Morena arrasa con bastiones priistas como Atlacomulco, Ecatepec y Toluca.

No hay duda que el gran responsable del colapso priista es un presidente obsesionado porque se contaran las cosas buenas y que no quiso entender que debía perseguir a los corruptos de su gobierno y partido, enfrentar la impunidad y abrir investigaciones independientes sobre conflictos de interés o tragedias como Ayotzinapa.

Meade también es responsable aun cuando es claro que tuvo que cargar la loza de un sexenio desacreditado. A final de cuentas, él hizo suyo el lastre del sexenio y permitió que la presidencia impusiera estrategia y coordinadores de campaña. Adicionalmente, nunca tuvo la intención de distanciarse de Peña Nieto y se entrampó en una inercia continuista que invocaba el miedo al populismo. En todo caso, su mejor momento consistió en reconocer de inmediato su derrota.

Pero también son responsables sus liderazgos, desde los presidentes del partido hasta sus legisladores y gobernadores, que asumieron sin empacho la sumisión a la figura presidencial y que fueron cómplices de los excesos y omisiones del sexenio. Aquellos que nunca entendieron que el contexto democrático los obligaba a ser contrapeso y a promover una discusión crítica a favor de los intereses ciudadanos. El “nuevo PRI” se recicló como la maquinaria clientelar y corporativa de otros tiempos y simplemente renunció a transformarse en un partido político.

La pregunta es si el PRI puede sobrevivir en el nuevo contexto político y partidista. En los próximos años tendrá menos legisladores, gobernadores, alcaldía y comisiones legislativas. Una organización que es más estructura clientelar que partido político, sufrirá la sequía de recursos públicos para subsistir y movilizar. Ahora veremos cuántos de sus liderazgos locales y bases populares se mantienen fieles o si terminan por migrar hacia el cuerno de la abundancia de Morena.

Un sexenio infame termina en el basurero de la historia y en la humillación electoral. Al parecer el PRI agoniza, ese es el costo de su sumisión abyecta al presidencialismo y su tolerancia infinita a la corrupción.

Te Recomendamos: