Hater o la mecánica del troll

26 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Hater o la mecánica del troll

alejandro aleman

Una de las grandes dudas que dejó la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos es si realmente las redes sociales podrían influir en una elección democrática. Cierto o no, la paranoia que la duda provoca es real y como prueba de ello tenemos Hater, la nueva cinta dirigida por el polaco Jan Komasa y recién adquirida por Netflix.

Hater inicia con Tomasz (Maciej Musialowski), un joven estudiante (recién expulsado de la facultad por cometer plagio) que encuentra trabajo en una agencia de RP, misma que no es sino la fachada del verdadero negocio: una empresa dedicada a hacer campañas de desprestigio en el mundo digital, manipulando la verdad a conveniencia de sus clientes.

Tomasz rápidamente demuestra tener madera para el oficio: destroza a una influencer de una bebida energética mediante una campaña que asegura que el producto te pinta las manos de amarillo. Complacida, la jefa del lugar (Agata Kulesza) lo promociona para llevarlo a donde está el dinero: la política.

Y es justo aquí donde la cinta se pone interesante. Tomasz tiene como misión entorpecer la ascendente carrera del candidato progresista a la alcaldía de Varsovia. Con una habilidad nata para el trabajo, el joven recurre no sólo a los métodos de rigor (comprar cuentas falsas para atacar en redes sociales), sino que se las ingenia para sembrar protestantes en los eventos del candidato, crear grupos de golpeo en redes e incluso, plantar micrófonos y uno que otro aparato para espiar sus redes.

La cinta está llena de referencias, algunas muy obvias: hay momentos que recuerdan a American Psycho (Harron, 2000), a The Social Network (Fincher, 2010), y por supuesto a Taxi Driver (Scorsese, 1976). Tomasz bien podría ser un Travis Bickle de las redes sociales, aunque por supuesto le falta todo el carisma de DeNiro, todo el coraje de Scorsese y toda la furia de Paul Schrader.

Perturbadora por momentos, facilona en otros (el guion cae en demasiadas gratuidades), la cinta no puede eludir los clichés del cine de hackers (la sudadera como uniforme de todo crack de la computadora), pero curiosamente (y este es su gran punto a favor) todo lo que Tomasz consigue no es por que sea un genio de la computación, sino porque es un experto en la manipulación.

El joven lo mismo engaña a un youtuber fascista que al candidato a la alcaldía de Varsovia o a sus benefactores que le siguen pagando la carrera. Y ése es el aspecto más macabro de la cinta: las fake news, los trolls, las campañas sucias y demás prácticas de odio funcionan no por lo efectivo de las redes, sino porque atacan a lo más frágil de la condición humana.