NOPE: más allá del terror

19 de Mayo de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

NOPE: más allá del terror

alejandro aleman

En su extraordinario documental A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (1995), Scorsese explica que, para seguir fiel a sus obsesiones sin dejar de cumplir con las exigencias comerciales, los grandes autores de Hollywood se convirtieron en contrabandistas. Los cineastas en apariencia entregan una cinta comercial, pero en el fondo inyectan el contrabando de lo que realmente quieren hablar. El diálogo se establece entonces con aquel público que esté dispuesto a ver más allá de la superficie.

Jordan Peele es de ese tipo de directores. Sus filmes anteriores —Get Out (2017) y US (2019)— son en la superficie películas de terror, pero en el fondo resultan una crítica al mito de la norteamérica posrracial y una sátira a la sociedad estadounidense.

Su más reciente largometraje, Nope (Estados Unidos, Japón, 2022), no es la excepción, pero la gran diferencia es que, aunque el tema racial sigue presente, a Peele le interesa aquí contrabandear con otros temas.

En Nope, O.J. (Daniel Kaluuya) y su hermana Emerald (Keke Palmer) tienen un rancho con caballos que rentan para las diferentes producciones de Hollywood. Son, orgullosamente, la única empresa de su ramo manejada por afroamericanos descendientes del primer jinete en la historia en ser captado en una cinta de celuloide (también afroamericano).

El negocio va mal, la tendencia actual es hacer todo con CGI, por lo que usar animales está prácticamente en desuso. Además, cosas extrañas pasan en el rancho: cortes de luz repentinos, llueven objetos del cielo y una enorme nube cubre todo el terreno.

Para Emerald no hay duda, se trata de ovnis, y su plan es el siguiente: tomarle una foto profesional a aquel objeto volador para venderla a los medios. Con ese dinero podrán rescatar el rancho y con ello el legado de su padre y sus ancestros.

Aunque los ingredientes están ahí (atmósfera, tensión, y uno que otro jump scare), lo cierto es que el terror es lo de menos, el gran show de esta película son los temas que Peele aborda en el subtexto: una crítica al espectáculo, al uso de animales como show y —el más interesante— la batalla de lo análogo contra lo digital en el cine.

El monstruo que acecha es una metáfora del CGI, esa bestia imponente que todo lo engulle. El acto final deriva en un emocionante clímax, una batalla entre lo análogo y lo digital —IMAX versus 4K— donde el viejo y confiable celuloide, junto con un jinete y su caballo, demuestran que el cine es más, mucho más que efectos especiales.

Peele demuestra un gran músculo cinematográfico en una película divertida e intrigante. Una pregunta subyace de entre todo el espectáculo: ¿dejaremos que las máquinas y la mercadotecnia engullan al cine? ¡Por supuesto que Nop!

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