“Sin agua no habría habido vida, ni centros urbanos, ni productividad agrícola, forestal o ganadera. Con todo, este recurso no ha sido cuidado con el esmero y la atención que merece”. Cardenal Pietro Parolin
En 1979 el director de cine George Miller planteó a través de Mad Max un futuro apocalíptico donde la escasez de agua, petróleo y energía se incrementaban hasta desatar un caos social y económico; 43 años después la ficción ha alcanzado la realidad y el mundo se enfrenta a un serio problema de sequía y desertificación.
Desde 1994, la Organización de las Naciones Unidas estableció el 17 de junio como el día mundial de lucha contra la desertificación y la sequía, la primera consiste en una degradación persistente de los ecosistemas de las tierras secas producida por las variaciones climáticas y la actividad del hombre; mientras que la segunda, hace referencia a una irregularidad climatológica en donde la disponibilidad de agua se encuentra por debajo de lo usual en un espacio geográfico.
Desafortunadamente, como resultado del cambio climático y del efecto invernadero, la temperatura global ha tenido modificaciones y los periodos de sequía se han intensificado. En información presentada por la institución antes mencionada, el número y la duración de este fenómeno se ha incrementado un 29% desde el año 2000 y se prevé que para 2050 las sequías afecten a tres cuartas partes de la población mundial.
Pareciera que a pesar de todas las advertencias que la Tierra nos ha dado, aún no hemos dimensionado la situación que estamos viviendo, incluso nuestro país se encuentra atravesando por una sequía complicada, de acuerdo a datos de Monitor de Sequía en México al 31 de mayo de 2022 el área con sequía de moderada a excepcional (D1 a D4) fue de 56.17% a nivel nacional, además, el 9.98% fue de extrema a excepcional; incluso el desglose que se muestra por municipio menciona que de los 2,463 solo 769 no presentan afectación.
No se puede perder de vista que dicha situación se ha transformado en un catalizador para la toma de decisiones de muchas familias, sobre todo en Somalia donde la sequía que empezó a finales de 2020, no ha hecho más que extenderse e intensificarse. Incluso de acuerdo a la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidasalrededor de 667,000 personas ya han sido desplazadas en esta área geográfica.
Sin embargo, dicha situación no solo se presta en Somalia, sino que se prevé que para el año 2045 alrededor de 135 millones de personas en todo el mundo puedan haber sido desplazadas de los lugares que habitan en la actualidad como consecuencia de la desertificación.
¿Qué acciones podrían ser implementadas para disminuir la desertificación y la sequía? Incrementar los sistemas forestales, agrosilvícolas y silvopastoriles, proteger el suelo con cobertura vegetal y residuos de cultivos, y evitar las prácticas excesivas de laboreo y preparación de tierras. Aunque quizá en texto suene sencillo, el tema tiene que permear con más fuerza que nunca, hoy la Tierra nos pide ayuda y parece que no hemos escuchado con suficiente atención.
La tecnología y la globalización nos han impulsado a un ciclo de consumo y deshecho que ha comenzado a mostrarnos una realidad que puede consumirnos. Es necesario atacar desde políticas públicas que moderen el impacto en la tierra, además debe analizarse la sobrepoblación, la sobreexplotación y el uso desmedido de plásticos de un solo uso, entre otros temas; tenemos que admitir que todo se encuentra vinculado y nada puede combatirse aisladamente.