Después de escuchar el informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador y llegar a la conclusión de que vive en Disneylandia y es el mejor líder del mundo, hay un tema que tocó muy a la ligera: el derecho a la libertad de expresión y a la prensa libre, pilar de toda democracia.
Mencionó de pasada que hay “una absoluta libertad de expresión y se garantiza el derecho a disentir”. ¿En serio? ¿Por eso los ataques a Reforma, Proceso, Animal Político, Nexos y a columnistas que critican su gestión o publican verdades que le incomodan?
Dentro de su lista de compromisos no figura el de llevar ante la justicia a los perpetradores de los 14 asesinatos a periodistas ocurridos en su mandato. No habló de ellos, ni de la censura a medios, acoso, ataques, difamación. Se le olvidó.
Quedaron en el pasado los asesinatos de 22 comunicadores en el gobierno de Vicente Fox, 48 con Felipe Calderón y 47 con Enrique Peña Nieto. Hacerles justicia no trae votos, no es tema de campaña.
Y en la sede de la ONU en Ginebra la 4T dejó mucho que desear en una sesión especial sobre el riesgo que corren los periodistas en el mundo entero. El evento fue liderado por la presidenta de Suiza Simonetta Sommaruga y por la Alta Comisionada para Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Sommaruga afirmó que una democracia se mide por la manera en que trata a los periodistas… ¿cómo medirían a AMLO?, me pregunté. Bachelet remarcó que se han intensificado tendencias de censura, represión, amenazas y ataques a la prensa en el contexto de la pandemia.
“En varios países, la politización de la pandemia ha dado lugar a amenazas, arrestos y campañas de difamación contra periodistas que dan información basada en hechos sobre el Covid-19 y las medidas para combatirlo”, deploró.
“Algunos gobiernos aprovechan esta crisis de salud como excusa para tomar medidas mucho más amplias e injustificables contra las críticas y el disenso. Estas prácticas contravienen el derecho internacional”, advirtió.
El fotoperiodista veracruzano Félix Márquez narró en un video su autoexilio, los homicidios de periodistas como Rubén Espinosa, su amigo. “A Rubén lo mató el Estado”, acusó.
Mencionó que muchos periodistas han tenido que desplazarse, otros salen del país, dejaron la profesión, se autocensuran: “En México nos están matando”.
Se refirió a las pésimas condiciones laborales, falta de prestaciones, de seguro médico, sobre todo en tiempos de pandemia. Confesó que nunca pensó que se convertiría en “fotógrafo de guerra”, “ni estudiamos para enterrar a los nuestros”.
“Queremos volver a casa con vida. Poder trabajar sin miedo”, reclamó. Y entonces el representante de México dijo frente a la presidenta de Suiza y a Bachelet: “Estamos profundamente de acuerdo con el hecho de que una prensa libre e independiente es fundamental para permitir que las sociedades prosperen y crezcan. México reconoce y defiende la libertad de expresión y condena ataques contra periodistas”.
“El gobierno utiliza todos sus recursos para erradicar la impunidad de quienes atacan a periodistas y para tal fin existe un mecanismo para la protección de periodistas, este mecanismo está en proceso de revisión”, presumió.
El famoso mecanismo está en “proceso de revisión” desde que AMLO tomó el poder, cuenta con muy pocos recursos y muchos periodistas prefieren ponerle distancia porque ya han sido asesinados algunos que estaban bajo su “protección”.
Faltó decir en la ONU que una de las personas que más difama y ataca a los periodistas es el propio Presidente y su aparato de poder. Mientras AMLO se vanagloria de su extraordinaria gestión y espera que la prensa se dedique a echarle porras, la libertad de expresión y la prensa libre corren riesgo de hundirse en la deshonra promovida por el propio Presidente. Qué desastre.