María Corina Machado y el Nobel

16 de Diciembre de 2025

Brenda Peña
Brenda Peña
Periodista mexicana con más de 20 años de experiencia. Originaria de Baja California Sur y egresada de la Universidad Autónoma de esa entidad, trabajó en TV Azteca como reportera y conductora, y colaboró con Ricardo Rocha en Radio Fórmula. Ha participado en Latinus y Heraldo de México, y actualmente forma parte del podcast Cuarto para las Cuatro.

María Corina Machado y el Nobel

Brenda Peña

Brenda Peña.

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EjeCentral

En un momento histórico de desafíos sin precedentes para las democracias del mundo, el Premio Nobel de la Paz 2025 otorgado a María Corina Machado representa algo más que un galardón individual; es un reconocimiento global a la resistencia cívica y a la lucha por la democracia frente a la represión autoritaria.

La decisión del Comité Noruego del Nobel no puede leerse únicamente como un homenaje personal. Es, ante todo, un mensaje político en el sentido más amplio del término. Un recordatorio de que la democracia no es un estado permanente, sino una conquista frágil que requiere defensa constante. En el caso venezolano, ese principio ha sido puesto a prueba durante más de una década de deterioro institucional, concentración del poder y debilitamiento sistemático de las libertades políticas.

María Corina Machado encarna una oposición que ha insistido en la vía democrática incluso en condiciones abiertamente adversas. Ingeniera de formación, su trayectoria pública combina activismo social y participación política: desde la fundación de la organización Súmate, clave en la observación y defensa del voto, hasta su elección como diputada en 2010 con uno de los mayores respaldos electorales del país. Su posterior expulsión de la Asamblea Nacional en 2014 marcó un punto de inflexión que evidenció los límites que el régimen estaba dispuesto a imponer a cualquier disidencia efectiva.

El contexto en el que se otorga este Nobel resulta determinante para entender su relevancia. Venezuela atraviesa una crisis política, económica y humanitaria documentada por organismos internacionales: migración masiva, empobrecimiento estructural y una erosión progresiva del Estado de derecho. A ello se suman prácticas reiteradas como la inhabilitación de candidatos, la persecución judicial de opositores y el control de los procesos electorales.

Machado fue inhabilitada para competir en las elecciones presidenciales de 2024, pese a haber ganado de forma contundente la primaria opositora. Su exclusión reforzó la percepción de que el sistema electoral venezolano dejó de ser un mecanismo de alternancia real. Tras los comicios, marcados por denuncias de irregularidades ampliamente difundidas, la dirigente pasó a la clandestinidad ante la amenaza de detención. Fue su hija quien recibió el premio la semana pasada en su nombre. Ese hecho, por sí solo, resume la paradoja venezolana: una líder reconocida internacionalmente y, al mismo tiempo, perseguida en su propio país.

El alcance del Nobel trasciende las fronteras de Venezuela. En un escenario global donde las democracias enfrentan presiones internas, polarización extrema y liderazgos autoritarios, el reconocimiento a una figura que defiende elecciones libres y derechos civiles reafirma que la paz duradera está intrínsecamente ligada a la democracia.

Desde estas líneas, también envío un saludo solidario y respetuoso a mi colega y buena amiga Carla Angola, periodista venezolana cuyo trabajo riguroso y compromiso con la verdad la han convertido en una voz incómoda para el régimen de Nicolás Maduro. Su persecución no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia sistemática para silenciar al periodismo independiente. Reconocer su trayectoria es, también, reivindicar el papel del periodismo libre como pilar esencial de cualquier democracia que aspire a serlo.