La Comuna del 68: Lecumberri, el delito de ser estudiante

26 de Abril de 2024

La Comuna del 68: Lecumberri, el delito de ser estudiante

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Aunque habían pasado pocas horas después de la matanza de Tlatelolco, el brazo represor del gobierno de Díaz Ordaz perseguía a alumnos y miembros del grupo de maestros democráticos afines al movimiento estudiantil, encerrándolos en el Palacio Negro

Plomizo, con el aire enrarecido y un frío que helaba, irrumpía poco a poco el gris amanecer en la bautizada nuevamente Ciudad de Tlatelolco, El Montículo de Arena. La plancha parecía que estaba confeccionada anárquicamente como para montar ahí la escena cinematográfica de una puesta de guerra. Allí estaban desperdigadas bolsas, ropa, zapatos, vidrios rotos, papeles, alhajas. Aún estaban frescas las manchas de sangre, el color y el olor insalubre, incoloro, asfixiante ¡a muerte, muerte y más muerte!

Aquella mañana del jueves del 3 de octubre comenzó la etapa de limpieza que se extendería hasta la inauguración de los Juegos Olímpicos. Confundir hasta extinguir, la estrategia. Así, casi de inmediato 30 legisladores priistas de la gran comisión del Senado de la República firmaban y denunciaban lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas como: “actos graves de agresión en contra de la Policía y el Ejército mexicano mediante el empleo de armas modernas de alto poder, cuyo uso permite presumir fundamentalmente la participación de elementos nacionales y extranjeros que persiguen objetivos antimexicanos de extrema peligrosidad”.

[caption id="attachment_913476" align="alignleft” width="380"] Ataques en papel. 
Los días posteriores al 2 de octubre, en los diarios se publicaron notas que culpaban a estudiantes de aliarse a grupos extranjeros para frustrar la organización de los Juegos Olímpicos.[/caption]

El secretario de la Defensa Nacional informaba en rueda de prensa que el Ejército intervino en Tlatelolco a petición de la policía para sofocar un tiroteo entre dos grupos de estudiantes, que la tropa fue recibida a balazos por francotiradores. Que hay muertos y heridos tanto del Ejército como de los estudiantes y que el Ejército usó armas reglamentarias y los estudiantes metralletas.

“Imaginemos entonces a decenas o a cientos de estudiantes fuertemente armados como un verdadero ejército militar”, soltó el militar ante las grabadoras.

Y Luis Echeverría, secretario de Gobernación, declaraba a los medios que el diálogo con el Comité Nacional de Huelga (CNH) quedó establecido cuando el presidente Díaz Ordaz contestó los seis puntos del pliego petitorio en su Quinto Informe de Gobierno. Las palabras del Presidente ante el Congreso dejaron tatuada una frase, que después de Tlatelolco cobró sentido:

“El otro camino está abierto. No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos”.

El Palacio Negro

Los estudiantes detenidos, algunos calculan que dos mil, entre ellos delegados del CNH, fueron enviados primero al Campo Militar Número 1, donde dieron sus primeras declaraciones ante el Ministerio Público que integró el expediente dentro del propio centro castrense.

Después de ocho días incomunicados, sin cobertores o manta para resguardarse del frío y la luz prendida de forma permanente en cada celda, aunado a las pésimas comidas, los líderes del CNH y alumnos fueron trasladados al Palacio Negro de Lecumberri. El delito que se les imputaba era el de sedición, por ser estudiantes.

En las redacciones de los diarios, el gobierno pidió su colaboración para entregar las fotografías sobre el 2 de octubre, que en su mayoría desaparecieron. Los archivos de inteligencia, también fueron depurados. Un intento de limpieza a la historia y la memoria.

Los hilos. En los diarios de circulación nacional era evidente la mano del gobierno de Díaz Ordaz para aparentar una tranquilidad social frente a la próxima inauguración de las Olimpiadas.

Todo es posible en la paz

Durante los días que siguieron a la matanza de Tlatelolco, se acrecentó la publicidad en prensa, radio y televisión sobre los Juegos Olímpicos que se celebrarían en México. Faltaban 10 días, pues se inaugurarían el 12 de octubre, y en medio de la demoledora propaganda, se iniciaba una persecución subterránea contra el resto de los líderes del CNH y la Coalición de Maestros Democráticos. El objetivo: impedir que se reorganizaran y, para ello buscaron que se confrontaran a partir de desconfianzas, lo cual ocurrió semanas después.

Pese a los esfuerzos del gobierno, en la memoria permanecía el ataque a los estudiantes. Cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz declaraba inaugurados los XIX Juegos Olímpicos de la era moderna en nuestro país, un murmullo de voces a coro y rechiflas se escucharon en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria.

Si bien los juegos se caracterizaron por ser extraordinarios en su organización, diseño vanguardista y marcas batidas, como la del saltador de longitud, Bob Beamon con 8.90 metros, el evento tuvo su lado oscuro, consciente y de protesta. Uno de ellos fue en la premiación de los 200 metros planos de Thomas Smith y John Carlos, quienes al recibir sus medallas de oro y bronce aportaron una imagen para la historia. Con la mirada abajo y con los brazos y puños enguantados en alto (el derecho de Smith y el izquierdo de Carlos), mientras el se escuchaba el himno estadounidense. Por su parte el atleta australiano, Peter Norman, quien quedaría en segundo lugar, recibió su premio descalzo, en solidaridad con sus compañeros. Esta imagen se convertirá en uno de los símbolos del Black Power más influyentes, construidos en 1968 durante los Juegos Olímpicos de México.

Confusión. Periódicos como La Prensa o semanarios como Alerta! sostenían la tesis de que en la matanza del 2 de octubre operaron guerrilleros.

Otra de las atletas era la gimnasta checoslovaca, Věra Čáslavská, multimedallista durante los Juegos Olímpicos del 68, y que aunado a su belleza física y carisma se convertirá en la novia de México, casándose incluso en la catedral metropolitana. De regreso a Checoslovaquia, por haber apoyado anteriormente las reformas del presidente Alexander Dubček y ser una de las líderes deportivas del Socialismo con Rostro Humano, fue reprimida por las nuevas ordenanzas que son dirigidas desde el Estado soviético.

El sargento Pedraza

El 14 de octubre de 1968, el segundo día de los Juegos Olímpicos, alrededor de 40 competidores salieron del estadio de Ciudad Universitaria, en la marcha de los 20 kilómetros. Estaban los mejores andarines del mundo. Uno de los competidores era José Pedraza, sargento del Ejército. Al arranque de prueba al atleta mexicano lo pisan y tiene que ponerse de nuevo el spike, perdiendo valiosos segundos y marchando en último lugar. Al salir por el túnel del estadio Pedraza se ha incorporado al grupo.

A la mitad del recorrido marcha en el lugar 12 de la competencia, pero sigue avanzando y al acercarse de nuevo al estadio de Ciudad Universitaria, Pedraza está en la séptima posición. En algún momento pierde el equilibrio y se cae, volviendo a perder posiciones, aunque se recupera una vez más y en un esfuerzo sobrehumano alcanza el sexto lugar, luego pasa al quinto, y llega hasta el cuarto.

Cuando baja por la rampa para los últimos 400 metros, de la pista sale en tercer lugar detrás de los marchistas soviéticos. En un último aliento cruza a Nikolái Smaga, se acerca a las espaldas de Vladimir Golubnichy, está a punto de alcanzarlo, pero la cinta está allí, le falta espacio, cruza detrás del campeón soviético con el rostro desencajado y libido de enojo, haciendo con la cara y el brazo la señal de la impotencia y del coraje por no darle a México la medalla de oro. Pero la medalla que gana es más que de oro, porque jamás se había visto a un atleta mexicano con tanto coraje y dignidad. Pero de nada servirá. Por no haber ganado la medalla de oro, el presidente Díaz Ordaz lo harán arrestar por casi seis meses en el Campo Militar Uno.

A las crujías tras la matanza del 2 de octubre, los líderees del CNH y otros alumnos fueron detenidos con cargos como “invitación a la rebeldía, asociación delictuosa, sedición, daño en propiedad ajena y ataques a las vías de comunicación”.

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