No soy “guarura”, soy guardaespaldas

26 de Abril de 2024

Rebeca Pal

No soy “guarura”, soy guardaespaldas

REBECA PAL

Wa´rura es una palabra derivada de la lengua uto-azteca, que significa “el más grande”. Cuenta la historia que un presidente mexicano hizo una visita a la Sierra Tarahumara, acompañado de una escolta. Al verlos llegar, los confundieron con personas del gabinete presidencial y, fue así que los bautizaron como sus wa´ruras.

Para los francoparlantes la palabra viene de “gorille”, que significa gorila y que hace referencia a la protección que este animal provee a la manada.

En la actualidad, es una palabra despectiva que va cargada de adjetivos calificativos como soberbios, salvajes, prepotentes y, a veces, delincuentes.

La industria de seguridad emplea formalmente a más de un millón y medio de personas, quienes trabajan en una de las 11 diferentes ramas de la seguridad privada. Dada la situación del país, las empresas destinan del 0.5% al 1.5% del presupuesto en seguridad. ¿Por qué? Porque no quieren perder activos en robos hormiga y por eventos inesperados.

Y la pregunta es, ¿valoramos el esfuerzo y el sacrificio de todas las personas que están detrás de estas estadísticas, para que podamos vivir tranquilos y dormir en paz? La respuesta suele ser no.

Me centraré en el tema de los guardaespaldas. Hay muchas personas que no tienen clara la función principal de los mismos, y por lo tanto los juzgan sin tener fundamentos válidos. Hacen juicios de valor como si fueran afirmaciones y, los encadenan a etiquetas que tienen que llevar de forma invisible, en la frente. Son pocos los que se interesan en saber quiénes son y qué los llevó a ello.

Los guardaespaldas se encargan de dar un poco de confianza y de seguridad a los inseguros que, por desgracia, la corrupción y la delincuencia les obliga a invertir millones de pesos. Lo pagan para que cuiden con su vida, la de ellos. Para muchos son personas arrogantes y maleducadas, pero en realidad, son el reflejo de lo que ven y viven día a día. Ellos se moldean a su entorno para que puedan encajar en él.

Puedo entender que esto genere una disputa por los malentendidos que siempre hay entre los diferentes bandos; los que tienen una escolta, los que son guardaespaldas y los que no cuentan con este tipo de seguridad. Pero creo que lo conveniente es llegar a un punto de equilibrio.

Sí, hay que concordar en que tenemos derecho a recibir un servicio justo por el pago del mismo. Pero no deberíamos tener el derecho de responder con una actitud déspota. Hay una gran diferencia entre ser sirviente y servir a los demás. Los guardaespaldas no son sirvientes, pero los tratan como tal. Pueden pasar horas sin comer mientras esperan que el empresario desayune, coma o cene, en restaurantes que ellos, ni en los sueños más elocuentes, podrían pagar. La jornada laboral, en algunos casos, es de lunes a domingo y no hay horarios.

El patrón manda y bajo ese mandato se rige la vida de todos y cada uno de ellos. Tienen que estar dispuestos a pagar por los errores de sus jefes, ya sean administrativos, civiles o personales. Por necesidad, optan por el riesgo a cambio de brindarles a sus familias un sustento para sobrevivir.

Y hablando de vanidad. Sí, llevar un guardaespaldas da el prestigio y la seguridad que muchos carecen. Me refiero a las personas que los contratan como si fueran un accesorio de moda, y es por eso que los usan como si fueran instrumentos desechables de combate o de reputación.

Mi punto aquí es que hay muchas diferencias y, por lo mismo, hay que ser tolerantes para acortar la frialdad que caracteriza los diferentes niveles socioeconómicos del país. Hay que tener respeto por los oficios, actividades y carreras de todas las personas.