Me encontré a doña Refugio muy apurada la mañana del miércoles rumbo al molino de chiles. Me dijo:
“Voy rápidito por harina de los tamales y de paso al mercado de Xicoténcatl”.
Ella quiere tener todo listo para La Candelaria antes del siguiente gasolinazo.
”No vaya a ser que nos den otro fregazo y se fastidien los tamales”.
El año pasado, para la fiesta de La Candelaria que, dicho sea de paso, es la celebración de la luz en la fe católica, doña Cuca batalló para lograr tener rebosante una olla de tamales que tanto elogian en su casa. Los precios galopaban como siempre en el difícil arranque del año.
La gasolina estaba en 13.16 pesos y la luz en 0.793 pesos el kilowatt-hora, aunque doña Cuca tiene la certeza de que los que trabajan en la Comisión Federal de Electricidad “los de la luz”, siempre le cobran lo que les da la gana.
El gas para los tamales lo pagaba hace un año en 14 pesos con 53 centavos el kilo. Sin tener nunca la seguridad de que el tanque de 20 kilos tuviera el combustible que pagaba en el eterno pleito con la compañía gasera.
”Son unos bandidos”, les gritaba.
Acompañé a doña Refugio al oloroso molino de chiles y nixtamal. En el camino encontramos una gasolinera bloqueada por un pequeño grupo de manifestantes con cartulinas de protesta por el aumento en el combustible. Doña Cuca recordó la sorpresa que recibió después de la fiesta de Noche Vieja.
”El dinero reservado para Reyes se hizo nada”, alegó pegando con sus taconcitos en la banqueta maltrecha de Coyoacán. Se quejó todo el camino del gasolinazo, del aumento de precios y, sobre todo, del carísimo y mugroso tanquecito de gas por el que ahora paga 308 pesos.
El año pasado, la autoridad insistía en que no había aumento de precios y, en todo caso, los males llegaban del exterior para golpear al peso. Así como ahora.
“Los griegos tienen la culpa”, nos machacaban con insistencia.
La depreciación, como le dice el gobierno a la devaluación, está a merced de los gastalones y desordenados griegos, que desataban una tormenta financiera entorno a las monedas emergentes entre ellas, nuestro débil peso.
Hasta los alemanes que se negaban a rescatar a Grecia bulearon al peso.
Entre el pleito de Grecia con sus acreedores europeos y las tasas de interés de Estados Unidos, el peso se devaluó 20 por ciento en los primeros tres años de el actual gobierno, pero nunca por la política económica doméstica.
Para la fiesta de La Candelaria del año pasado, los chinos arruinaron la tamaliza.
Los voceros del gobierno decían que también era culpa de Pekín y su mal manejo de la economía, que no crecía y que sus pronósticos de crecimiento de 6.5 por ciento era una calamidad. Por eso justificó el gobierno mexicano que el dólar estaría inevitablemente más caro y los precios también.
”Qué curioso, ¿verdad? La culpa siempre es de alguien que están tan lejos”, decía la sabia Refugio con ironía.
Los chinos, los griegos, los alemanes y ahora los estadunidenses. Siempre un malvado en el extranjero que trata de arruinarnos la tamaliza de La Candelaria. La mañana de las prisas, Refugio se enteró que nos aplasta la inflación más alta de los últimos 20 años.
Leía nerviosa que la inflación a tasa anual en la primera quincena de enero fue de 4.78 por ciento, según el Inegi.
Ahí estaba el aumento en el gas, la gasolina y otro montón de productos. Recordó nerviosa que, nada más pasando la anunciada reunión de presidentes del 31 de enero en Washington, se nos viene encima otro gasolinazo.
Callada, tomó un rollito de billetes, se puso los zapatos de taconcito ruidoso y salió con prisa de su casa.
—”Por lo menos La Candelaria no me la arruinan”. Me dijo llegando al mercado. Nos detuvimos en un puesto colorido con trajecitos para Niño Dios.
Doña Cuca encargó uno muy bonito y elaborado con un brillante halo para la cabeza. Me invitó a “levantar al Niño” el jueves de la próxima semana y también a comer tamales un día antes de que llegue el segundo gasolinazo. @Javier_Alatorre Conductor del noticiario estelar de Televisión Azteca.