Bienvenidos al Antropoceno

26 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Bienvenidos al Antropoceno

@ja_leclercq

El grupo de científicos que conforman el Grupo de trabajo sobre el Antropoceno, ha acordado esta semana reconocer la entrada del planeta en una nueva época geológica: El Antropoceno. Si bien esto tendrá que ser ratificado en 2021 por la Comisión Internacional de Estatigrafía, el anuncio representa el paso definitivo para reconocer que hemos abandonado el Holoceno, periodo que vio surgir a la civilización humana.

Para los expertos, ya es posible identificar elementos propios y distintivos del Antropoceno y que esto ha ocurrido por lo menos a partir de la mitad del siglo XX como producto del crecimiento poblacional, la aceleración económica, la revolución agrícola y la radiación liberada por explosiones nucleares.

El planeta sale del Holoceno gracias a las actividades extractivas y el desarrollo económico generado a partir de la revolución Industrial. “Antropoceno” significa que las actividades humanas han alterado profunda e irreversiblemente el funcionamiento de los sistemas que soportan la vida en la tierra, lo cual implica cambios irreversibles en comparación a su funcionamiento durante 10 mil años con efectos que permanecerán durante milenios.

En otras palabras, como resultado de nuestra capacidad para explotar recursos naturales y destruir ecosistemas, los seres humanos nos hemos convertido en una fuerza geológica equivalente a la naturaleza misma, provocando mayor concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, pérdidas ecosistemas y especies, alteraciones en los ciclos del nitrógeno y el fósforo, acidificación y aumento en el nivel de los océanos, reducción en la disponibilidad de agua potable y mayor riesgo de desastres naturales catastróficos.

El reconocimiento del Antropoceno permite dimensionar la magnitud de la crisis ambiental global y las consecuencias profundas que implica alterar irreversible e irresponsablemente los ciclos vitales del planeta. El problema es que, si bien los seres humanos tienen la capacidad de alterar la naturaleza en forma drástica y a una velocidad sin precedentes, las consecuencias de estos cambios son impredecibles e inciertos. Hablamos de escenarios altamente catastróficos y la amenaza de fenómenos naturales extremos, que ponen en riesgo la supervivencia de ecosistemas, plantas, especies animales y de la raza humana misma.

Tampoco hay que perder de vista que la vida humana en condiciones de naturaleza alterada irreversiblemente, se traducirá en agudización de la brecha de desigualdad entre quienes tienen recursos y capacidades y quienes enfrentan pobreza y marginación, así como el surgimiento de nuevos tipos de conflicto socio-ambientales y desplazamientos masivos de poblaciones. Solemos olvidar que México es un país especialmente vulnerable a fenómenos hidrometeorológicos extremos derivados del cambio climático y al deterioro exponencial en la calidad de vida para múltiples comunidades.

Esto nos obliga a repensar nuestras prioridades e impulsar modelos de desarrollo más sustentables. El tiempo para actuar se está agotando. Nuestro margen de maniobra es cada vez menor. La responsabilidad de las actuales generaciones con la calidad de vida de los jóvenes y las futuras generaciones es enorme. Sin dejar de lado la responsabilidad moral que implica provocar la destrucción de ecosistemas y provocar la sexta extinción masiva de especies.

Como han señalado los participantes en las huelgas estudiantiles y en las protestas de los grupos anti extinción, los actores políticos no pueden seguir nadando de muertito o proponiendo medidas cosméticas. Es tiempo de actuar, de tomar decisiones congruentes con la dimensión del cambio en el mundo que hemos provocado. Con el cambio climático global, de hecho una fusión climática, nos estamos jugando la piel y esto debemos asumirlo para tomar decisiones más efectivas responsablemente.