Una gran amiga

12 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Una gran amiga

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—¿Comadre? —preguntó la voz temblorosa de Connie, en el teléfono.

—Sí comadre, soy yo —contestó la viejecita. —¿Cómo estás?

Del otro lado de la línea, Connie comenzó a sollozar.

—¿Qué te pasa, viejita chillona? —le preguntó Adriana con ese tono socarrón con el que se suelen tratar las mujeres después de más de cinco décadas de cercanísima amistad.

—Se me murió Tomás, comadre —le respondió Connie entrecortadamente.

Adriana se tardó en asimilar la información:

—¿Cómo que se te murió? ¿Te avisó Federica, su esposa, que falleció? ¿Fue un accidente?

—No comadre, nos vinimos al hotel y en el acto, se me murió. Un infarto, yo creo —le dijo con asomo de pánico en la voz.

—Viejita cabrona, ¿te andabas acostando con Tomás? ¿Desde cuándo, Connie?

—Ya muchos años, luego te cuento, por ahora necesito que me ayudes, Adriana. ¡Imagina el escándalo! ¡Lo que dirá mi marido! ¡Lo que dirá su mujer! ¡Nuestros hijos y nietos! ¡No sé que hacer!

Adriana se quedó en silencio un rato y después de tararear un poco de un tango argentino, le preguntó: —¿Está sobre la cama?

—Sí, comadre.

—Dame la dirección del hotel y busco a algunas personas que nos pueden ayudar. Te veo en cosa de una hora. No te muevas ni hagas nada.

—Hotel Presidente, habitación 25.

Al poco tiempo llegó Adriana a la habitación. Connie, su comadre y gran amiga, estaba vestida con una bata de toalla.

—¿Qué vamos a hacer?, —le preguntó asustada. Adriana, dueña de la situación, le dijo: —Ayúdame a vestirlo, que no tardan en llegar los invitados.

—¿Te has vuelto loca? —le cuestionó Connie mientras trabajosamente le ponían los pantalones, la camisa, la corbata—. ¿Cuáles invitados?

—Renté la suite de al lado, que tiene sala central, dos recámaras y conexión directa con esta que puede ser una recámara adicional. Invité a todos nuestros amigos. Les dije que nos habíamos ganado un viaje y ante tu terquedad, no lo pudimos dividir y decidimos hacer una fiesta de último momento. ¡Apúrate! —le ordenó Adriana cuando su amiga pareció quedarse absorta en sus pensamientos—, que cité a la mujer de Tomás, media hora más tarde que a tu esposo y demás amigos. Por favor, viejecita, reacciona y vete a lavar la cara, que la tienes llena de rímel corrido. Ponte guapa y ponte este vestido. Connie estaba a punto de entrar al baño y Adriana le reclamó: “en el baño principal de la suite, viejita bruta. De aquí no salimos y no volveremos a entrar”.

A los minutos, comenzaron a tocar a la puerta diferentes invitados, todos rondando entre los 60 y 80 años de edad. Adriana pidió unas botellas de servicio al cuarto, botanas y puso música. “¿Somos los primeros?”, preguntaron algunos. Adriana contestó con total naturalidad: “No, llegó Tomás muy puntual como siempre, pero se sentía cansado y se fue a tomar una siesta. ¿De quién es este Dubonnet?, ¿y el martini?”

Moraleja: una amiga, te ayudará a mudarte. Una gran amiga, te ayudará a ocultar hasta la muerte accidental de tu amante.

Posdata. Señores candidatos: por favor no me estén llamando ni escribiendo para conseguir los datos de Adriana e intentar contratarla para sus campañas políticas. Ella sólo actúa por amistad y no esconderá cadáveres por ustedes. Gracias.

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