Esa es la cuestión…si votar

26 de Abril de 2024

Antonio Cuéllar

Esa es la cuestión…si votar

No levanté la mano en ninguna asamblea y, de cualquier modo, cargo en la parte proporcional que me corresponde con la decisión tomada por el presidente de cancelar la construcción del Aeropuerto de Texcoco. Tampoco participé en ninguna reunión en la que se me preguntara si estaba o no a favor de ello, y soy testigo de la consecuencia económica de la decisión de cancelar la construcción de una planta cervecera en Baja California. ¿Será pertinente que vote o no en el proceso de revocación de mandato de abril próximo?

Veo cómo la voz dominante en relación con este tema se centra en reprobar la utilización de la figura de revocación de mandato para refrendar el ejercicio de la función que desempeña el actual titular del Poder Ejecutivo. Leo descontento y encono, y reproche contra la asunción de muchas políticas que no han permitido una atención pronta y puntual de los problemas que aquejan al país. Me doy cuenta de la intención generalizada de “desairar” el proceso democrático al que estamos siendo convocados, porque no estamos de acuerdo en que exista, o si existe, en que se utilice como se pretende: para fines narcisistas, dicen algunos.

Lamentablemente para todos los que piensan así, resulta necesario hacer notar que, por lo pronto, la revocación de mandato constituye un imperativo constitucional, y es muy poco probable que vaya a cambiar en el mediano plazo. Cualquier reforma a la Carta Magna necesitará la aprobación de dos terceras partes del Congreso (las dos cámaras) y el voto a favor de la mayoría de las legislaturas estatales…¡y los votos no se van a juntar dentro de tres años! Dicho de otro modo, la revocación llegó para quedarse…aunque sea un ratito.

El punto es que, si la revocación de mandato habrá de repetirse dentro de seis años, tenemos que ver qué factores podrán incidir a favor o en contra de la sana gobernabilidad del país para entonces. Lo que menos queremos es la aparición o supervivencia de grupos de oposición al gobierno que pongan en entredicho las decisiones de la administración que llegue a gobernar al país, de la misma forma en que lo hemos venido viviendo los últimos veinte años. No queremos imponer un régimen alterno al gobierno en el que, movimientos anarquistas, se ciernan como espada de Damocles sobre la cabeza del próximo ejecutivo en turno, para obligarlo a tomar decisiones que podrían ser, cuando menos, no democráticas.

El tema de la revocación de mandato se debe dejar de ver como un fenómeno de ratificación de la administración en curso, y en cambio apreciarse en la justa dimensión para la que muy probablemente fue concebido: como la institución constitucional que, a la postre, permitirá el asiento de un nuevo poder subyacente, encarnado en la figura del poder legítimo del pueblo, que impedirá la asunción de cualquier decisión que sea, cuando vaya en contra del anterior.

El problema que atravesamos en México tiene que ver con la cortedad de miras a la hora de planear el ejercicio del presupuesto. Todas las obras se ejecutan con el propósito inmediato de que el presidente en turno que las hubiera encargado las inaugure antes de terminar su período. Todos los planes de gobierno son sexenales. ¿Qué sucedería si estos, ahora, se disminuyen a la mitad? Ese es precisamente el problema que arrojará la consolidación de la figura de revocación de mandato. Ningún presidente podrá gobernar por la amenaza existente de ser removido a los tres años. ¿Quién tendrá la fuerza para removerlo? El poder legítimo del pueblo…quien lo represente.

¿Tiene algún sentido participar en la votación de abril próximo? Sí, impedir que algo así llegue a suceder. Tiene el único objetivo de plasmar la realidad en torno del sentimiento ciudadano sobre esta administración. Probablemente no se juntarán los votos suficientes para que sea vinculante; probablemente tampoco habrá de ser mayoritariamente adversa al presidente Andrés Manuel López Obrador; pero reflejará, como es debido, que sí existe una oposición ciudadana que debe de tomarse en cuenta. Que el sentimiento nacional no es el que propala un solo representante popular.

No participar podría facilitar la construcción de un escenario y una narrativa que, no siendo falsos, tampoco serían un reflejo de la auténtica realidad. No votar concede la oportunidad para construir una historia desapegada de la realidad que podría manipularse con fines que podrían ser adversos para el país en el tiempo por venir.

Apreciando que llegará a ser factible que Morena movilice un número importante de votantes alineados a sus intereses, no sería deseable que su presidente, como lo sería cualquier otro presidente de cualquier partido, también, se alce con una constancia oficial del Instituto Nacional Electoral en la que se indique que goza de la aprobación de un 95% de los votantes. ¿Será cierto que ese habrá sido el porcentaje favorable del número de votos obtenidos? Sí, quizá podría llegar a ser ese el resultado, pero no reflejaría la realidad del sentimiento nacional, que, por desinformación, podría permanecer durmiente en un 95% de los votantes que lleguen a decidir, por enojo, no salir a expresar su descontento ese día.

Si con una votación a mano alzada, el presidente pudo terminar con un proyecto en ejecución de la dimensión del Aeropuerto de Texcoco ¿Qué podría hacer al amparo de una constancia que lo arrope de legitimidad absoluta durante el resto de su sexenio?, ¿Qué efecto llegará a tener, por consiguiente, con relación a la sucesión presidencial?

No sabemos que plan existe atrás de la iniciativa para reformar las normas que establecen el sistema nacional electoral. Votar expresará nuestro respaldo a la subsistencia del INE como organismo autónomo. No sabemos tampoco qué plan ha sido diseñado para garantizar la continuidad de la transformación nacional que tanto le interesa al Ejecutivo Federal. Votar evidenciará la insostenibilidad de un proceso que no unifica nuestra visión de México. Las señales emitidas hasta ahora, incluido el método corruptor de las fuerzas armadas, no reflejan un ánimo democrático en su modelo alternativo de nación. Votar construirá un muro de contención.

Lo único que el conjunto de circunstancias y pistas actuales dibujan en el tablero, nos hace ver la vigencia de la enorme responsabilidad que existe a cargo de nosotros, de salir a expresar con contundencia y de manera categórica, qué es lo que cada uno piensa y siente con relación al ejercicio de este mandato, y la respuesta es sencilla, es binaria, sí o no. Quedarnos apoltronados en la comodidad del hogar como símbolo de repudio, será legitimar el acecho que inevitablemente recaerá sobre nuestro propio porvenir.