Café, un caleidoscopio de efectos en la salud

17 de Junio de 2024

Café, un caleidoscopio de efectos en la salud

Café y la salud

Esta bebida, considerada “satánica” en una época, contiene antioxidantes y anticancerígenos, mientras que a algunas personas les provoca malestar estomacal y, cuando se consume en exceso, ansiedad

Por un lado, hay quienes aseguran que necesitan un café no sólo para despertarse bien en las mañanas, sino para concentrarse mejor en el trabajo; por otro, existen personas a las que el café les provoca ataques de ansiedad o pánico y malestar estomacal. De la misma manera, habemos quienes si tomamos una taza de café después de las cinco de la tarde ya no dormimos bien en la noche, y quienes se toman un café antes de dormir tranquilamente.

Las contradicciones del café y de su principal sustancia activa, la cafeína, no se limitan a las experiencias, quizá subjetivas, de quienes lo bebemos; muchas de ellas también se han demostrado a nivel fisiológico.

Por ejemplo, se ha visto que, en el sistema circulatorio, el café tiene tanto propiedades vasoconstrictoras, por lo que aumenta la presión arterial, como vasodilatadoras, con lo que la reduce. Y por supuesto, esto actúa de formas distintas en las personas.

Con el café, en lo que respecta a la salud, no hay recetas universales; corresponde a cada quien explorar su propia sensibilidad a los distintos efectos de esta bebida. Aquí hay algunas pistas para esa exploración.

Los humanos, polinizadores tardíos

El estudio genético más detallado de las distintas variedades del café encontró que Coffea arabica, la primera especie de café que gracias a los humanos llegó a todo el mundo y que actualmente constituye 60% de la comercialización de la bebida, se desarrolló hace más de 600 mil años en los bosques de Etiopía mediante el apareamiento natural entre otras dos especies de café.

Sin intervención humana, C. arabica y C. canefora (que es la otra especie de café más usada en la actualidad) lograron sobrevivir a los periodos de calentamiento y enfriamiento de la Tierra durante miles de años, para lo cual tenían un recurso muy sofísticado: la cafeína, que por un lado actúa como repelente de plagas, pero también como un captador de polinizadores, a los que vuelve adictos.

Gustosos, aunque relativamente tarde, los humanos adoptamos el papel de polinizadores del café alrededor del siglo XV en Yemen y Etiopía. Posteriormente, parece haber sido el monje indio Baba Budan quien, alrededor del año 1600, sacó de contrabando las legendarias “siete semillas” de Yemen, estableciendo cultivos de C. arabica en India y sentando las bases para el alcance global del café.

“El café no es un cultivo que haya sido fuertemente cruzado, como el maíz o el trigo, para crear nuevas variedades. La gente elegía principalmente una variedad que les gustaba y luego la cultivaban. Así que las variedades que tenemos hoy probablemente existan desde hace mucho tiempo”, dice uno de los codirectores del estudio publicado en la revista Nature Genetics (accesible en versión preliminar), Patrick Descombes.

El principal efecto de la cafeína

La cafeína, que también las plantas de té desarrollaron por su cuenta, elimina la sensación de cansancio y el estado de relajación y somnolencia que éste induce, aunque no el cansancio ni el desgaste en sí mismos.

Este efecto se logra porque los seres vivos utilizamos como fuente de energía una molécula llamada ATP o adenosín trifosfato. Después de que a lo largo del día, o de una sesión de ejercicio, hemos usado mucho ATP, quedan fragmentos del mismo: moléculas de adenosina que, cuando llegan al cerebro, dan la señal de que debemos descansar.

La cafeína bloquea los receptores de adenosina en el cerebro (principalmente en el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal), que participan “en la modulación de una variedad de funciones psicológicas que incluyen el sueño, la excitación y la memoria”, señala una revisión reciente. La publicación agrega que los receptores de adenosina también participan en la modulación de la ansiedad.

La indeseable ansiedad

Mientras la cafeína “aumenta el metabolismo energético en el cerebro”, también reduce el flujo sanguíneo cerebral, activa las neuronas de noradrenalina y afecta la liberación de dopamina, todo lo cual “provoca ansiedad”, señala un equipo de investigación de la Universidad Médica de Xuzhou en el metaanálisis que publicaron en la revista Frontiers in Psychology en enero de este año.

La revisión confirma que ingerir cafeína se asocia con el riesgo de padecer ansiedad en individuos sanos sin trastornos psiquiátricos.

Esta relación depende de la dosis que se ingiere y de la sensibilidad de las personas (que está determinada genéticamente), pero prácticamente cualquier persona puede experimentar ansiedad cuando ingiere más de 400 miligramos de cafeína, equivalentes a unas cinco tazas de café.

Además, puede haber efectos secundarios como insomnio, nerviosismo, taquicardia, malestar o dolor estomacal, náuseas y dolor de cabeza, y si se consumen rápidamente unos mil 200 miligramos de cafeína, se pueden llegar a padecer efectos tóxicos, como convulsiones.

El café y la Ilustración

Los efectos de la cafeína en el sistema nervioso, antes de llegar a la ansiedad, son tan benéficos, que hay quienes afirman que las cafeterías en la Europa del siglo XVIII fueron una de las principales causas de la Ilustración, aunque otros dicen que sólo fue porque hicieron que se bebiera menos alcohol.

También se dice, aunque no está comprobado, que a principios del siglo XVII el papa Clemente VIII estaba decidido a prohibir el café por considerarlo “una amarga invención de Satán”, pero antes de hacerlo le dio unos sorbos y dijo: “Esta bebida de Satanás es tan deliciosa que sería una lástima que sólo los infieles la consumieran”.

Además de la cafeína, el café se compone de muchas sustancias bioactivas, como el ácido clorogénico, diversos alcaloides y cafeol, las cuales tienen potenciales efectos antioxidantes, antinflamatorios o hasta anticancerígenos.

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