El falso pacifismo de la Canciller

21 de Mayo de 2024

Dolia Estévez
Dolia Estévez

El falso pacifismo de la Canciller

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La primera reunión de trabajo de la canciller Alicia Bárcena con su contraparte estadounidense, Antony Blinken, en Washington se desarrolló en un ambiente de cordialidad y armonía en el que tanto la nueva integrante del gabinete de Andrés Manuel López Obrador como su anfitrión destacaron el buen estado de la relación que ella llamó “sin precedente” y él “más fuerte” en tres décadas.

Con el dominio del micrófono ganado en su larga carrera de burócrata multilateral, Bárcena recorrió los temas actuales de la agenda bilateral en rueda de prensa conjunta en el Departamento de Estado la semana pasada: boyas en el Río Bravo, combate al fentanilo y a las armas, medidas para controlar la migración irregular y niveles históricos en el intercambio comercial. Blinken, por su lado, puso énfasis en la cooperación para combatir la crisis del fentanilo.

Pocas horas antes, en un foro auspiciado por el Atlantic Council, centro académico cercano a la Embajada de México, Bárcena criticó el “envío constante” de armas a Ucrania que, según ella, empeora la guerra, en un inglés pulcro (mucho mejor que su antecesor). Tras condenar la invasión rusa, dijo que la posición de México es celebrar pláticas de paz de preferencia con las partes en conflicto para buscar establecer reglas claras e incluso el cese al fuego o de hostilidades. No planteó el retiro de las tropas invasoras como precondición. Blinken se opone a una tregua sin el retiro ruso pues considera que daría tiempo a Vladimir Putin para consolidar los territorios ocupados y rearmar a su ejército para volver a atacar. En 2022, Blinken planteó conciso la disyuntiva: “Si Rusia deja de pelear, la guerra se acaba; si Ucrania deja de pelear, Ucrania se acaba”. En México, la Embajada de Ucrania llamó “pacifismo falso” a posiciones como la mexicana.

Lo de Bárcena fue una desafortunada crítica a la marca de la política exterior de Joe Biden. Mal asesoramiento o déficit en el arte de la diplomacia bilateral. Alguien más avezado hubiera matizado sus palabras no mencionando las armas. Alguien menos influenciado por el mito de la neutralidad asumiría que el futuro económico y geopolítico de México está con América del Norte. No vienes a Washington a reprobar las armas defensivas que muchos países envían a Ucrania el día en que Biden pide a su Congreso 20 mil millones de dólares adicionales para el país invadido.

De no ser por esa ayuda, Putin ya se hubiera anexado Ucrania, asesinado a Volodymyr Zelensky e instalado a un títere en su lugar. Envalentonado por el derramamiento de sangre ucraniana, estaría fraguando atacar a otros países soberanos que considera suyos. Eso sí que empeoraría el conflicto y nos pondría más cerca de otra guerra mundial.

Con Bárcena al lado, Blinken no mencionó a Ucrania como suele en encuentros con cancilleres de naciones aliadas. Nadie les preguntó sobre las posturas encontradas de sus respectivos gobiernos. Con anticipación, la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Departamento de Estado había planchado el encuentro con los medios. Darían el micrófono a cuatro reporteros, dos por cada país. Al final se lo dieron a La Jornada y al canal colombiano NTN24. No permitieron preguntas de Reforma, Proceso y ejecentral. Si bien es prerrogativa de la SRE escoger a quien le venga en gana, la exclusión de medios no afines a la 4T dejó en evidencia que la libertad de prensa que pregona el obradorismo es pura hipocresía.

No sé a detalle si el Departamento de Estado fue parte de la decisión. Lo que sí sé es que le sirvió para no responder preguntas incomodas sobre México. En Washington existe el consenso impulsado por el embajador Ken Salazar de no criticar públicamente las políticas del gobierno mexicano para no provocar a su mercurial presidente y poner en riesgo la cooperación sobre migración y fentanilo. Apaciguamiento.

Las agencias federales registran los excesos autoritarios del mandatario mexicano, pero casi nunca se pronuncian. Militarización, debilitamiento del INE, ataques a la Suprema Corte y a jueces, hostigamiento a periodistas y medios que ejercen la libertad de expresión y opinión, violencia de género y la irreverencia de una canciller debutante, para mal o para bien, son vistos a través del lente de la realpolitik del equipo de Biden.

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